martes, 13 de agosto de 2013



VICTORIA VÁSCONEZ CUVI
OBRAS COMPLETAS






POR: GONZALO CÓRDOVA NÚÑEZ
2012










A JEHOVA, lo que para el ser humano
es gozo tan solamente.



PRELUDIO

EL Siglo XX es el espacio propicio para que la historia se consolide, determina una etapa importante para el desarrollo del ser humano en todas las condiciones; es el escenario halagüeño para que el hombre, después de haber escrutado al mundo por mucho tiempo, ejerza la plenitud de sus capacidades a fin de confirmar la característica de homo sapiens. Un siglo del que emergió, no el Fénix, sino la claridad del pensamiento misericordioso, muy sensible a todas las necesidades de los mortales; prosperó la ciencia, el arte conmovió, la tecnología permitió que la vida sea más oportuna; el pensamiento se pluralice, la religión sea ecuménica; pues tan exquisito es el aporte de esta etapa de la historia terrenal que por sus méritos lleva el sello de “El Siglo de la Razón”.
Específico capítulo se le asigna a la ideología. Las corrientes no solo que germinaron sino que desgarraron los anales del tiempo, dejando huellas indelebles, una de ellas, aunque a lento paso, pero que progresa en las conciencias de los seres humanos de este milenio para tratar de conformar civilizaciones equitativas, puesto que el pensamiento, las ideas y las acciones deben tener equilibrio y esto se conseguirá con la equidad de género.
Esta legitimidad, no de un sexo, sino de la sociedad fue defendida por Doña Ana Victoria Vásconez Cuvi, matrona latacungueña que en el total de su pensamiento exige a: gobernantes y hombres el ejercicio real de igualdad de oportunidades para las mujeres de la patria, convirtiéndose así en la primera fémina vanguardista que promulga la imperiosa necesidad de que a la mujer se le otorgue el sitial que la historia le había arrebatado a través de la exclusión y discriminación social en todos los tiempos.
De la enérgica pluma de esta dama, brotan a borbotones los deseos de que la mujer panamericana, particularmente ecuatoriana, llegue a los centros educativos a aprender ciencias y artes no para subyugar lo que la historia le debe sino con su característica dulce, bondadosa y llena de energía, contribuya con el ascenso de las sociedades modernas. Más de una vez, exhorta a los gobernantes a crear centros educativos para que en ellos las mujeres empiecen a provocar cambios sustanciales en el mundo. Han pasado setenta años de su muerte y vemos mucha razón y realidad en sus exhortos.
Doña Victoria Vásconez Cuvi, en sus ENSAYOS LITERARIOS aglutina variados temas como: A Leonor en su Primera Comunión, Clarines y Cornetas, A un Aviador, Vicente León, Por la Gota de Leche, Canción de Primavera, Por la Mujer, Un Mendigo, Dolor Eterno, La Verdad, Tristeza, ¡Salve!, Caridad y patriotismo, y, Abdón Calderón. En HONOR AL FEMINISMO: Conferencia sustentada en la Universidad Central, con motivo de la inauguración de la escuela Nocturna de Señoritas, El Trabajo. ACTIVIDADES DOMÉSTICAS Y SOCIALES DE LA MUJER. PROBLEMAS EDUCATIVOS, y , VIDA DE MARIANA DE JESÚS. Temas expuestos con brillantez artística, en una prosa exquisita y con desarrollo colmado de filigranas.
En las primeras décadas del Siglo XX, aún se evidencia la excepción femenina en el país, escenario con marcado tinte conservador, muy pocas mujeres han incursionado en actividades públicas (periodismo, política, conferencias, administración) y es Victoria Vásconez Cuvi quien incursiona con gran carácter, irrumpe con categoría, sin dejar de lado la gracia femenil y se da tiempo para persuadir a sus congéneres de la importancia de la educación y de la organización en sindicatos femeninos, porque insiste que la unión da vitalidad; alterna artículos periodísticos didácticos y de realidad social con escritores de alto fuste de la época ( Juan Abel Echeverría, Jorge Carrera Andrade, Remigio Romero y Cordero, Remigio Crespo Toral, Leopoldo Benítez Vinuesa, Leonidas Pallares Arteta, Oscar Efrén Reyes). Su péndola regaba el surco y fertilizaba la ideología con exposiciones que generaban reacciones en la sociedad, estas características abalizaron el mensaje de respeto de los gobiernos de las Repúblicas de Bolivia, Paraguay y la Organización Panamericana de la Mujer con sede en EEUU de Norte América.
De forma tal que, este libro, fruto de la investigación constante y fidedigna, hace justicia y lleva a las mentes ecuatorianas, substancialmente cotopaxenses, el pensamiento de una mujer que a pesar de haber vivido poco tiempo, encontró en su pluma la razón de vivir para los demás; a los 121 años de su natalicio; 73 años de su muerte y 50 años de la creación del Colegio Victoria Vásconez Cuvi, luego de haber permanecido en el rincón del olvido, presentamos, por las BODAS DE ORO INSTITUCIONALES, la obra completa de nuestra excelsa patrona, UNA MUJER PARA LA ETERNIDAD.




VIDA DE ANA VICTORIA VÁSCONEZ CUVI

Nació en Latacunga, el siete de septiembre de 1891 en la casa familiar de la calle “del arco” (Ramírez Fita) cerca a la plaza mayor (frente a lo que desde 1910 fuera el Palacio Municipal).
Su madre Josefa Cuvi Vásconez, su padre, el ilustre liberal y hombre público Dr. Pablo Alberto Vásconez Velasco. Del robusto tronco genealógico de Juan Manuel Vásconez, iniciador de las familias en Latacunga; pues los Vásconez de Vasconia (España tarraconense) y descendientes del conquistador Juan de padilla, radicaron en Ambato, Quito, Riobamba y Latacunga, en este último lugar, el año 1748 “…con un almacén de efectos extranjeros…”.
Victoria, fue primogénita de ocho hermanos, José Alberto, Pablo Alfonso, Eduardo, Wenceslao, Leonor, Beatriz y Jorge.
La educación inicial, fue forjada en el propio hogar, luego, Ana Victoria se auto educaría en las ciencias, las artes y la cultura, “la gloria”, según diría Remigio Romero en el himno, calificándola de excelsa mujer…llena de alma, de paz y saber. Desde su remota juventud, logró compilar en bien aperada biblioteca, obras maestras de la cultura universal, verdaderas joyas literarias, imponderables por la rareza de su actual existencia y que en parte fueron donadas al colegio que lleva su nombre el año de su fundación (1962), igual que los discos de acetato de su colección y un escudo del Ecuador bordado por sus hábiles manos.
Nacida en cuna privilegiada por la cultura y la fortuna, mostróse siempre delicada, estudiosa e inteligente, con personalidad definida como la de su progenitor: político, jurista, diplomático, legislador, Ministro de Educación, hombre afortunado, hijo de Alberto Vásconez, dueño de Silipo, puñavi, el shuyo, guambaina, la quinta, muligua, al palmar, macavi, surutambo, entre otras propiedades del occidente provincial.
En la casa solariega de la hacienda “Santa Josefa” que se extendía desde Rumipamba hasta Salache y en las propiedades de Quito, Monito de Cuvi, su abuela materna dirigía las actividades agrícolas y comerciales, luego su hija Josefa Cuvi Vásconez, madre de victoria que al descombrar el siglo xx tomó la posta en la administración de la propiedad, incluyendo el “Rucu molino” que ubicado allí, entre los pradales, cerca a la línea férrea y del ancestral camino del inca, testificaba torpe el paso de la vida, mientras aprisionaba la ternura del maíz, trigo, cebada y otras mieses.
La joven Victoria Vásconez, poetisa espiritual y única, paseaba por las inmediaciones del molino, admirando las flores silvestres, mientras como amante de la equitación, jineteaba su simpático “chugo”. Cerca, hizo construir una piscina para que su padre le perfeccionara en las prácticas de la natación; amiga del deporte, dirigía personalmente la educación física y formación intelectual de sus hermanos menores, coadyuvando los afanes de su ejemplar progenitora.
Ana Victoria, arquetipo de preocupación cultural, devota en la formación integral de las mujeres, ensayista, poetisa romeriante de las artes y las ciencias, fue llamada “Santa Laica” por su inefable convicción espiritual y religiosa, debiendo puntualizarse que nunca tuvo novio porque esquivó a más de un pretendiente.
Sus incuestionables habilidades y destrezas, fueron soporte en la elaboración de ramos florales y de frutas artificiales en papel y cera, dibujo y preparación de diseños “…para el obsequio de vestidos familiares y generosas entregas de ropa a los necesitados…”. Su buen gusto resaltaba en el arreglo interior de la vivienda, en el cultivo de macetas y cuidado de jardines. En la vida citadina, arreglo de la mesa para recepciones sociales o políticas de su progenitor, en el bordado a máquina o a mano y en las más variadas formas de cultura y arte.
Espontánea y natural en el abordaje de la temática, fue dueña de un estilo único, impoluto y envidiable. Protectora y abnegada, cumplía con sus deberes ante la sociedad y con sus “callados y generosos auxilios a los menesterosos” que acudían a sus puertas donde brillaba la flama contra la injusticia y desigualdades.
Ana Victoria, fue una mujer de mediana estatura, atractiva en su aristocracia espiritual iluminada por grandes ojos azules de expresión salmodiada con auroras inefables. su tez blanca de sutil visión femenina, era delicada. La refinada cortesía, ingenio, cultura y religiosidad maduraban respeto a sus expresiones. Firme de carácter en sus metas y cumplimiento de los deberes y obligaciones. Modesta y libérrima en su amor filial y entrega familiar. Leal, comprensiva y servicial en la amistad, patriota como nadie en el cultivo del honor, la integridad y admiración a las glorias eternales de la patria.
Ya en 1922, buriló sus “ensayos literarios”, primera obra, a la que subsiguieron: “honor y feminismo”, “actividades domesticas y sociales de la mujer”, ensayos como: clarines y cornetas, canción de primavera, a un aviador, Vicente León y otros de profunda inspiración evocadora.
Lienzos y pinturas de propia autoría son: “El Chimborazo, mañana quiteña, atardecer tropical y varias naturalezas muertas”, sin desmerecer el escudo del ecuador bordado con ingeniosidad y buen gusto o los álbumes de pintores universales y contemporáneos…
En oratoria, demostró poderosas facultades, prueba de ello, sus conferencias dictadas en la Universidad Central, Escuela Nocturna de Señoritas Quito, solemnidades familiares y públicas, en la Sociedad Bolivariana del Ecuador. En el Congreso Panamericano de Mujeres y en los homenajes a Latacunga por sus fiestas a través de la radiodifusora “HCJB” de la capital.
Su virtuosismo como pianista y cultora del canto formaban parte del encantamiento que emanaba de su grácil personalidad, reflejada también en el dominio de la guitarra. en su casa de Latacunga, conservaba una bien aperada discoteca con música de los grandes maestros y otros temas del folclor nacional e internacional palpitantes en fonógrafos y vitrolas. Fundadora de la Revista “Alas”, con Zoila Ugarte, María Esther Cevallos, angélica Hidrobo y Rosaura Galarza, fue presidenta del grupo. Además, colaboraba, en otra revista de la “sociedad jurídico literaria”. Fue secretaria de la Comisión Internacional del Congreso Panamericano de mujeres. Integrante de la Sociedad Bolivariana del ecuador. Sobre todo, ensayista con primores de armonía y exquisitas composiciones literarias en prosa.
Entre sus ensayos, fulgura el tono épico patriótico que exalta la impoluta figura del Libertador Simón Bolívar, sin desmerecer disertaciones emotivas sobre “feminismo” o “el destino protector y abnegado de la mujer”. No debemos olvidar sus escritos sobre: “arte y educación, los filósofos y la educación, el deporte y la moral, educación y democracia” en los que sobresalen las riquezas extraídas de permanentes lecturas de los clásicos griegos, autores romanos, conocimiento del humanismo, las corrientes literarias de la edad media, la historia española y el descubrimiento de América, las monarquías. Del sólido humanismo, Ana Victoria incursiona en la filosofía, literatura, arte y ciencia y sobre todo en el campo del misticismo y religiosidad, forjando una disciplina moral e intelectual sin precedentes en la educación de aquel tiempo.
Sus últimos escritos fueron: “problemas educativos” (1936) y “vida y obra de Mariana de Jesús Paredes y Flores” (1938), obra póstuma que sería publicada por su padre don Alberto.
Ana Victoria Vásconez Cuvi, meritísima escritora latacungueña, austera defensora de la mujer, falleció tempranamente de cruel enfermedad, en la ciudad de quito el 29 de mayo de 1939, apenas a los 48 años de vida (un cáncer terminal acabaría con su luminosa existencia). Sus restos mortales fueron sepultados tras el altar mayor de la iglesia franciscana de la capital junto a los despojos de su madre y luego de su padre…

VICTORIA VÁSCONEZ CUVI--- ENSAYISTA

El ensayo, posiblemente sea el género más complejo para escribir, pero quienes escogen esta naturaleza literaria lo hacen por una sola razón, han leído todo, observaron detenidamente al ser humano, detallaron la naturaleza como escenario de vida, no solamente de solaz y entonces, la pluma de estas preclaras personalidades nos heredaron recados insoslayables, necesarios, oportunos, misiones para evolucionar en el devenir y pintar un horizonte lleno de reflexiones, puntos de vista, ideologías, filosofía, discrepancias y hasta polémicas.

Leyendo a Victoria Vásconez Cuvi, encontraremos estos menesteres de vate, otorgados por el creador solamente a las almas predestinadas a enseñar y a orientar a sus coterráneos, verbi gracia: (en Ensayos Literarios: A Leonor) “…Traed flores, cantad alegres salmos, derramad una lluvia de azucenas sobre la niña que llega venturosa, por la alegría ine¬narrable de la hora augusta en que se da a las almas el Pan milagroso de los ángeles y él Vino celestial de los santos…”. La forma elegante de enaltecer un sacramento es sobria y muy castiza. Así mismo en Clarines y Cornetas, del mismo ensayo general dice: “…Y en el campo cubierto de heridos y cadá¬veres, coronando los riscos, agitándose entre la marejada de humo y los retumbos furiosos del cañón; la bandera tremola aquí y allá, encendiendo el heroísmo, y excitando hasta la locura el amor a la patria, a la patria dueña de nuestras vidas, reina de nuestros corazones…” La gracia literaria, al puro estilo de los clásicos, nos ofrece reflexiones para ser mejores ciudadanos; confirmemos con la expresión de patriotismo que suena a máxima irrenunciable: “…mas, patriotismo es no sólo morir por la patria sino vivir para ella; ser buenos y generosos, conquistarse un nombre y mil títulos para ser dignos de ella; patriotismo es la tolerancia, la concordia y no, en manera alguna, el odio de los partidos políticos en el seno de una misma patria…”.

Raudales de enseñanza encontramos en ensayos como en Vicente León: “…El amor a la patria, a la niñez y a la cien¬cia hizo de Vicente León el caballero inmortal, el maestro amable que pasea por el mundo su estandarte victorioso de nobleza y de civismo, enseñando que la prosecución de un ideal es lo único que vuelve memorables los nombres y las vidas, al mismo tiempo que derrama fecunda simiente, cuyos frutos deliciosos reco¬gen las generaciones del porvenir…”
Extasiémonos con delicias literarias, un uso correcto de galas para escribir y describir a una persona, no solo que describe al niño, sino que le hace más pueril e inocente, apreciemos lo que escribe en Por la Gota de Leche:“…Era ese un chiquitín rubio como una es¬piga dorada por el sol, blanco cual un lirio que se despliega a los primeros besos de la aurora, y diminuto cual un muñequillo que haría el embeleso de femeninas almas infantiles; sus labios, apenas sonrosados, parecían claveles, sus manecitas, al copiarse, darían realce al arte: en suma, era el pequeñuelo un manojito de flores…”
La prosopopeya virtual, la metáfora alegórica se confunden con la imagen, percibamos estas galas literarias en Canción de Primavera: “…Aquí, en el fecundo seno de la tierra, don¬de el ojo inexperto descubre sólo polvo y la vo-luntad tímida huye del trabajo y el esfuerzo, está el reino en el cual el amor del aire y la tierra, del agua y la luz, hace germinar la se¬milla, que trae las primaveras fragantes, como un eterno devenir, en el que florece la vida de los mismos despojos de la muerte…”
Y cuando se trata de perennizar el dolor, admiremos una elegía en prosa, en Dolor Eterno: “…¡Rompo el silencio! Modera tu an¬gustia corazón. Pero sollozas, pero te ahogas, gimes; pobre corazón mío. Vestido de cres¬pones vas a ocultar en el secreto las lacerías que el infortunio cruel te dejó impío? No, déjame que murmure, préstame tus cantares funerarios, dame a beber tus lágrimas, embriá¬game en tu cáliz de puro acíbar: cúbreme con el palio de tus nieves y coróname con las flores mustias de tus inviernos rígidos…”
Y continúa enseñándonos sobre aspectos humanos, tan necesarios para edificar nuestros espíritus y moldear nuestras almas, a la mejor manera de un filósofo clásico manifiesta en La Verdad: “…Qué sublime es la verdad en la inteligen¬cia, en el corazón y en las palabras de los hombres. La verdad en la inteligencia hace los sabios, los filósofos; la verdad en el corazón es el amor; la verdad en las palabras es la divi¬sa de los leales, de los valientes, de los buenos…”
Flores, jardines, motivos sentimentales, congojo, hombres, mujeres, el cielo, el mar, la tierra, la vid, la idea, el amor, la muerte, la vida, son tópicos de una expresión ensayística única; el acervo del conocimiento es tan importante y ella, Doña Victoria, nos lo entrega en forma de romances para extasiar la voluntad de los congéneres de hoy y de siempre.




VICTORIA VÁSCONEZ CUVI---FEMINISTA

Se nos hace muy fácil comprender lo que es el feminismo en estos tiempos; la creación de leyes, la madurez social, el brío de la mujer y los espacios otorgados a ella conducen nuestra creencia de que la igualdad de derechos es natural. Pues no es así, ubiquémonos en los albores del Siglo XX hasta la década de los ochenta, sin temor a equivocarnos, las condiciones femeninas eran de los más denigrantes, una segregación de actividades, oficios, oportunidades, pues el gran actor del desarrollo de la sociedad era el hombre; las pocas mujeres temperamentales, aguerridas y abnegadas, pugnaban por arrancar un trozo de responsabilidades en el mundo. Claro que ya existieron instituciones educativas para ellas, pero aún se advertía la exclusión. En las dos últimas Constituciones (1998—208) más que por pre4sión que por convicción a la mujer se otorgaba la posibilidad de ser pública; en la penúltima Carta Magna, decía que el 30% de candidatas debían ser mujeres, el revuelo que causó este precepto era axiomático, políticos “líderes” rellenaron las precandidaturas en inferiores puestos, pensando en que si eran aspirantes de suplentes no tendrían oportunidad de quitarles el puesto; y ya en el Congreso, las pocas féminas que lograron llegar a un escaño, casi fueron manipuladas por los caciques de la política. Bien, regresemos a los primeros lustros del Siglo XX, en este escenario Victorita, como le dicen aún sus sobrinos y familiares, con una presencia enérgica tomó la pluma y empezó a abrir los ojos, no solo a la mujer, sino a la sociedad entera. Todos sus ensayos, en todos sus artículos, menciona, reclama, induce a que ya es hora de surcar por los senderos del progreso pero con carácter; ella dice que el carácter, tienen que ser visto como temperamento que guía e impulsa un gran deseo; no aspiración porque esta sonaría a esperanza, no, ella, Victoria Vásconez Cuvi, obliga didácticamente a la sociedad, en especial a la mujer a que se instruya, a que ingrese a las ciencias, que cultive las artes; conmina a los gobernantes a la fundación de centros de formación educativa para que ella, la mujer ecuatoriana y panamericana, camine con laureles, se cobije con glorias, emane sentimientos, no descuide su pasión y que se una al hombre, al brazo duro que forja porvenir para que la patria evolucione.
Sí es verdad que fue parte de aquella época memorable del liberalismo radical de Alfaro y el liberalismo plutocrático de Plaza y sus acólitos, inclusive hasta el primer velasquismo, conservador con tintes socialistas, pero etapa de libertades al final y que sirvieron para que nuestra coterránea hiciera uso de estas débiles bondades y exigiera un puesto de honor para la mujer de la amada patria.
Permitido es que usted recuerde estos tips sobre el incólume pensamiento feminista de Doña Ana Victoria Vásconez Cuvi: “…PORQUE es de vital importancia todo lo que se relaciona con la educación de la mujer, trataremos de este punto con la aplicación y el cuidado que nos sea posible, proponiéndonos hacer, en adelante, estudio preferente y especial de cuanto pueda ser útil, o siquiera agradable a nuestras bellas hermanas del Ecuador…”
Para no dejarse convencer por los cantos de sirena de la política de turno; que dicho de paso nunca fue inmaculada, invita para que sus semejantes de bondad y falda empiecen por su reducto, allí donde no pueden involucrase los advenedizos y donde su autoridad tiene más cobertura que en la militancia, es decir se refiere al hogar; apreciemos esta lúcida exposición: “…No vamos a llamar a la mujer a un campo de acción para el cual aún no está preparada; no le insinuaremos que se presente en la palestra política, que intervenga en los comicios, ni vaya a la Legislatura, sino que iremos a buscarla en el hogar, y allí estudiaremos su misión, sus deberes y sus derechos….”
Está perfectamente consciente de un aspecto, la mujer es el sereno entre el exceso y la quietud, además la gran presteza que puede cumplir si la coyuntura lo amerita; su visión no es quimérica sino real puesto que asegura:
“…La formación del espíritu y de las costum¬bres corresponde en gran parte a la madre, y toda reforma social bien dirígida ha de empezar por la educación de ella. Y la mujer ecuato¬riana, piadosa, fiel a sus deberes, patriota y artista, posee cualidades innatas muy sobresalientes, para que bien educada, pueda ser la portaestandarte de la reforma social….”
El gran discurso que pronunció en la inauguración del centro femenino nocturno en Quito, siendo dama refinada, sutil y elegante, con fortaleza, en una peroración bastante extensa convoca, conmina, destella emociones y eleva el espíritu de la a que femeniles que le escucharon atónitas, y es que su alocución contundente pareciera
Que más que un queja se convertía en precepto irrenunciable y que se conseguiría en la conversión del tiempo: “…Olvide la mujer sus frivolidades y sus bagatelas para recobrar su libertad de pensar y su aptitud para el trabajo. In¬tervenga en la vida social y funde un gran colegio superior, donde aprenda Filoso¬fía, Literatura, Economía, Higiene, Cien¬cias, Idiomas y los fundamentos científi-cos de la Religión. Funde una Casa de Artes y Oficios, donde la obrera aprenda las cosas fáciles, que hoy absorbe el hom¬bre solo, y que, no obstante, son apropia¬das para ella. Funde pronto, muy pron¬to Sindicatos obreros femeninos, porque el sindicalismo es un apoyo mutuo, una inmensa cohesión, una gran fuerza, que pone al trabajo, y sobre todo al trabaja¬dor, al amparo de injustas explotaciones….”
Un periodista dice que la conoció cuando su estado de salud era muy precario, pero a pesar de aquella tribulación que, con serena palabra y porte de muy buena dama le refirió aspectos que le conmovían y le animaban a la vez; aquella solemnidad, pureza y diafanidad de su alma se refleja en:
“…Hay otro motivo muy serio para que la mujer sea estudiosa. Ella tiene la misión de ser idea¬lista, de promover entusiasmos y esperanzas, de levantarse con la aurora a saludar los nuevos soles de verdad que iluminarán las almas. La mujer moderna debe darse toda a su hogar, a su patria y a su América; ella debe no sólo conser¬var sino encender la lámpara de todos los idea¬les. La nueva verdad de hoy, tan radiosa y po¬tente: "América Latina para los latinoameri¬canos", será luz, fuerza y vida, cuando la mujer la comprenda y la enseñe como madre en el ho¬gar, como maestra en la escuela.
Estudiad, leed siempre…”

Mucho más se podrá escribir de esta rosa latacungueña, de exquisito aroma, de perfume contagioso e inagotable, pues sus letras sedientas de verdad y justicia fueron incrustándose en los pechos de las madres, en las siluetas de las hijas, en el regazo de las esposas, y que pronto aunque parezcan muchas décadas, habrá de convertirse en realidades y no solo en esperanzas. Desde luego que no es absoluta la batalla ganada por la mujer, pero si un aliento que le anima cada día a ser parte activa y vivificante de esta sociedad que pugna aún por equidades no solo por presión de la norma, sino porque la sensatez lo obliga. Descansad en paz Victorita, porque tu simiente sí cayó en surco fértil y los frutos son más dulces y jugosos en Bella Patria y en la América de porvenires.





VICTORIA VÁSCONEZ CUVI.- PERIODISTA

Sin tratar de invadir honorables campos, propios de ilustres personalidades; no obstante, es menester recordar la relevante función del periodismo y esta consiste en informar para orientar; pues, para crear conciencia y construir significados es necesario una orientación a través de los medios de información; resultará más consistente que el lector, a partir de la didáctica del periodismo, ejerza su derecho a censurar, contribuir y enriquecer las acciones humanas.
Victoria Vásconez Cuvi, en los artículos aparecidos en varias revistas nacionales (Alas de Quito, El Libertador de Quito, Austral de Cuenca, Ecuatorial de Ambato, América de Quito, El amigo del lugar de Riobamba) ofrece una prosa didáctica, se trata de una información que educa y orienta sobre aspectos culturales, sociales, humanos e inclusive políticos; bastaría leer artículos sobre: Belisario Quevedo, Simón Bolívar, Alejandro Mateus, La Cruz Roja y la mujer, Madre Patria, para poder concienciar sobre aspectos necesarios de la vida, del pensamiento y de la patria.
Es oportuna la palabra para guiar el pensamiento y es pertinente el mensaje puesto que señala lo eminentemente claro para enrumbar la responsabilidad humana.
Comparte admoniciones con el gobernante, recordándole que es inevitable el ejercicio del temperamento y del carácter para dirigir un estado. En la revista Ecuatorial, aparece este artículo con el nombre de Madre Patria, reproducimos algo pertinente: “…Gobernante, refrena con mano firme los desvíos del pueblo. No vaya tu tolerancia a permitir que se altere el orden ni se corrompan las buenas costumbres. Si la razón no alcanza a realizar el progreso, sea la fuerza inspirada por la justicia, ilustrada por la sabiduría, la que consiga realizarlo…”
Al mejor estilo de Maquiavelo, ¿no es verdad que pide al regente gobernar con sabiduría?.

En el artículo: El mal de vivir, escrito en la Revista Ecuatorial, también tiene elementos pedagógicos, aborda un tema de suma importancia, la educación, pero aquella educación integral, la que viene de casa y se enriquece en la escuela y el colegio y dice al sollozo de la elegante pluma: “…Cae la noche y adormece la naturaleza, pero frente a ella, cerca de ella, viene la sonriente luz del alba; aún las tiniebla pavorosas se alegran con los besos de la luna y las estrellas. Así seguramente, junto a la tristeza inevitable de la vida, se encuentra la alegría corno rayo de sol, o rielar de luna o titilar de estrellas. . .” “…Pero si la mano del padre, de la madre no ha preparado al hombre el camino de la felicidad, ¿dónde encontrarlo? En ti, en ti sólo, en tu idea creadora y en tus fuerzas. Eres libre, tienes heroísmos latentes; tienes en ti «una mina de oro, una fuente clara y un rosal en flor». Descúbrelas, utilízalas, pero quiere, quiere sobre todas las cosas. ¿Para qué te sirve la vida con sus inmensas fuerzas, el talento con sus múltiples recursos, el mundo con sus enormes puertas, la humanidad con sus brazos abiertos de ternura o debilidad?...”
Entre octubre de 1935 y mayo de 1936, Mussolini, invade Etiopia; para confirmar el imperio italiano, evade confrontar a Francia e Inglaterra y se dirige con cien mil legionarios a cumplir esta nefasta tarea y aplicar el fascismo en su más cruenta expresión. Las Potencias del Eje (Alemania Nazi, El reino de Italia y Japón) estaban en franca expansión, el poder que ostentaban era de muy buena hegemonía y una vez que se consuma la invasión de Abisinia (Etiopía), a pesar de los pedidos de embargo para Italia a través de La Liga de Naciones (naciente ONU) , esta propuso la ejecución del requisición pero solo en materia superficial, dejando entrever el juego del poder y la ayuda para el más fuerte puesto que el débil tiene que inmisericordemente someterse. Frente a este hecho reprobable, Victoria Vásconez Cuvi, asumiendo un rol eminentemente serio, para no comprometer al gobierno y al estado (recuerde que su padre era un político de estado renombrado para la época), como debe ser un periodista equilibrado, primero orienta a la sociedad con sutil forma y discrepa con el ejercicio de este lacerante acontecimiento cruel e inhumano. Pero dejemos que la elocuencia de Victoria nos lo diga de mejor forma: “…inmensa conmoción tuvo que haber producido en el mundo el llamamiento del Duce para la conquista de Abisinia. ¡Cuántas diferencias profundas entre los dos pueblos que iban a lanzarse a la guerra! No era difícil prever La suerte de Etiopia ante la superioridad de las armas italianas. Sin embargo de conocerla, el Negus y sus valientes tropas se alzaron heroicos a defender su Reino, su dignidad, su territorio, con una bravura que debió sorprender a sus agresores….”
Pues bien, usted tiene la palabra, que su conciencia interprete de mejor manera la obra de esta excelsa ciudadana de todos los tiempos, a pesar de que se relegó su figura durante décadas, nos corresponde ahora que vivimos nuevos tiempos casi con los mismos problemas pero con ilustradas manifestaciones lo que nos corresponde es acicalar la idea, ejercer nuestros derechos, sin olvidar el cumplimiento de los deberes que la vida la sociedad, la ley y Dios nos ofrece. Sea de vosotros un mejor juicio.










ENSAYOS LITERARIOS
1922






















PARA MIS AMIGAS

DEDICO ESTE ENSAYO A MIS POCAS Y BUENAS AMIGAS


Pasó ya para siempre la rancia teoría que llamaba inútil y perjudicial la educación femenina, y en el día de hoy es, sin duda, necesario y loable que la mujer piense, se instruya, hable y escriba. ¿No es natural expre¬sar de palabra o por escrito lo que impresiona y conmueve? ¿Hay algo más espontáneo que ha-blar, cantar o llorar cuando la emoción nos do¬mina?

A vosotras, mis amigas, os digo, al oído, que mi pluma quisiera vivir en el país del ensueño, brillar como un rayo de luna o ataviarse con má¬gicos colores; mas, aunque huérfana de primores y galas, es para mí, una inmensa consolación.

Porque, en medio del dolor de la vida, el cul¬tivo del arte significa una dulce alegría; alegría sutil que no turba el ambiente sereno de mi sole¬dad, de esta soledad en la que anhelo refinar cada día, ennoblecer y purificar mi espíritu, para que, entre otros fines, el arte mío, reflejo de mi vida, sea refinado también. Desde esta torrecilla de aislamiento contemplo la belleza por doquiera, la belleza que deseo expresar con palabras pom¬posas y suaves, semejantes a armiño y seda.
Amigas mías, hacia vosotras van el beso de mi idea y las flores de mis sentimientos.






A LEONOR EN SU PRIMERA COMUNIÓN

¡TRAED FLORES! Cantad alegres salmos, derramad una lluvia de azucenas sobre la niña que llega venturosa, por la alegría ine¬narrable de la hora augusta en que se da a las almas el Pan milagroso de los ángeles y él Vino celestial de los santos.
«Oh adorable Eucaristía, Sacramento del amor de Jesucristo a los hombres, objeto del odio de unos y de la indiferencia de otrosí. A medida del don crece la ingratitud en el mez¬quino corazón humano.
Señor, Vos sois el Dios de los niños y de ¬las almas puras que se les parecen: díganlo Mariana de Jesús, Rosa de Lima.
Vos sois el Dios de las inteligencias lumi¬nosas y nobles corazones como el de un Pablo, de un Agustín, un Francisco de Asís.
Vos sois el Dios de las almas apasionadas y fervientes, de las mujeres que tienen fuego en el corazón, lumbre en la mente, de las mujeres hermanas de Magdalena y Teresa de Jesús.
Vos sois el Dios de los reyes, y las coronas de Carlomagno, de Luis, de Eduardo están a vuestros pies.
Vos sois el Dios de los ejércitos y de todos aquellos heroicos capitanes, rayos de las bata¬llas; sois el Dios de Napoleón, Conde, Bolívar, Sucre.
Pero las almas impuras y sensuales nos reconocen, las inteligencias estrechas y los corazones mezquinos no os aman, las mu¬jeres vanas y frívolas no os adoran y muchos poderosos del pensamiento y del carácter están hechizados por el error o vencidos por las forta¬lezas del orgullo.
La naturaleza, en derroche de galas, ha prestado su virginal tesoro para esta rica fiesta; la seda alabastrina, la concha nacarada, pieles sin mancilla y azucenas en flor: perlas se derraman cual rocío sobre su vestidura y se ostentan gallardas en su cuello.
Blanca de cuerpo y alma, ¡oh hermana mía!, no manches nunca tu infantil candor. Hay zarzales erizados y tinieblas que asustan en la vida; pero hoy has encontrado el camino que conduce a la verdad, has hallado la luz. Que el resplandor del sol eterno de justicia te circunde, Jesús es la verdad, Jesús es amor, Jesús es triunfo.

CLARINES Y CORNETAS

OÍD el fragor de la batalla y su terrible vocería; mirad la nube de humo de los cañones tronadores. ¡Que vivan los valientes! ¡Que mueran los traidores! ¡Vivan! ¡Mueran! El clamor de los clarines, la voz férvida de músi¬cas guerreras, el piafar del caballo, trémulo de bríos y el toque prolongado de las cornetas transmisoras del pensamiento que gobierna.
Venid, volad al campo sembrado de cabezas y corazones. ¿No veis al soñador, al sediento de gloria? ¿No conocéis al padre, al amigo, al esposo? No miráis al buen hijo, delicia de su madre, al adolescente que está entretejiendo su corona de ensueños? No, no miráis esto; allí donde vuestra pupila se enciende y vuestra mano señala firme, miráis sólo al patriota. Fusión sublime de todos los amores; allí no halláis protervos ni viciosos, pues todas las mancillas se consumieron en el fuego purificador del amor patrio.
Mas, ahora, mirad a los traidores; allí no veis cabezas, corazones ni amor. Traicionar a la patria es renegar de todo sentimiento huma¬no y noble, es tornarse reptil. No respeto a un padre venerando ni ternura a una madre noble y santa puede tener el que no ama a la patria, no fiel amigo ni cariñoso hermano puede ser el que no tiene patria.
Y en el campo cubierto de heridos y cadá¬veres, coronando los riscos, agitándose entre la marejada de humo y los retumbos furiosos del cañón; la bandera tremola aquí y allá, encendiendo el heroísmo, y excitando hasta la locura el amor a la patria, a la patria dueña de nuestras vidas, reina de nuestros corazones.
Deber sagrado es el de sacrificarse por la patria cuando su integridad, su honor, su in¬dependencia así lo exijan; pero el patriotismo se aquilata en la paz y se confirma en la guerra, pues la mayor prueba de amor es la de dar la vida por quien se ama: mas, patriotismo es no sólo morir por la patria sino vivir para ella; ser buenos y generosos, conquistarse un nombre y mil títulos para ser dignos de ella; patriotismo es la tolerancia, la concordia y no, en manera alguna, el odio de los partidos políticos en el seno de una misma patria y al abrigo de una misma bandera; patriotismo es sentir todos en un solo corazón las amarguras de la patria, alegarse de sus triunfos y trabajar, todos unidos, por su bienestar y engrandecimiento; patriotis¬mo es seguir siempre los dictámenes de una conciencia honrada, empeñarse por alcanzar la verdad y por elevar el carácter. Patriotismo es, en una palabra, el amor incesante de la patria, el que como todo verdadero amor es sabio y benéfico; tiene ojos zahoríes adiestrados a las más felices previsiones y voluntad gene¬rosa que no rehúsa las pruebas ni los sacrificios.


A UN AVIADOR

Y TE encumbras, intrépido, con la majes¬tuosidad soberbia de los cóndores, desafiando la ira de los vientos y el estampido del rayo.
Aviador, ¿a dónde te diriges, hechizado con el fulgor de aquellas montañas que semejan los cúmulos nevados, o por el aspecto de gi¬gantescos palacios que fingen las nubes en brillante agrupamiento? ¿Piensas descansar sobre las cumbres de aquellos volcanes aéreos dominar la cerviz de fantasmas vaporosos?
No; seguramente te encaminas a los cirros, para buscar bajo doseles de diáfanos encajes alguna mansión de hadas. Dicen los poetas árabes, que por las alturas corre el Acawtar, río que nace debajo de las raíces del árbol de la felicidad: En esta región murmuran las fuentes de ámbar gris a la sombra de unas pal¬meras de oro, y las huríes cantan himnos triunfales a los soñadores y valerosos. ¿Yes aque¬llas fuentes, oyes aquellos cánticos?
¡Oh soñador!: sin duda vas en pos de un ideal, seguro de la fuerza de tus alas. ¡Cómo se mece el avión al dulce soplo de los céfiros!
Y descubrirás, tal vez, los secretos del éter, penetrarás el misterio que llena las alturas. Elévate, aviador, elévate sereno y conquista los tesoros que ocultan los cielos: elévate en la idea y en el pensamiento, como te elevas en la acción, para que puedas merecer bien de tus hermanos y el aprecio del mundo. Con tu mano, visionario, desata un rayo de ese sol del Inca y desciende a la tierra, por acaso tropieces en sombras o tu horizonte oscurezca la negra tempestad.
Sí, desciende y reposa un momento sobre nuestras montañas, donde celebra con pompa sus misterios la sacerdotisa naturaleza, bajo la cúpula del astro rey, sobre las baldosas dia¬mantinas del hielo secular, con incienso de las selvas y a los retumbos de la tempestad.
Desciende y contempla los ríos que corren bulliciosos, sesgando entre las sinuosidades del terreno sin que los aprisionen los tupidos di¬ques del ramaje; ellos se arrastran como ser¬pientes y fecundan, no frutos mezquinos ni tardíos, sino espigas de oro repletas de bendi¬ción y de vida.
Desciende y admira la pródiga naturaleza ecuatorial, adornada con todos los primores de la belleza; de ambiente apacible, donde vientos alisios cultivan el amor perfumado de las flores; donde las auras derraman la fragancia de aro¬mosos vergeles y mecen en oleaje murmurante la melena de los gigantes moradores de las añosas selvas.
¡Oh aviador!: si en tu pecho florecen las virtudes, la fama ornará tu noble frente con laureles, que el Amazonas brindará generoso, repitiendo tu nombre en su carrera triunfal.


VICENTE LEÓN

EL 22 de agosto de 1920, el señor Don Belisario Quevedo, Rector del Colegio Vicente León, declaró oficialmente inaugurada la erec¬ción del monumento al ilustre Filántropo latacungueño. Es de interés social todo cuanto tienda a perpetuar la memoria de Vicente León, porque su vida encierra más doctrina que miles de volúmenes, y esta doctrina es en la hora presente saludable para nuestros hombres y para nuestros pueblos: amor del saber, tra¬bajo, perseverancia v sacrificio por la patria, elevados hasta el heroísmo, constituyen los distintivos de su carácter.

El amor a la patria, a la niñez y a la cien¬cia hizo de Vicente León el caballero inmortal, el maestro amable que pasea por el mundo su estandarte victorioso de nobleza y de civismo, enseñando que la prosecución de un ideal es lo único que vuelve memorables los nombres y las vidas, al mismo tiempo que derrama fecunda simiente, cuyos frutos deliciosos reco¬gen las generaciones del porvenir.
¡Nostalgia del ideal, sed de verdad y de belleza! ¿Dónde un ideal más clásico y más puro, más alto y más benéfico que el de Vicente León?

Sereno y hernioso era su ideal. Fundar en la patria un colegio, en el que habitaría alegre bandada de pequeñuelos, a quienes ali¬mentaría con el pan de la ciencia y en cuyas cándidas frentes ceñiría la áurea corona del saber.
¡Salve pródigo del saber, derrochador de la ciencia! Sabiduría, ciencia, que has colo¬cado tu alcázar superior al alcázar de los reyes; si los monarcas no son vasallos tuyos, se derrumban los tronos y los cetros caen despe¬dazados; sabiduría, que te elevas con alas po¬tentes al azul, dominas los espacios e inquieres el secreto de los astros; tú desciendes a los senos fecundos de la mar e investigas la virtud prodigiosa de la tierra, das a conocer las leyes de la naturaleza, en las que brillan la armonía y la vida; enseñas cuánto son útiles y buenas las cosas grandes como las pequeñas, haces distinguir el bien del mal y concedes al hombre poderío y grandeza
En las prefiguraciones de su obra, Vicen¬te León gozó, sí que gozó de la visión radiosa de la ciencia, y con su mirada genial contempló, cómo en los puros raudales del saber, mitigarían su sed de verdad las futuras generaciones de su patria.
Dejo el remanente de mis bienes para que se instituya en mi patria, Latacunga, un colegio de educación», dice su octava cláusula testamentaria.
Educar, hacer el bien en su más bella forma, conceder altas dosis de felicidad para toda la vida de un hombre; llevar esa misma felicidad al hogar y a la patria.

Educar, hacer resplandecer la verdad en las almas e infundir en los corazones el amor del deber y del bien;
formar el carácter implan¬tando en él los sentimientos buenos y extir¬pando, atenuando a lo menos, los instintos perversos y viciosos.
Educar, desenvolver las aptitudes, casi siempre múltiples, que Dios ha concedido a cada alma; aptitudes que en el transcurso de la existencia, han de ser útiles para triunfar en las luchas por la vida.

Educar, formar un hombre sano de alma y de cuerpo, cuidando de sus fuerzas físicas, como de elemento esencial en el compuesto humano.
Al contemplar su idea de crear un plantel de enseñanza, encarnándose en las obras que podían realizarla, asombran su heroísmo y su constancia, porque Vicente León era pobre, muy pobre, y empezó la obra lenta de formar una fortuna cuantiosa, con el solo fruto de su trabajo honrado y perseverante, con su vida sobria y austera, con su abnegación y sacrificio.

Y aquí, precisamente, en la idea que se convierte en trabajo, en abnegación y sacrifi-cio, nos da Vicente León la más adecuada doc¬trina que debe predicarse a nuestro pueblo. No ha menester la patria, por más tiempo, de inútiles declamadores, sino de hombres que transformen en hechos las hermosas teorías de resurgimiento, estudiadas y ponderadas por tantos ecuatorianos de los pasados días. El desinterés en el servicio de la patria es hoy necesario, ante todo. No es preciso ser mártir como Vicente León, pero sí sacrificar una pe¬queña parte de nuestro reposo y de nuestra fortuna por ella. Lo que sí obliga, lo que se impone con toda la fuerza del deber, es renun¬ciar las ambiciones mezquinas, los odios de partido y el afán exagerado de hierro personal en la adquisición y el manejo de los cargos públicos.

Y cabe también expresar aquí, otra lec¬ción que se desprende de la vida del Filántropo, pues será en todo momento necesaria. Que el tiempo es oro y es ciencia, es progreso y es bien, cuando se sabe utilizarlo con el trabajo y la constancia. Que la fortuna, el capital, no se conserva y acrecienta sino por medio de la eco¬nomía y el ahorro; no del ahorro que forma los avaros, sino del otro que hace los hom¬bres libres e independientes, los filántropos y benefactores.

Latacunga, poética y adorada; ya se vis¬lumbra el día en que la imagen broncínea de tu hijo esclarecido llegará triunfalmente a tu ho¬gar, velará por tu gloria y enseñará a tu pue¬blo sus eximias virtudes.


POR LA GOTA DE LECHE

SIN preámbulo ni exordio, allá va esta ve¬rídica narración.

En los afueras de la ciudad, donde no se yerguen soberbios edificios, ni en la noche re¬fleja sus luces el casino; donde no se oyen melo¬día de pianos y violines, donde no ruedan co¬ches y la calleja se vuelve cada vez más solita¬ria, allí está la casita en que vive una hermosa mujer, joven y pobre.
Penetrad en su morada y contempladla, de pie, junto a la cuna, acariciando la sedosa ca¬bellera de su hijo.

Era ese un chiquitín rubio como una es¬piga dorada por el sol, blanco cual un lirio que se despliega a los primeros besos de la aurora, y diminuto cual un muñequillo que haría el embeleso de femeninas almas infantiles; sus labios, apenas sonrosados, parecían claveles, sus manecitas, al copiarse, darían realce al arte: en suma, era el pequeñuelo un manojito de flores.
La madre seguía contemplándole, decíale en secreto sus cariños, hasta que al fin, cedien¬do a su ternura, imprimió en la frente del hijo un beso que parecía abrasarlo; entonces, los vivarachos ojillos de niño se fijaron en los ojos de la madre: loca de amor, levantó ésta al in¬fante y le abrazó diciéndole: hijo del alma, encanto mío, mi dicha, mi tesoro; le miró son¬riente y extasiada de gozo puso en los labios del niño su blanco pecho. . . . Mas, el hambre le había arrebatado el vigor de los abrazos y las mieles del pecho. El niño lloró al encontrar vacío el rico vaso, en que la madre le ofrecía antes el néctar de su amor.

Entonces, mortal palidez cubrió el hernio¬so semblante de la joven, y un alarido en que se mezclaban todas las ansias y todos los dolo¬res respondió a los sollozos del hijo.

Una niña se acercó temblando a la mujer desfallecida. Madre, madrecita de mi alma, dijo: ¿vas a morir? No, no morirás, porque saldré a implorar una limosna, por amor a Dios.

Al modo que nuevo combustible hace re¬vivir el fuego, próximo a extinguirse; a la vis¬ta de la hija infortunada, tomaron nuevo fulgor los ojos de la madre y un raudal de palabras se desató de sus labios.

Ven, le dijo, mi encantadora Lola mía, morenilla graciosa; ¡oh, cuan bella, mi vida! Ven más cerca; déjame embelesarme en tus miradas, donde los destellos de tus ojos me llevarán cual estrellas, para escudriñar tu alma herniosa, llena de irradiaciones de pureza; déjame hacer leve prueba en tus oídos, donde las palabras poco nítidas, harán tem¬blar tu espíritu y traerán a tu frente las subidas coloraciones del carmín. ¿Irás tú a implorar la caridad por las calles y plazas, .deshonrando tu gracia y tu belleza, tu talento y tu virtud?
¡No, gritó, jamás! Veré con la sonrisa en los labios que te mueras de hambre, pero no comerás el pan, ni beberás el vino, ni acep¬tarás las perlas, ni el oro que para las mujeres miserables derrocha la degradación.
Y creció la angustia de aquella mujer has¬ta que la llevó a los límites en que la razón se extravía y la voluntad sucumbe. ¡No más do¬lor! gritó, mi infortunio ha llegado a su colmo, mis niños huérfanos, miserables; yo viuda y desvalida. ¡Ábranse a mis pies abismos y de¬vórenme, abráseme el sol hasta convertirme en cenizas! No tengo fuerzas para el trabajo, ni palabras bastantes para publicar mi desgracia y mendigar un pan.

¡Alto ahí!, mujer desventurada. No lla¬mes a la desesperación ni te hundas en el abismo de la angustia. Tu dolor despertará la compasión en las almas piadosas y la caridad en los espíritus cristianos. Ellos mitigarán tu pena y enjugarán tus lágrimas.
Es tan fácil y agradable hacer el bien: es tan noble tender la mano para levantar al caído, a fin de ahogar en su pecho el grito ás¬pero del desconsuelo y escuchar de sus labios la palabra melodiosa de la gratitud.

Pues con el mismo oro con que se obtienen los placeres, que satisfacen tan poco, puede obtenerse la felicidad de nuestros semejantes. Ayudarles a sostener la vida, devolverles la sa¬lud, llevar la alegría al alma de los pequeñuelos, es profundamente hermoso y consolador.

Interesarse en la educación de un niño, que podrá ser un artista célebre o un soldado valeroso, cuando abandonado a su miseria se¬ría, tal vez, un vago, un criminal, un suicida. Velar por la formación de una niña, que llega¬rá a ser mujer honrada y laboriosa, en tanto que como hija de su suerte será arrastrada al mal; son en verdad goces infinitamente supe¬riores a los que proporcionan el orgullo y la vanidad insaciables.

Conservar el honor, la independencia, la fuerza de los caracteres, que, de seguro, se de¬bilitan, se abaten a los golpes traidores de la pobreza, aplacar la angustia imponderable de las madres, que no pueden dar a sus hijos pequeñuelos mi pedazo de pan, son por cierto al¬tísimos y selectos placeres.

Se puede, se debe cercenar un tanto el oro que se derrocha en el deleite, para ofrecerlo a nuestros pequeñitos hermanos, necesitados.
Pequeñitos son, inermes y desvalidos co¬mo un niño, todos los miserables. Niños que lloran y se quejan, niños que carecen de vesti¬do y de pan, de fuerza y de alegría son todos los que padecen.

Nuestro Salvador Jesús, el Dios de amor, el infinitamente piadoso, El, que para todos los niños tiene una caricia y para todos los peca¬dores que en él confían una palabra de perdón; en su divino amor a los pobres, a los pequeñuelos, a los desgraciados, les dice: «El que a vos¬otros recibe a mí me recibe, porque lo que hicie¬ren con cualquiera de vosotros lo habrán hecho conmigo». Pues, entonces, ofrezcamos a Nues¬tro Señor regios lises, lirios, rosas de candad. «La virtud, la caridad sobre todo, tiene el privilegio de ser una de las más altas poesías». Rimemos cada hora la inefable poesía del bien; demos limosna no sólo de pan sino de verdad y arte: Demos a los niños pobres la limosna de nuestro corazón, procurando aliviar con nuestro afecto su inmensa desventura.

Nnobilísima será la caridad que las cultas 3- piadosas damas de la Capital realicen para proteger a la niñez desvalida, con la fundación de la Gota de Leche. Dios ha dotado al cora¬zón femenino con un tesoro inagotable de bon¬dad y ternura; tesoro que distribuido por las cristianas manos de la mujer quiteña, se con¬vertirá para los pequeñuelos en alegría, en vi¬da y esperanza.


CANCIÓN DE PRIMAVERA

ALLÏ, allí donde se clava y hunde la reja del agricultor de mi patria, de mi patria en la que pródigamente derrama el sol sus oros, la brisa sus caricias y el agua su canción, hay un reino apenas conocido. Narraré las impresio¬nes del viaje fantástico por este reino, en el cual encontré «el árbol que canta y el pájaro que habla».
Obedecí la voz de la experiencia que me dijo: labra el surco y abre el generoso seno de la tierra, que está en recompensa de tu afán, te enseñará los tesoros de sus palacios subte¬rráneos.

El golpe firme y repetido del hierro describió el subterráneo, entonces hallé, no los codiciados tesoros, sino, ¡oh dolor!, la ruda y anhelante fatiga: sí, la fatiga, que en los esca¬brosos caminos de la gloría, en los laberintos de la ciencia, en las montañas altísimas de la virtud, somete a lenta prueba el carácter de los hombres.

En la gloriosa epopeya americana, consu¬mada por hechos prodigiosos, por hazañas ho¬méricas, la fatiga acompañó a Bolívar en el año nefasto de 1814, cuando desengaños y rigores destrozaban su ideal de libertar el continente; acompañó a Sucre y sus legiones en la admira¬ble ascensión al Pichincha, donde iba a librarse la batalla redentora.

En el Ecuador, mi noble y dulce Patria, a la que dieron honra en todo tiempo hijos beneméritos, la fatiga fue testigo, mil veces, de la inquebrantable constancia y las vigilias de González Suárez y Luis Felipe Borja.

Aquí, en el fecundo seno de la tierra, don¬de el ojo inexperto descubre sólo polvo y la vo¬luntad tímida huye del trabajo y el esfuerzo, está el reino en el cual el amor del aire y la tierra, del agua y la luz, hace germinar la se¬milla, que trae las primaveras fragantes, como un eterno devenir, en el que florece la vida de los mismos despojos de la muerte.

Aquí está el imperio de la soledad que forma los austeros, los fuertes, los artistas.
Aquí están el mármol, la piedra y los me¬tales en que esculpen inmortales bellezas los magos soberanos del arte; aquí el oro que cir¬cula en los ríos y yace en las profundidades de la tierra, y las piedras preciosas que recogen los invisibles gnomos.

Aquí está el primer manantial de la rique¬za: a poder de trabajo da la tierra sus dulces frutos que conservan la vida; venden las sustan¬cias que adormecen el dolor y devuelven la sa¬lud, hace verdear la esplendente alegría del prado, que alimenta la vacada proveedora de leche y carne.
En sus campos luce el algodonero sus vis¬tosas galas; ostenta el lino sus flores en las que resplandece el azul de la aurora, y se yergue la morera para hogar del gusano de seda.
En esta paradisíaca tierra ecuatoriana guarda el suelo tesoros de leyenda y son esos los tesoros que enterraron los incas. Esta pródiga madre, al proporcionar a sus hijos no¬ble y ventajosa ocupación, hará que la espada, pronta a desenvainarse en desastrosas guerras fratricidas, sea en el «útil arado convertida».

El trabajo agrícola abrirá en el Ecuador la anhelada nueva ruta en que se ejercitará el esfuerzo de miles de seres, sedientos de activi¬dad y de oro.

La agricultura creará en el país una raza de hombres sanos y fuertes, porque le arranca¬rá del apiñamiento e infecundo afanar de la ciudad.
La agricultura dará un golpe mortal a la empleomanía, enervadora de los caracteres, a la bohemia triunfante, corruptora de las costum¬bres juveniles y a la mendicidad convertida en profesión lucrativa.

Y tendiendo la vista al porvenir, allá, una tierra ignota, un bello país encantado surge en ese que un día será el verdadero oriente ecuatoriano.
¡Oriente! profético nombre, que a la patria de Montalvo y Olmedo darás rica vitalidad y lozanía.

¡Oriente! tú exigirás pronto del Ecuador el generoso y patriótico esfuerzo de sus gober¬nantes, el arduo trabajo de sus varones, todo el ardor de sus jóvenes valientes.

Jóvenes ecuatorianos, jóvenes del mañana, el Oriente os ofrecerá campo digno para vues¬tras proezas: llevaréis vuestra bandera y la plantaréis en las cumbres del Abitahua; lleva¬réis la castellana parola, la historia y cultura de la patria a las frondosidades de la selva vir¬gen, descuajaréis los bosques, ahuyentaréis las fieras, conservaréis la integridad del territorio patrio, y seréis heroicos centinelas y defensores contra la audacia del usurpador.

Pero, ¿a dónde voy en alas de mi sueño? Prosigamos. Penetré en las profundidades de la tierra para estudiar los secretos que ellas guardan; conocí el laboratorio donde la natu¬raleza verifica la germinación de la semilla, y caminé por una senda oscura y áspera, hasta que llegué a un valle, en el cual la riente Pri¬mavera comunicaba su espíritu a los pintados árboles, a los racimos y a los trigos.
Los racimos hablaron:
Somos rojos como la sangre o rubios en la champaña que burbujea en esplendente copa.
Nuestros jugos circulan con gloria por el mun¬do, desde sus fuentes de Borgoña y desde sus manantiales del Rhin.
Con nuestra sangre llevamos a las almas la alegría y a los cuerpos la fuerza.
Y los trigos dijeron:'
Formamos el pan conque la tierna madre aplaca el hambre del pequeñuelo; sostenemos la energía del labrador y confortamos la mente del filósofo; calmamos la angustia de los nece¬sitados y somos la limosna -del mendigo; miti¬gamos el rigor de los ayunos y vamos a sua¬vizar la miseria de los encarcelados.
Rodamos por el mundo en finos estuches y fuera de ellos, hicimos en la mesa del festín en los banquetes de los poderosos.
Desde un trono, cuyo cortinaje era forma¬do por la pálida seda de los lirios, dejó, oír su vocecita la azucena: tengo la blancura del candor, que en la mente de los niños cubre con níveo veló las vergonzosas sombras; del candor, compañero de los grandes espíritus y ángel guardián de las jóvenes cristianas
Y el azahar: soy la flor sagrada de las ilusiones. Las blondas cabezas que gallardas se ciñen mi diadema, me dicen sus radiantes visiones y dorados ensueños.
Los juveniles pechos que orgullosos osten¬tan mis ramilletes, son nidos de amores cándidos, de santas promesas, de bellos juramentos.
La humilde violeta: soy la que simbolizo la modestia, santa virtud, amada sólo del ver¬dadero mérito, y desconocida de la vanidad triunfante y del orgullo dominador.
Hasta que se irguió con pompa la rosa gentil y enfáticamente declamó: ¿Quién no busca los sueños de color de rosa, qué virginales mejillas no envidian mi carmín, qué poeta no me canta, qué enamorado no me codicia?
Sonó luego, majestuosa, la voz de la en¬cina: represento a los grandes y a los fuertes. Con mi cabeza erguida resisto a las tempestades y afronto la furia de los vientos, al balanceo ar¬mónico de mi cabellera que se sacude del pol¬vo y arroja las gotas de la lluvia. Doy sombra al caminante, apoyo al débil y abrigo a las aves del cielo. Soy la reina del bosque y sé que la majestad recibida se devuelve en noble ejem¬plo y generosa ayuda.
Con fúnebre y blanda voz, dijo el sauce: con mi hermano el ciprés somos los compañe¬ros de los muertos. Yo sé de muchas lágri¬mas que muy pronto se cambiaron en risas; sé de promesas olvidadas y juramentos deshe¬chos. Aquí, a mi sombra, se destruyen los palacios de la gloria, y enmudece la trompeta de la fama. Yo he visto las hermosuras orgullosas convertirse en polvo y los cuerpos florecientes reducirse a cenizas. Yo sólo pro¬clamo con eterna verdad: «Vanidad de vani¬dad y todo vanidad».
Y concluyó el laurel: brindo alegre mis ramas para coronar la frente de los poetas y los héroes. En las sienes de Hornero y el Dante, en las de Alejandro y Napoleón: ¿ha muerto acaso mi verdor? Muere lo caduco, «vuelve el polvo al polvo»; pero la gloria que arrebata el genio en los triunfos de su pensamiento o de su acción, es inmortal.



POR LA MUJER

PORQUE es de vital importancia todo lo que se relaciona con la educación de la mujer, trataremos de este punto con la aplicación y el cuidado que nos sea posible, proponiéndonos hacer, en adelante, estudio preferente y especial de cuanto pueda ser útil, o siquiera agradable a nuestras bellas hermanas del Ecuador.
Hondo y trascendental nos parece el asunto propuesto, y tanto, que no dudamos en afirmar que de la buena educación de la mujer depende, en gran parte, la reforma de las costumbres y el bienestar social.
Y porque reconocemos que nuestra voz es débil y no alcanza a interesar a los demás, buscaremos con frecuencia el apoyo de muy célebres maestros, que al mismo tiempo que nos den saludable enseñanza, confirme nues¬tras opiniones.
No vamos a llamar a la mujer a un campo de acción para el cual aún no está preparada; no le insinuaremos que se presente en la palestra política, que intervenga en los comicios, ni vaya a la Legislatura, sino que iremos a buscarla en el hogar, y allí estudiaremos su misión, sus deberes y sus derechos.
«La influencia de la mujer es igual en todas partes, dice Smiles. En todos los paí¬ses, las costumbres, las maneras y el carác¬ter del pueblo dependen de ella. Cuando es depravada, la sociedad es depravada; y cuanto más pura y moralmente ilustrada sea, tanto más noble y digna será la sociedad. Luego pues, instruir a la mujer es instruir al hombre, elevar el carácter de la una, es elevar el del otro; ensanchar la libertad mental de la mujer es asegurarla de toda la comunidad, porque las naciones no son sino el producto de los hogares de la familia, y los pueblos el de las madres».
La influencia de la madre en sus hijos es, sin duda, un gran proceso que interviene en la elevación o decadencia de los pueblos. Formad buenas madres y tendréis hombres educados, que harán la grandeza y prosperidad de la patria.
En esta hora de indudable malestar social, que exige para conjurarlo el apoyo de todo elemento bueno, es en primer término la mujer la llamada a modelar los caracteres probos, a formar las costumbres puras y los hábitos sanos; y es esta la hora en que la mujer necesita de ilustración para alentar el fuego de los grandes ideales, para ser la maestra de la virtud y la única que en caracteres indelebles puede escri¬bir en el corazón de sus hijos estas palabras: Dios, Patria, deber, honor, carácter. Palabras estas, que son el resumen de las más altas virtudes.
Qué admirable, qué pródiga en bienes puede ser la misión de la madre, con abnega-ción cumplida. ¿Para qué ir a las legislaturas si ella puede educar a los legisladores? Para qué correr a los campos de batalla si puede inmolar su corazón enseñando a sus hijos el amor a la patria y el deber del sacrificio? Para qué lucir en la cátedra sagrada si puede repe¬tir más que al oído, al alma misma el Sermón de la Montaña? ¿Por qué envidiar a los maestros que modelan el espíritu cuando ella puede ser la más persuasiva de las maestras y enseñar la más perfecta de las ciencias, la moral y el deber?
«No hay cultura social posible, dice Posa¬da, sin levantar a la mujer como al hombre. El gran progreso de los Estados Unidos en todos los órdenes de la actividad social, tiene su principal causa en la madre, educadora de sus hijos, maestra necesaria, inevitable de los futuros ciudadanos en los momentos críticos de la in¬fancia, y formada en un régimen pedagógico igual a aquel en que se forma el varón, y por ende tan culta, tan interesada, tan dispuesta para las luchas de la vida como el varón mismo».
La formación del espíritu y de las costum¬bres corresponde en gran parte a la madre, y toda reforma social bien dirígida ha de empezar por la educación de ella. Y la mujer ecuato¬riana, piadosa, fiel a sus deberes, patriota y artista, posee cualidades innatas muy sobresalientes, para que bien educada, pueda ser la portaestandarte de la reforma social.
II
Consideramos el arte de educar superior al de crear y sacar a luz seres fantásticos, porque el educador puede dar vida y hermosura reales a seres verdaderamente constituidos. Consi¬deramos la educación obra soberbia de arte, porque puede imprimir, mejor que en el már¬mol y el bronce, en la voluntad y hasta en el cuerpo mismo, soberana belleza, belleza multi¬forme, cual corresponde a las fases y formas de la vida.
Pero no pensamos que el alma sea materia inerte como el mármol, sino que creemos nece¬sario descubrir en ella lo espiritual, lo inmenso, respetar su libertad y perfeccionar sus natura¬les tendencias.
Creemos que la educación es obra de arte, porque además del impulso inicial, exige la pa¬ciencia sobrehumana del artista para desarro¬llar, pulir y retocar la obra, creyéndola siempre susceptible de nueva belleza y adelanto.
Como muy bien dice Rodó, «obra de amor es la creación del artista», y la de educar requiere más que otra alguna el prodigio del amor. ¿Quién, pues, con amor más puro que la madre, podrá imprimir día y noche en la voluntad de su hijo el carácter, formar y hacer que crezcan en la verdad su razón y su juicio y mantener en su cuerpo la salud y la fuerza?
El amor es el centro de donde procede la aptitud asombrosa que para educar tiene la madre. De allí viene la abnegación constante en favor de un ser tan débil como el niño; de allí la asiduidad infatigable para dirigir o en¬derezar sus caminos; de allí la condescendencia que gusta de conceder todo aquello que no es perjudicial, la rectitud y la severidad que debe someter siempre el carácter a las normas de la moral y del bien.
Por esto, porque el amor todo lo alcanza, quien puede dominar en al niño, modelar sus costumbres, ilustrar su conciencia y darle su fondo constitutivo e íntimo es la madre en la infancia. Después, en la adolescencia y en la juventud, «para fijar la idea e insinuarse en las profundidades del espíritu», ella tiene más que ningún otro la gracia y la simpatía, frase sugestiva y galana y tiene, además, como se¬creto de dominio, la magia de sus ternuras y sus lágrimas.
«El hogar doméstico es la primera y más importante escuela del carácter. Allí es donde todo ser humano recibe su mejor educación moral o la peor, porque allí es donde se pene¬tra de los principios de conducta que le infor¬man y que cesan tan sólo con su vida».
«Hay un proverbio que dice, el hogar hace al hombre, porque allí los miembros futuros de la sociedad son tratados en detalle y labrados uno a uno. Por esto, puede considerarse el hogar como la escuela más influyente de la cultura de un pueblo».
Más, por falta de apropiada educación, no es todavía la mujer causa primera e impulsora fundamental del progreso, sino que pudiera ser, sin que ella lo conozca muchas veces, ori¬gen de la mala dirección y, en consecuencia, del ruinoso porvenir de la familia.
«Es constante, dice Fenelón, que la mala educación de las mujeres hace más daño que la de los hombres; puesto que los desórdenes de los hombres vienen frecuentemente, ya de la mala educación que han recibido de sus ma¬dres, ya de las pasiones que otras mujeres les han inspirado en edad un poco avanzada».
Y en verdad, cuántos gravísimos dolores se evitarían merced a la buena educación de la madre. Vocaciones pérdidas o contrariadas, que pueden figurar entre las más grandes desdichas humanas; aptitudes deformes que angustian y lastiman tanto como las deformi¬dades físicas; hábitos que amargan la existencia y la encadenan al yugo férreo de innobles pasiones; miles de enfermedades que la higiene hubiera evitado, de seguro, se debe casi siempre a la falta de ilustración de los padres.
Pero, cómo descubrirá la madre las aptitudes del niño y las dirigirá conscientemente si ignora la Psicología y la Pedagogía? ¿Cómo cuidará de la salud y el desarrollo físico si no sabe Fisiología e Higiene? Cómo enseñará la ciencia de la acción recta y buena si no ha estu¬diado Moral y Filosofía? ¿Cómo hará la fortuna y el bienestar material de la familia si no está iniciada en los principios de la Economía?
Con la colaboración de la madre en la obra lenta y compleja de educar sería admirable el éxito del maestro en la escuela y el colegio; pero, ni los esfuerzos de los maestros, ni el ejemplo de la buena sociedad son bastante poderosos para reemplazar la influencia que en la formación del carácter, tienen fatalmente los padres.
Obra de verdadera beneficencia y patriotismo hiciera el caballero o la dama que con sus caudales fundara un gran colegio para las jóve¬nes, estudiando los mejores colegios de los Estados Unidos y de Europa y tomando de ellos lo que fuere más adaptable y conveniente. Obra altamente benéfica sería no sólo para la sociedad en general, sino de manera especial para la mujer misma, de cuya educación vamos a tratar en seguida.
III
La ciencia luz y amor, la ciencia alegría y fortaleza de las almas, la ciencia que nos acerca a Dios y nos hace fraternizar con los hombres, no debe estar jamás separada de la mujer.
La ignorancia que es fealdad y sombra del espíritu, que significa tristeza y miseria, que es cárcel y enfermedad de las almas no es, no puede ser jamás compañera de la mujer,
La ciencia que es belleza y gracia, porque es verdad y armonía, ¿será perjudicial a la mujer? «Es preciso ante todo formar en ellas la razón, la reflexión y la firmeza del carácter, porque esto es lo que más falta en la educación de las jóvenes y en la vida de las mujeres. No se les enseña nada que sea serio, reflexivo y sólido, nada que forme su razón y su juicio ni siquiera nada que les interese en el fondo».
En el estado actual de amplia cultura; ¿podrá creer una mujer sensata en el supuesto ridículo, en que al decir del vulgo, incurren las mujeres que estudian?
Venga sí la censura sobre la mujer pre¬suntuosa o pedante, pero si el estudio, como es natural, la hace modesta, sencilla y juiciosa, ¿habrá motivo para censurarla?
Hay en verdad entre nosotros y para or¬gullo nuestro, modelos de brillante educación en el mundo femenino; pero, por regla general, es muy incompleta la cultura de la mujer porque carece de ideales que correspondan a los altos fines de la vida. Ella, que por su natu¬ral intuición, por su fantasía soñadora, por su sensibilidad exquisita debía anticiparse a la espera del ideal presentido y llevar en su mano el estandarte del entusiasmo, es la mu¬ñeca adorable, la reina de las fiestas galantes, la que trata de llenar la hondura interior con vanidades, mientras el corazón y el cerebro son arrojados a la frivolidad, a la parálisis, hasta cierto punto.
Pero, este olvido, este descuido de la cul¬tura de la mujer, produce en ella muy honda e inevitable tristeza, pues oponerse por medio de la mala educación y la costumbre al desa¬rrollo completo de las más nobles facultades humanas, es un atentado contra la vida del espíritu, un sacrificio estéril, un fracaso diario con los cuales es imposible resignarse, tanto menos, cuanto que todas sienten en sí a las poderosas para el vuelo y actividades capaces de conquistar el triunfo.
Eduquemos a la mujer, como al hombre, en los primeros años y, después, perfeccione¬mos cuanto nos sea posible sus excelentes facul¬tades. No esperamos que su triunfo definitivo se realice alterando su naturaleza: no, creemos, por el contrario, que encierra gran verdad aquello de que la perfección de la mujer está ligada a un aumento de feminidad. Entendemos por feminidad la gracia, la sugestión, el hechizo que florece en las naturaleza refi¬nada, la gracia y el hechizo que son emana¬ciones de poderosa fuerza interior y no, en manera alguna, producción enfermiza de la debilidad, que es la ruina de la mujer. El feminismo no cultiva la debilidad del espíritu ni del cuerpo, sino la libertad, la firmeza del carácter y la fuerza física, tan necesaria para la vida.
¿A qué se debe, pregunta una escritora americana, el gran progreso de la mujer en los Estados Unidos? Se debe a que ella ha sido no la muñeca sino la compañera del hombre en todos los ramos de la actividad. Antes de que se la hubiera concedido el derecho de su¬fragio, se ha vuelto acreedora a él, ayudando eficazmente al padre, al hermano, al esposo en el campo, el taller, la oficina, la fábrica; por esto el hombre ha comprendido que la genero¬sa compañera de sus trabajos y fatigas, debía participar con él de sus mismas libertades y derechos.
El trabajo profesional, las artes, la activi¬dad, las libertades no están en oposición con el carácter dulce y sensible de la mujer: muy al contrario, son necesidades intrínsecas de su temperamento. Los seres insensibles y apá¬ticos son en la sociedad inútiles y mezquinos; en tanto que el talento unido a un corazón apasionado es hábil para todos los trabajos ysabe conquistar todos los triunfos. El primer paso para el progreso de la mujer es cierta¬mente la ilustración, pero resta algo muy im-portante, resta trabajar por su libertad completa haciendo que las artes, las industrias y las profesiones le den la independencia económica.
Convencer a la mujer de que debe estudiar e ilustrarse sería el más preciado lauro que un escritor pudiera ambicionar, y establecer un gran colegio para las jóvenes el acto filantró¬pico más hermoso que se pudiera realizar.
La reforma en la educación femenina será lenta si la mujer misma no toma parte en ella. Muy recomendable sería que fuera la mujer antes que los hombres y que los gobiernos quien trabajara por su mejoramiento. Por esto, en el amor al estudio y al trabajo, no en la infancia solamente, sino mientras dure la vida, se revela la evolución femenina en la sociedad moderna.
Esto no excluye el que la legislatura, el gobierno y los hombres de letras estén obliga¬dos a devolver sus derechos, a fundar colegios y a ilustrar la opinión pública en favor de la mujer.
Un sociólogo americano, dice: «Hace fal¬ta que la mujer traiga a este campo hoy tan perturbado de la actividad política, algo del idealismo, del desinterés y de la abnegación, que son cualidades propias de su naturaleza, en la seguridad de que los beneficios no tardarían en dejarse sentir en la vida colectiva». La evolución sociológica actual, no aconseja sino que llama urgentemente a la mujer a cumplir el deber que le toca; el deber de edu¬cadora, el de maestra de las buenas costumbres, y el de servirse de su corazón ardiente y bondadoso para alentar e impulsar lo bueno, para corregir y curar lo malo, lo vulgar y lo feo.



UN MENDIGO

EN aquella opulenta casa había una habita¬ción correctísima: altas y nítidas vidrieras la bañaban de claridad, la cual se descomponía en mil colores al atravesar los prismas de arañas y candelabros relucientes. Magníficos tapices se descolgaban desde el techo y rozaban una rica alfombra; muebles selectos, cuadros y mu¬chos libros, daban los últimos toques al adorno de la pieza.
Parecía, por lo elegante, la habitación de una dama; pero no tal, conozcamos al dueño: entró un joven alto y simpático, acompañado de un hombre extraño, el cual por su mísero aspecto era un mendigo. Malo su traje, des¬teñido y manchoso, los zapatos rotos dejaban ver los pies, la barba y el cabello en desorden, polvoriento el sombrero.
Descanse, Gabriel, dijo el joven, mien¬tras ordeno a mis criados que le arreglen un vestido.
¡Oh!, señor Gerardo, ¿de qué país afor¬tunado es usted, quiénes son sus padres y sus maestros?
—Soy Gabriel, del país de la soledad; mis padres son cristianos, mis maestros, mírelos usted, son mis libros. Dicho esto, levantóse y salió.
Regresó luego y díjole: Vámonos para que se vista y se arregle como debe arreglarse un hombre; en esta casa no pida usted, ordene, y cuando se halle presentable como todos, vuél¬vase y beberemos vino.
—Estoy asombrado, señor Gerardo; ¿quién puede tratar así a un mendigo?
—Asómbrese, no de mí, sino de quienes ultrajan la dignidad humana cuando la ven caída, de quienes hacen relucir su oro en la sombra negra de la miseria, de aquellos que ostentan su hartura junto a rostros famélicos; de aquellos que llevan perlas y diamantes jun¬to a seres harapientos que tiemblan de frío.
Replicó le el mendigo: estos hechos do¬lientes de la vida, tantas veces contemplados y sentidos por mí, han dejado en mi alma no la envidia y el odio, sino otro sentimiento: el te¬dio. Pero, dígame, ¿por qué ese invisible roe¬dor se introduce en el corazón de la humanidad toda? Baña con lágrimas el ropaje inmaculado de la adolescencia, obscurece la azul nubecilla de la juventud y envuelve en crespones las ca¬denas de ese espectro que llamamos vejez? El tedio es gota de acíbar vertida en la copa del placer y pan amargo arrojado a la abrumadora ancianidad. Anhelo de lo infinito, mezquin¬dad en la acción y egoísmo insano nutren esa espantosa angustia del espíritu.
Gerardo contestó: en usted, Gabriel, es explicable el tedio, como fruto acedo de tantas desesperanzas y tristezas; pero, en el adolescen¬te que ríe y juega, en el joven que trabaja y ama, en el viejo que descansa y espera; ¿cómo puede explicarse? Cuando no se embellece en la adolescencia la imaginación sonámbula, no se dirigen sus inclinaciones incipientes; cuando a la juventud no se le impulsa al heroísmo, a donde puede llegar por constantes afanes con sus impetuosas energías, surge el tedio, como resultado de una educación perniciosa y de un esfuerzo estéril. Y si en aquellas edades no ha habido una preparación fecunda para la vi¬da, ¿por qué va a descansar el viejo, ni a qué puede aspirar en ultratumba? Muy contradic¬torio parece sentir el peso de la existencia, rica de impulsos, cuando la miseria de tantos seres débiles nos invita a servirles con aquella pleni¬tud de energías, que dando levedad a su carga les restauren el vigor y el contento.
En estas pláticas llegaron a la puerta de un cuarto, donde se veía un elegante lavabo.
Gabriel entró. Gerardo mandó a un cria¬do: sírvele. Cuando se iba alejando de aquel cuarto, el joven exclamó: ¡Bah! un hombre que va a gozar, y tan barato, pues a mí no me ha costado sino mandarlo; pero, cuando se trata de un mendigo, no se da una orden, no se le alarga un pan, si no se le ofrece una gota de amor.
Y el corazón del pobre goza y ama tanto como el nuestro, aún más que el nuestro, por¬que tiene en su fondo la necesidad, mientras que muchos sufren el hastío de sus riquezas.
A poco rato se presentó a Gerardo el men¬digo vestido con pulcritud y decencia. ¡Oh, señor, dijo, delante de usted me siento otro hombre, qué transformación se opera en mí!
¿Qué siente usted, Gabriel?
Inmensa gratitud, dignidad, fuerza y per¬dón para todos los hombres.
El alma de un mendigo, murmuró el jo¬ven, atesora sentimientos que honrarían a pe-chos realzados con perlas y oro. Mas, ¿qué valen estos sentimientos si anidan en un cora¬zón que palpita debajo de harapos?
Bebamos un vaso de vino, dijo Gerardo, y bebámoslo por todos los mendigos que tienen una razón que discurre y un corazón que sufre.
Levantóse con dignidad el mendigo y, al¬zando su copa, exclamó: Joven, escucha: es un pobre el que te habla, un pobre que va a impe¬trar para ti las bendiciones del cielo, en cuyo nombre llamó a las puertas de tu caridad. ¿Alcanzaría mi mezquina gratitud a pagar la largueza de tu dádiva; podrían ser correspondidos tus favores con mis ineficaces palabras? No, por cierto.
Que el Dios Omnipotente, que se ha dig¬nado llamarse Padre de los pobres, con su pró¬diga mano, que dora los campos, que derrama en la arena de los ríos menudos granos de oro, que esconde en las entrañas de la tierra dia¬mantes, que siembra el mar de perlas te con¬ceda, no el bien del cuerpo solamente, sino la generosa riqueza del espíritu. Que Él te dé paz, gloría y amor, descubra a tus ojos las sa¬bias leyes con que gobierna el universo, ponga en tus manos llave de bondad para abrir los corazones y en tus labios palabras de luz que guíen almas.
Que él, en el postrero día de tu vida, con¬ceda a tu alma inmortal el premio de tu mise-ricordia. Gerardo, ¡salud!





DOLOR ETERNO

En la tumba de mi adorada abuela:
Leonor Vásconez de Cuvi

¡R
OMPO EL SILENCIO! Modera tu an¬gustia corazón. Pero sollozas, pero te ahogas, gimes; pobre corazón mío. Vestido de cres¬pones vas a ocultar en el secreto las lacerías que el infortunio cruel te dejó impío? No, déjame que murmure, préstame tus cantares funerarios, dame a beber tus lágrimas, embriá¬game en tu cáliz de puro acíbar: cúbreme con el palio de tus nieves y coróname con las flores mustias de tus inviernos rígidos.
Cayó la abuelita adorada como una rosa a la que mató el hielo, antes que de los años, de los dolores de la vida. Su muerte desató la tormenta en los albores de mi adolescencia, y aquellas fueron las primeras lágrimas que me iniciaron en los secretos del dolor.
¿Qué diré de mi pena, cómo podré ex¬presar la tristeza que me desgarra el corazón? Cómo ponderaré cuánto la amaba y qué desola¬dora es para mi alma la nostalgia de sus ter¬nuras y de sus dulces, suavísimos amores?
Yo la amaba y la admiraba a un tiempo, porque su inteligencia se elevaba libremente a las cumbres, porque su voluntad era fuerte, intrépida y constante, porque fue muy piadosa y austera, porque me dio el oro de sus cariños y de sus enseñanzas.
La memoria de sus virtudes vivirá en mi corazón para siempre, ya en bonanza o en vicisitudes. Su atractiva bondad, la pureza de sus costumbres y su irrestricto cumplimiento del deber, formaron en ella el carácter de la mujer fuerte. Floreció su vida en la serenidad y la paciencia; «buscó lana e hilo y los trabajó con manos hábiles e ingeniosas», modesta e indulgente, con el alma y la sonrisa a flor de labios; a nadie causó daño y su alma noble perdonó al momento a los que le agraviaron.
¡Ay de mí! Yo tan triste, ella sola en la tumba, muda y fría. Abuela, te acompaño, junto al sepulcro velo: Escúchame. La augus¬ta noche te habla, las estrellas te envían el beso de luz de sus destellos, el céfiro murmura y te acaricia trayéndote perfumes, los sauces y cipreses se inclinan, te saludan y en recuerdo te dejan briznas, te regalan hojas; el rocío, qué bueno, llega, se acerca a ti, y parece que llora porque no te reanima como a las rosas y a las azucenas.
Descansa en tu apacible noche, abuela mía, que te arrullen mis cánticos y mi oración; duerme al abrigo de la Cruz. Que esta Cruz santísima te proteja en la muerte, como te ben¬dijo y te protegió en la vida.


DE LA VERDAD

N
O EXISTE nada más, excelso que la ver¬dad. «La verdad es lo que es», o también la esencia de los seres y de las cosas.
El Señor ha querido llamarse Dios de la Verdad, y augusta como su existencia es la verdad eterna de sus palabras. En Él está el principio y la plenitud de la sabiduría.
Qué sublime es la verdad en la inteligen¬cia, en el corazón y en las palabras de los hombres. La verdad en la inteligencia hace los sabios, los filósofos; la verdad en el corazón es el amor; la verdad en las palabras es la divi¬sa de los leales, de los valientes, de los buenos.
¡Oh verdad amable, oh verdad florida cuando brotas de los puros labios de la madre o de los labios dulces de la amada!
¡Oh verdad seductora cuando surges de la pluma del artista, verdad milagrosa cuando brillas en la mente divinizada del genio!
El conocimiento de las leyes que rigen el universo hace los hombres de ciencia, de la ciencia que es antorcha y gloria de la humani¬dad, de la ciencia que descubre mundos con Cristóbal Colón, que con Edison hace luz de la electricidad.
El hombre por medio de la ciencia va sujetando todo a su dominio: el infinito mundo sideral por la astronomía; los reinos del viento por la aerometría y por el aeroplano; los im¬perios del mar por el vapor y por el submarino; la tierra y sus secretos por la agricultura y la química; el cuerpo humano por la biología.
El descubrimiento de las leyes psicológicas forma los filósofos, que encuentran en el alma espacios inconmensurables, mayores que los indefinidos espacios planetarios. ¡El pensa¬miento! Más allá de los mares y de las tempestades, más allá de las estrellas y de las nebulosas, alado, poderoso e inmortal se eleva el pensamiento, que es la gloria del hombre, el pensamiento que es fuerza porque es prelu¬dio de la acción, prevé el porvenir, enseña a conocer el bien y a huir del mal, allana el camino de la dicha y vuelve muy difícil el fracaso; el pensamiento, cofre de los recuer¬dos, algo como una resurrección de tantas cosas que fueron y que ya no existen. El pensamiento, sobre todo, que nos descubre el ideal.
El estudio de las leyes que gobiernan la voluntad forma los moralistas, que exploran un campo ya tempestuoso y ardiente como las olas del mar y los torbellinos del desierto, ya bello y delicioso como los más encantadores oasis.
Verdad sublime, de claridad inefable, de sencillez purísima, de hermosura más que todas cabal; el error, la ignorancia te ocultan, te hacen sombra; el error, la ignorancia tan fáciles y tan desastrosos para la humanidad. Pero, ¡Dios mío! ¿no consiste la mayor causa del error en no saber pensar? porque la verdad buena y amable, se da a los pensativos que la llaman. Precisa, sobre todo, convencerse de que el pensar bien es la llave de los tesoros de la vida, pues todo tiene un camino que lo des¬cubre la idea y toda dificultad un desenlace que lo tiene en su mano el pensador.
Ninguna cosa enaltece tanto al hombre como la verdad; pero ninguna le degrada tanto como la mentira.
Pues la mentira pertenece a los cobardes que no tienen el valor de decir la verdad; a los aduladores que la sacrifican por mezquino in¬terés; a los mercaderes codiciosos que la venden por el oro corruptor; a los fanfarrones que pu¬blican fantásticas grandezas, a los ruines que necesitan ocultar miserias.
Pero, la verdad tampoco debe descubrirse siempre, porque es a veces tan luminosa que ciega, tan afilada que hiere, acaso también cruel, que mata. El silencio, la prudencia, la sobriedad en el hablar, muestra son de encumbrada sabiduría. La verdad es como el fluido eléctrico, que requiere aisladores de cristal y seda que la dejan aparecer brillante pero ino¬fensiva; la verdad es como el vapor encerrado en las grandes maquinarias, el cual distribuido como la sangre por arterias y venas, anima y vivifica, pero sin dirección ni medida estalla y destruye.
Hay también otras verdades que debemos callar, y son las que se refieren a los extravíos de nuestros semejantes; estos debemos ocultar tanto como los nuestros, pues pocos vicios hay más perniciosos y despreciables que la difamación. Quebrantar todo principio de justicia, condenando al acusado sin que él esté presente para defenderse y lanzar mi veredicto aleve o irrisorio es un rechazo a la moral y un absoluto desconocimiento de la caridad.
Es preciso, sí, hablar muy alto contra el vicio, ponderar la monstruosa deformidad del mal; pero cubrir con el manto del silencio las faltas de los otros. Es necesario curar y no envenenar a los demás, y hacer del divino don de la palabra bálsamo que alivie los dolores, luz que ilumine, vino que sostenga en la luchas y desmayos de la vida.
Pero esto no sé extiende a los casos en que la verdad debe descubrirse a los pueblos para corregir las faltas públicas, defender a la patria o hacer respetar la justicia; mas, entonces ha de ostentarse con su cortejo augusto: serenidad, valor, pulcritud de lenguaje, porque el insulto, la diatriba vil son guiñapos que defor¬man y degeneran su imperial realeza.
El libro y el periódico, maestros de la hu¬manidad, deben enseñar siempre lo justo, lo verdadero, lo bueno y cuidar de que la forma en que se ofrezcan estos divinos presentes sea bella, a fin de que la enseñanza resulte no sólo comprendida sino también amable por el ritmo de la expresión y la gracia del estilo.







TRISTEZA

U
NA tarde oscura, fría y lloviosa oí a Lolita lo que voy a escribir. Lola, delicadísima poetisa, es por lo mismo, muy idealista y sensible.
Ellos, mis buenos padres, para mitigar el dolor de la vida, me guardaron como una joya en estuches de seda y fueron pródigos en de¬rramar a mi paso flores y oro. La naturaleza cubrió mis ojos, ávidos de espacio y de luz, con cendales de poesía. Así que, creí contem¬plar la realidad sin asperezas, por haber re¬cibido la unción narcótica y sedante de la fortuna y del arte.
Mas, ¡ay!, en vano todo, porque hoy en que puedo ejercer mis derechos, cuando estoy en la plenitud de mis fuerzas y tengo el conocimiento claro y sereno de las cosas, me siento fatigada, que quisiera dormir, y no pensar y tener insensible el corazón.
Y he dicho, ¿desde cuándo esta negra tristeza? Desde que era pequeñita y no jugaba por inconsciente alejamiento de la alegría. ¿Era, tal vez, porque el presagio de los futuros dolores me entristecía tan pronto? Pues si al¬guna precocidad, hubo en mi infancia y en mi adolescencia, fue aquella en que brotó en lozanas flores la melancolía.
Tristeza cuando encontré sombrío el por¬venir de la mujer. ¿Ideales? Alegrías ficti¬cias, amores pocas veces sinceros, educación deficiente siempre, perjudicial a veces, y luego, la supuesta inferioridad de la mujer respecto del hombre, inferioridad dada no por la natu¬raleza sino por la sociedad y las costumbres.
Tristeza de la ignorancia, y del arte esqui¬vo y de la palabra indómita que no se amolda a la frase.
Tristeza, gran tristeza cuando se ve al talento acosado por la miseria y a la virtud oprimida y despreciada; en cambio, la medio¬cridad se yergue altiva y la audacia desver¬gonzada triunfa.
Tristeza del glacial corazón de los hombres y de las mujeres que practica tan poco el al¬truismo, el desprendimiento, la caridad, porque su móvil más grande es el egoísmo. La lucha eterna del hombre contra el hombre.
Tristeza, porque tantas veces, los suaves modos de la sociedad son fingidos y por la ru¬deza primitiva del fondo íntimo de los seres. ¿Dónde la fraternidad cristiana que nos hace simpatizar con todos, con los grandes y con los pequeños, ni la tolerancia que nos hace aparecer educados y buenos?
Tristeza de la miseria, de los que tienen hambre y desnudez, enfermedades e ignoran¬cia, de los que no tienen habitación y ca¬recen de pan.
Tristeza de la vejez ajena, y temor de la que vendrá un día a destruir la esbeltez de nuestro cuerpo y a convertir en plata los oros del cabello. Tristeza de los rostros y las manos que se mustian como las flores, de los ojos que se nublan y los cuerpos que se inclinan.
Tristeza del dolor escondida en la copa del placer, en todos los deleites, en los triunfos y en las glorias.
Tristeza de la muerte que resume todas las amarguras, que corona todos los dolores.
Y junto con este dolor general, que todos padecemos, tengo además el hondo, el pene¬trante dolor mío. Desde niña supe decir mis penas, muy quedo, como un secreto, en el altar de la Virgen María: mas, para lanzarlas al vai¬vén de la vida, han de convertirse primero en flores de poesía, tenues como un suspiro, puras como una lágrima.
Así voy avanzando con el corazón roto, y quisiera morir, sino .brillara el ideal como una estrella de infinita dulzura: El ideal de culti¬var las rosas del jardín interior, el ideal de hacer volar a la blanca paloma del ensueño a regiones en donde sean grandes, muy grandes el espacio y la luz, el ideal de ser buena y ser fuerte. Sabes, me dijo Lola interrumpién¬dose: ¿que la divina claridad de mi ideal padece eclipses? A veces creo que la tristeza, noche y escarcha de las almas, no es ambiente propicio para el cultivo del jardín interior; creo difícil que la mujer se ilustre libremente, porque no puede huir del medio hostil, que desdeña su instrucción por innecesaria y molesta; me pa¬rece un círculo de hierro la inacción en que vivo, porque, por estos mundos hace falta la libertad, y, más que ésta, el oro, mucho oro para hacer el bien. En suma, concluyó, el día en que se apague la esperanza de vivir otra vida mejor, quedará la última y religiosa creen¬cia de esperar la llegada de la intrusa, para caer en sus brazos maternales, y dormir y soñar.



SALVE

SALVE a los héroes del Diez de Agosto de 1809! Videntes del ideal', apóstoles de la libertad, obreros del progreso, mártires, liber¬tadores, ¡salve!
Como del encuentro de contrarios fluidos brota la incendiaria chispa del rayo, así, la opresión española y la libertad americana cho¬caron en fortísima embestida, y la centella de la emancipación saltó, iluminó los horizontes de América, y el trueno retumbó en los espacios del Nuevo Mundo, despertando a los hijos del continente de su letargo secular.
La libertad hizo su aparición en América como manso arroyuelo; creció éste luego; en¬crespó las olas en torrente; se precipitó en turbión, se hizo un mar y en tempestad tonante se lanzó a la roca del despotismo; azotóla con ira, la derribó y levantó sobre ella el áureo trono de la libertad.
Quito la gentil, la histórica tierra de la luz; ella, a quien la mano del Hacedor colocó en las cumbres del planeta; ella, cuyos antiguos reyes adoraron al sol, y a quien la fama dio el título de Quito, Luz de América, porque lanzó a la faz del mundo el primer grito de libertad; coronó gloriosamente la emancipación en las faldas del Pichincha.

¡Oh don sagrado de la libertad!, preciosa visión que contempló Bolívar en su genial ensueño; libertad, a quien ofreció Sucre el tesoro de su alma magnánima y a la que ofrendó Calderón su heroica vida; ¿Cómo no amarte si haces la grandeza de los hombres y los pueblos; si eres poder del bien, si es tu ideal la justicia y si eres fuente de prosperidad? ¿Cómo no amarte si eres el reto heroico contra la esclavitud, si rompes las cadenas, rescatas el honor y a tu sombra puede florecer ‘lo bueno, ‘lo noble, lo grande?

Por el amor sublime de la libertad el suelo americano brotaba y brotaba héroes a millares; cada soldado era digno de su jefe y la idea libertadora encontraba un altar en el corazón de los patriotas anónimos. Esa legión de héroes desconocidos, no eran soldados de una región pequeña éranlo de América toda y de la humanidad.

Aquellos hombres antes oprimidos corrían gustosos, no al sacrificio de la vida solamente, sino a sufrir primero miserias y amarguras sin número.

Pelean como bravos, pero van a sucumbir: «Bolívar, mortalmente pálido, desciende del caballo y colocándose en medio de los suyos, aquí, exclama, moriré el primero… Mas, ¿Qué pasa? ¡Viva la libertad!, grita Antonio Ricaurte y el eco de su voz se eleva al cielo con la inefable música guerrera de la explosión. Y la libertad surge triunfalmente de las cenizas gloriosas del héroe cine se inmortaliza.

Vedles, sernidesnudos y hambrientos, sin refrigerio para el calor del día ni abrigo para la noche. De los pies le brota sangre y no pueden dar al cuerpo ni el necesario descanso. Ya trepan las bravías sierras andinas, y a orillan los bramadores torrentes o se arrojan impertérritos a las rugientes olas de los ríos.

Hasta la naturaleza que había dormitado en paz, parece que protesta de la guerra; ellos triunfan de sus obstáculos, y en el puente de Boyacá, en las llanuras de Carabobo, de Junín y Ayacucho demuestran que son invencibles; «porque si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y la someteremos, exclamó Bolívar.

Fruto del genio y de la heroicidad, del sacrificio y la constancia, del más acendrado amor humano y patrio amor, es la emancipación americana, que tuvo gloriosa corona en el Pi chincha,
Conservemos la libertad y el honor de la patria, con sacrificios, si necesario fuere: Que canten a la libertad nuestros poetas, que la adoren nuestros corazones, que la defiendan y sostengan nuestras vidas; “es tan dulce morir por la patria», y que jamás haya para el Ecuador usurpadores ni tiranos. En esta fecha clásica celebremos la libertad de la república, la gloria de sus héroes y esforcémonos por imitar sus virtudes.
Quito, Agosto 10 de 1921.








CARIDAD Y PATROTISMO
LA vida más rica es la que se encuentra más llevada a prodigarse, a sacrificarse en una cierta medida, a partir con los otros», dice el genial Guyau. La caridad, alma del cristia¬nismo, es el florecimiento del corazón en el bien, florecimiento que traducirse pudiera como universal simpatía, tolerancia, perdón, socorro material y pan saludable del espíritu.
Es tan bella y suave la caridad, tan pode¬rosa y paciente, tan solícita y constante, que es muy acertado compararla con el más puro y encendido de los amores, el amor "maternal. La caricia de la mano bienhechora” se deshoja como una rosa sobre los tristes y los míseros, sobre aquellos de quienes han huido la belleza y la fuerza, el carmín de las mejillas y la seda del vestido; caricia maternal a los enfermos, a los desengañados por el fracaso y a otros seres pequeñitos y buenos, los niños.
En la culta y noble Riobamba, existe ha¬ce algún tiempo una preciosa Institución, El taller de Costura para niños pobres, cuya Presidenta es la inteligente, abnegada y entusiasta señorita Teresa Rodríguez O.
Es altamente ejemplar y patriótica dicha Institución, porque vive y funciona con los ge¬nerosos donativos de las señoras y caballeros de la localidad. Estos donativos se convierten en lindos vestidos, que trabajan para los niños pobres las más buenas y gentiles chiquillas de Riobamba.
Esto es en verdad hermoso y ejemplar porque realiza el altruismo, tan necesario para el progreso. Unos regalan dinero, telas, cin¬tas, encajes; ellas, las encantadoras jóvenes, confeccionan con delicadeza y gracia los vesti¬dos que se distribuyen a los niños pobres, cada año, después de una solemne exposición.
Y estas asociaciones de beneficencia han sido en todo tiempo y son actualmente de in¬mensa utilidad social, porque el esfuerzo aisla¬do es casi siempre pequeño e ineficaz; pero, gracias a la unidad de idea y a la comunidad de trabajo, se opera el triunfo glorioso del es¬fuerzo colectivo, el cual significa poder, abun¬dancia y adelanto. Como fruto de esta bene¬ficencia que decimos, se han fundado en estos últimos tiempos, la Gota de Leche en Quito, y la Casa Cuna en Guayaquil.
Hacer el bien de todas maneras, en todas las formas es uno de los más nobles fines de la vida. «No hay más que una virtud y es la bondad». Hacer el bien a los niños, alimentar, vestir, educar a los futuros ciudadanos, a los que serán los hombres de mañana, sacerdotes, sabios, artistas, soldados, obreros, es muy pa¬triótico y muy dulce.
Los niños, de cuerpecitos rosados o liliales, de almas diáfanas y azules como la aurora; en ellos, todo un porvenir que duerme, la vida de un pueblo que se desarrolla para la lucha, fuerzas latentes que pronto se convertirán en realidades esplendidas, en triunfos memorables. «De entre las nuevas oscuras muchedumbres surgirán los infaltabl.es electos y con ellos ven¬drán al mundo nueva verdad y hermosura, nuevo heroísmo y nueva fe».
El Taller de Costura para niños pobres, fundado y sostenido por la caridad y el patrio¬tismo de la culta sociedad de Riobamba, res¬ponde a graves e imperiosos anhelos nacionales como son la beneficencia social y la protección a los niños.


ABDÓN CALDERÓN

HA ido pasando en medio de la apoteosis de los tiempos el glorioso Teniente del Batallón de Yaguachi, aquel heroico, mil veces heroico soldado, que murió gloriosamente en el Pichincha, pero que “vive en nuestros corazones”.
Ataviado esta con galas de muy lozana juventud, es dueño de caudales inmensos de heroísmo y mártir del más doloroso sacrificio.
De aquí, que este efebo de apolínea belleza, es príncipe adorado de la patria, y diríase por sus hazañas épicas, discípulo de los más afamados capitanes de todos los siglos.
La historia se detiene, asombrada, para admirar su promesa excelencia y la eternidad pregonará de centuria en centuria sus prodigiosos hechos.
En la diamantina frente del Pichincha, en el inmenso corazón de un siglo, en el alma joven y noble de una raza, en la imaginación de un pueblo artista se levanta olímpica, radiosa, augusta la memoria de Abdón Calderón.
¡Salve, oh heroico niño!, que eres amado por tu pueblo como su sol, como su honor y su bandera verdeles, poema el más cincelado y primoroso de esa noble tierra de trovadores, gloriosa Cuenca, que camina hacia la inmortalidad coronada de rosas y laureles.
¡Teniente del Batallón Yaguachi!, en nombre de la admiración y el amor de estos pueblos, yo te proclamo General de Sus tropas, modelo de Su Ejército.
¡Capitán! ¡General!, ve siempre de frente a la cabeza del ejercito mostrándole el camino de la victoria. De frente, llevando en esa tu diestra augusta la bandera del Libertador, la bandera de Sucre. Tricolor victorioso del Pichincha, de Carabobo, de Junín y Ayacucho, emblema de libertad, de valor y justicia.
Salve en este día memorable a todos los mártires, a todos los bravos del Veinticuatro de Mayo de 1822. Salve a los héroes ignorados, a los soldados anónimos que lucharon gloriosamente para darnos libertad y patria. Saludemos para la cumbre del Pichincha la independencia de América, que tuvo por ideal la justicia, y que triunfó no solo por ideal de la justicia, y que triunfó no solo por la fuerza de las armas, sino por el talento, el valor y el martirio de los libertadores.
Quito, 24 de Mayo de 1922.












HONOR AL FEMINISMO

Quito, 09 de octubre de 1922



LA CONFERENCIA
Sustentada en la Universidad Central
por Victoria Vásconez Cuvi, Presidenta
Honoraria del Centro Feminista "Luz del Pi¬chincha", con motivo de la inau¬guración de la Escuela Nocturna de Señoritas.

Señoritas .Presidenta v Socias de Cen¬tro Feminista "Luz del Pichincha". Se¬ñoras, Señores:

CUANDO el Diez de Agosto del pre¬sente año, acepté, agradecida, el ho¬nor que este Centro Feminista me otorgara, nombrándome su Presi¬denta Honoraria, prometí dar una Con¬ferencia a las socias. Hoy, me es grato sobremanera ofreceros este modesto tra¬bajo, impulsada por el deseo de prestar mi apoyo a esta Institución naciente.
Ante todo, felicito a las señoritas fun¬dadoras de esta Sociedad y felicito, tam¬bién, al entusiasta iniciador de ella, señor don Cornelio Cevallos.
Muy oportuna me parece la fundación de este Centro Feminista, porque la asociación es la energía poderosa con que la humanidad se presenta hoy, más que nun¬ca, fuerte, para la conquista de sus idea¬les y derechos.

Y esto es lógico y claro, porque la aso¬ciación es poder y fuerza, es mutuo apoyo, comunidad de intereses, de medios y de fines. La mujer, más que el hombre, necesita asociarse, pues que poco o nada con¬seguiría al ir sola a defender sus ideales. Habéis hecho muy bien en asociaros, por¬que, solas, os creen débiles e incapaces de ejercer derechos; mientras que, unidas por el vínculo de ideas y sentimientos idénti¬cos, formaréis un núcleo que no podrá me¬nos que ser respetado. La asociación ha sido en todo tiempo y será en el porvenir una de las mayores energías, en tanto que el aislamiento es sinónimo de impotencia y debilidad en las luchas de la vida.
Es inmensa, imponderablemente inmen¬sa la fuerza del pensamiento y de la ac¬ción colectiva, y si esta fuerza defiende la razón y la justicia, tiene que resultar in¬vencible.
Y, ¿cuáles son los ideales que defiende la mujer moderna? El feminismo que ha venido al mundo pausadamente, pleno de razón y de justi¬cia, no está como algunos espíritus presu¬men, ávido de obtener prerrogativas in¬nobles ni de usurpar los derechos del hombre. La mujer, apta para todo y do¬tada de libertad, quiere ser libre; su .inteligencia pide instrucción e ideales: su voluntad, medios para alcanzarlos y su de¬licadeza leyes que la protejan. El femi¬nismo viene a volver útil la vida de la mujer, tiende a dar trabajo y protección a la obrera, asilo y defensa al niño infeliz, consuelo a la anciana y enferma. El fe¬minismo no llega zahareño, amenazador ni duro para el hombre, sino, por el con¬trario, sonriente y fraternal, no quiere volver desapacible, sino altamente grata su existencia. La mujer no quiere ser subordinada ni superior al hombre, sino su igual, capaz de comprenderle y de ayudarla.
La emancipación digna de la mujer está, no tanto en el apoyo de la sociedad que la rodea, ni en las leyes que la favorecen, sino en las facultades de la mujer misma, en la eficiencia de sus ideales y en la fir¬meza de sus convicciones. Sí, yo ten¬go fe inmensa en su virtualidad poderosa; os digo convencida que es fuerte, aunque de ella se ha dicho que es muy débil, pues la gracia, el entusiasmo, la abnega¬ción y el amor que la caracterizan, son atributos de naturalezas fuertes.
Esperemos en el triunfo del feminismo, que llega rico de promesas para el futuro, de bienes para la humanidad.
Ya estáis reunidas y dispuestas a par¬tir hacia el campo que presenciará vues¬tros combates y fatigas, vuestras hazañas y triunfos. Bienvenidas, señoras y seño¬ritas, a luchar por vuestros propios intere¬ses, por los de este Centro Feminista y por los de la mujer ecuatoriana.
¿A dónde pensáis ir, y con qué medios contáis para explorar la nueva región que se esconde a vuestra vista?
El campo al que tenéis afán de pene¬trar está guardado por fortalezas inex¬pugnables para los ojos vulgares, impo¬sibles de derrocar para voluntades débi¬les; son fortalezas de viejas preocupacio¬nes, a las que es necesario atacar de fren¬te y contra las cuales urge combatir con energía hasta el fin.
Decidme, ¿estáis listas para la lucha, tenéis las armas prontas y el corazón ani-moso? Porque, debéis saberlo, no vais a la victoria sino a la conquista, y los lau¬reles de esta obra no ceñirán nuestras frentes, sino las de las mujeres que nos sucedan.
Pero, la titánica empresa de la inicia¬ción será vuestra; serán vuestras ideas las que darán luz en la ruta, oscura del camino, y serán vuestros los primeros gol¬pes contra esa roca de viejas preocupa¬ciones.
¡Adelante! penetrad con paso resuelto en ese grande y enemigo país, armadas de la razón, poseedoras del derecho hablad alto y con valor de que vais a romper vuestras cadenas. Decid que la mujer, lo mismo que el hombre, tiene una inteligencia que debe ser cultivada; que se ha cansado, por fin, de no pensar por sí misma, de no defender sus fueros y de ser consumidora de ajenas ideas y de re¬cursos ajenos; que ella quiere beber de las fuentes del ideal para amar las nobles causas, los grandes problemas y enterrar, para siempre, el fárrago de frivolidad estéril, de pueril sentimentalis¬mo y de enojosas preocupaciones, que han malogrado su vida.
Sin dejar de ser bella, delicada, ele¬gante, la mujer moderna cree que en el mundo hay algo más que el vestido, las joyas, los cortejos y placeres; ella cree firmemente que en el mundo hay conoci¬mientos que adquirir, hay derechos que ejercer y deberes que cumplir.
La mujer moderna no es ya la niña mi¬mada, que sólo gusta de presentes y comodidades que se le otorgan por gracia, sino el ser humano que aspira al honor de ganarse la vida y de adquirir conoci¬mientos con el afán bendito del trabajo: que ambiciona no sólo bastarse a sí mis¬ma, sino aliviar a sus ancianos padres, ayudar al esposo pobre o enfermo, satis¬facer las necesidades de sus pequeñuelos adorados, favorecer a los pobres, contri¬buir para todo lo que sea servicio de su Dios y de su patria, y si la fortuna la hu¬biera sonreído, conservarla, mejorarla, pa¬ra su propio bienestar y el de sus seme¬jantes.
Decid alto, muy alto, que la mujer que trabaja y que se esfuerza por conservar su dignidad, no come jamás el pan ni se viste de galas que sacrifiquen su honra; porque ella quiere invadir todos los cam¬pos de la actividad, a fin de procurarse los medios indispensables para vivir con ho¬nor. Irá a extraer de la pródiga tierra, madre cariñosa, los productos que nece¬site; irá a la maquinaria, a la fábrica, al taller, a la oficina, a todas partes, mas nunca a sacrificar su dignidad, ni por to¬dos los tesoros de la tierra.
Decid a la madre que ella será en gran parte responsable del mal de la sociedad y de la patria, si no sabe educar a sus hijas, para que ellas resuelvan con acierto los problemas tan graves de nuestra vida mo¬derna.
Olvide la mujer sus frivolidades y sus bagatelas para recobrar su libertad de pensar y su aptitud para el trabajo. In¬tervenga en la vida social y funde un gran colegio superior, donde aprenda Filoso¬fía, Literatura, Economía, Higiene, Cien¬cias, Idiomas y los fundamentos científi¬cos de la Religión. Funde una Casa de Artes y Oficios, donde la obrera aprenda las cosas fáciles, que hoy absorbe el hom¬bre solo, y que, no obstante, son apropia¬das para ella. Funde pronto, muy pron¬to Sindicatos obreros femeninos, porque el sindicalismo es un apoyo mutuo, una inmensa cohesión, una gran fuerza, que pone al trabajo, y sobre todo al trabaja¬dor, al amparo de injustas explotaciones.
La causa de la mujer es causa santa, y debe consagrarse a defenderla con el co-nocimiento claro de su derecho y con el cumplimiento fiel de su deber.
Para que el feminismo no resulte des¬preciable y absurdo, es necesario que se establezca sobre la única base inconmovi¬ble que la humanidad respeta, la virtud.
Sería despreciable que se presentara a reclamar derechos la mujer viciosa, la que no tiene su nombre claro como la nieve, la mujer que mienta, que difame, que riña: la holgazana y amiga del placer; la que no es buena como hija, como espo¬sa y como madre. Sería despreciable que intentara reivindicar derechos la mu¬jer que no tuviera por el hogar el más ferviente amor, quien no supiera conservarlo limpio, ordenado, alegre y lleno de cuantas comodidades su previsión, su eco¬nomía, y su industria, pueden proporcionar. Primero es empezar por la con¬quista de nosotras mismas, tener nosotras la razón para pedirla después a los demás; antes de embellecer la casa es necesario edificarla; antes de exhibir al mundo la estatua soberbia, hay que modelarla con anticipación.
Es indudable que la base del mejora¬miento y progreso de una persona es su formación moral.
"Es vicio ordinario en los hombres, dice un ilustre autor, cuidarse por completo de las exterioridades y desdeñar lo inte¬rior; trabajar en lo aparente y que salta a la vista y desdeñar lo real y lo sólido; pensar con frecuencia en cómo deben apa¬recer a los ojos de los demás y no en cómo deben ser".
"Pero, en vano os propondréis formar excelentes magistrados sino formáis an¬tes hombres de bien; en vano examinaréis el puesto que podéis ocupar entre los demás si no meditáis antes lo que sois en vuestro fuero interno. Si la sociedad erige un edificio, el arquitecto hace labrar primeramente una piedra y después la coloca en el edificio. Hay que formar el hombre interior y después meditar el pues¬to que ha de ocupar entre los demás y si no se realiza esto, las otras virtudes, por brillantes que parezcan, serán sólo vir¬tudes de aparato y que aplicadas exterior-mente, carecerán de cuerpo y de realidad".
La formación moral de la mujer es to¬davía más severa y exigente que la del hombre; ella, no podrá dar un paso ade¬lante en la adquisición de sus derechos, sino se preocupa ante todo, de su forma¬ción moral.
Porque, creédmelo, la importancia ver¬dadera de la mujer no está en su belleza solamente, ni en su ciencia, ni en sus ves¬tidos ni en sus modales; la importancia real de la mujer está, ante todo, en la ele¬vación de sus ideas y en la firmeza de sus convicciones.
Pues bien, os lo aseguro, y podría pro¬barlo, que la virtud es la armonía de nuestro ser, la fuerza y libertad del espí¬ritu y la fuente del carácter; ella hace reinar la razón en las ideas y en las accio¬nes la justicia. Si el hombre y la mujer no están guiados por la razón y no son fuertes por el carácter, se convierten en seres degenerados, esclavos de los más ba¬jos instintos.
La virtud no es una acción aislada sino un hábito de nuestra vida; es la esencia riquísima que sostiene y anima nuestro ser interno; la norma justa y primorosa que regula y dirige nuestros actos.
"La virtud sola, exclama Lacordaire, continúa su reinado a través de los siglos, no pueden los tiranos ni los em¬busteros detener la corriente que la lleva para ser la admiración de los tiempos. Toda filosofía que la desdeña pere¬cerá bajo el desprecio; todo partido que la rechaza es un partido vencido; toda amistad que no la tiene consigo, está fal¬ta de raíz y no tendrá duración; toda di¬cha en que ella no se deja sentir, es como una flor abierta por la mañana y marchi¬ta por la tarde; toda gloria que no va es¬trechamente unida a ella como una her¬mana, es una gloria ajada".
A todas vosotras se os alcanza que para discurrir. con paso firme por los campos de la moral y penetrar los misterios de nuestra voluntad juguetona y caprichosa, es necesaria la moral cristiana; porque ella cuando con serenidad se la contempla y sin prevenciones.se la estudia, es la fuen¬te más pura y el origen de la virtud y per¬fección más excelsas.
La mujer tiene que guardar en el fon¬do de su corazón, inmensamente delica¬do y sensible, el noble y caro ideal de la virtud cristiana. Por razón, por justi¬cia, por gratitud y amor, tiene que defen¬derlo. "Como esfuerzo inmortal, como reacción invencible, como reconvención grandiosa contra la debilidad de los hom¬bres, intervenga la mujer'', dice uno de nuestros más grandes poetas.
La moderna corriente de las ideas orienta a los espíritus hacia un ideal de amor y solidaridad para resolver los gran¬des problemas de nuestro siglo. Es en gran parte la mujer quien puede realizar este dorado sueño de cultura; es ella pe¬netrada de ideales cristianos, quien puede enseñar el amor y solidaridad sobre la tierra.
"Nuestro siglo, dice Ingenieros, está ya cansado de viejos y de enfermos, está harto de sombras que se agitan en la mal¬dad y en la sangre. Todo lo espera de una juventud viril. Desea seres capaces de amor y solidaridad".
"Los grandes problemas sociales han de resolver o aliviarse con grandes co¬rrientes de amor, dice Posada, con fuertes intervenciones del espíritu de caridad, con aplicaciones constantes de una conducta desinteresada de abnegación, de toleran-cia".
Decidme, ¿no es el cristianismo una gran corriente de amor, de abnegación, de tolerancia? No son la solidaridad y el amor los que proclama Jesús en sus máximas divinas?
Consecuentes con estos principios nos hemos congregado para defender los intereses femeninos y vamos a trabajar por la patria. Cumpla la mujer con sus deberes cívicos, en la manera que le corresponde. Atenúe los odios de partido y sea lazo de fraternidad entre los ecuatorianos. Cuan¬do el patriotismo, la probidad y el valor, no resplandezcan en los corazones, lance la mujer la voz de alarma, falange que defiende todo noble ideal, estreche al pun¬to y refuerce sus filas, y novia, esposa, madre, amiga o hermana, póngase al fren¬te, y devuelva, regenerados, al campo del honor a los que fueren cobardes o ve¬nales.
Hoy, día de gloria., aniversario inmor¬tal de la Independencia del noble pueblo guayaquileño, vaya para nuestras genti¬les hermanas del Guayas el saludo de este Centro Feminista. Las heroicas quiteñas del Diez de Agosto de 1809, las igualmente heroicas guayaquileñas del Nueve de Octubre de 1820 y las mujeres todas del Ecuador, tejieron coronas de laurel para los valientes, prodigaron consuelos, hicieron bálsamos sedantes y níveas vendas para los heridos de combates memorables. El hogar de la mujer ecuatoriana, como el inmortal de Manuela Cañizares, está siempre abierto para refugio y calor de patrióticos ideales. Saludemos a nuestras hermanas del Gua¬yas en el clásico aniversario de su gloriosa independencia.
Aceptad mis agradecimientos por la bondadosa atención con que me habéis fa-vorecido y mis votos porque vuestra So¬ciedad vaya siempre adelante por el cami¬no del progreso. Todo lo podéis conse¬guir si estáis unidas y si os preocupáis, como de la primera de vuestras conquis¬tas, de la formación moral.
He dicho.

EL TRABAJO
Dedicado a las Señoritas
Presidenta y Sodas del
Centro Feminista "Luz del Pichincha".


EL trabajo es una de las mayores bendiciones y alegrías. Es la fuer¬za que conserva y embellece el Uni¬verso.
La vida es o debe ser trabajo perseve¬rante para desterrar la ignorancia y las malas pasiones, para conseguir el saber y la virtud, para descubrir los mil secretos que la naturaleza nos guarda.
No sólo necesario sino basta her¬moso es utilizar por el trabajo de la riqueza de la tierra: el hace descollar la selva que regala madera para la casa y el hogar; recoge frutos deliciosos, recinas y tintes, cultiva la hierbecilla del prado, que alimenta la vacada, rica de leche, más confortable que el vino y valiosa como el oro: en la tierra crecen el trigo para el pan, las uvas para el vino, las aves, las legum¬bres y las flores; la tierra da los minera¬les; cal, mármol, piedra; rocas provistas de tesoros, el radio diminuto y poderoso, diamantes, zafiros y rubíes.
"Hay moti¬vos fundados para creer que al ser perfec¬ta nuestra ciencia, no habría en todo nues¬tro mundo una sola brizna de hierba, ni un solo grano de arena en que no supié¬semos descubrir una utilidad cualquiera".
¡Qué bello es adquirir por el trabajo, el caudal de la sabiduría! ¿Qué valen cerca de ella el oro, la plata y los diaman¬tes, los honores y los placeres, si ella es señora de las riquezas, gloria de los ho¬nores y dulzura de los placeres?
Muy noble es hacerse dueño del más valioso de los tesoros, del que constituye el valor real e inequívoco de pueblos y hombres: el carácter. El carácter puede ser, y es efectivamente, el resultado de los esfuerzos que se emplean para obtenerlo.
Noble es también conquistar por el tra¬bajo ese bien tan necesario a la dignidad humana, el de la independencia moral y económica. ¡Sin ella, qué difícil y qué áspero el camino de la vida!
Pero, ¿Qué significa nuestra acción pequeña, en presencia del caudal de energías con que la vida nos regala, y cuando la fugacidad del tiempo nos exige la in¬mediata ejecución de la obra que nos con¬fiara el destino?
Por regla general, dice Cicle, "la dura¬ción del tiempo que se emplea en una obra es tanto más larga, cuanto más produc¬tiva es la operación". La vida es corta y el trabajo muy largo. El minuto que pasa y no vuelve, trae una gracia y se lleva una sonrisa de la vida. ¡Ay de nosotros si no sabemos aprisionarlo, porque junto con el don que trae, se lleva también nuestra energía!
Debemos hacer nuestra obra con inteli¬gencia y amor, porque, únicamente las co¬sas que se piensan con serenidad y se eje¬cutan con esmero, tienen vida propia y durable: la vida del pensamiento que las anima, de la voluntad que las modela. Las otras son producciones rutinarias, desprovistas de utilidad y condenadas a la ruina.
Pensar bien es lo primero; hacer lo po¬sible por fijar en la mente la obra clara y detallada, escoger los medios, medir la capacidad propia y ejecutar.

Hacer todo lo pensado, venciendo siem¬pre las dificultades, convencidos de que es inevitable la lucha, y de que no hay forta¬lezas que resistan a una voluntad perseverante. Hay que hacer también obra bella. Precisa coronar el trabajo con sello de armonía, cincelar con toques de luz y pin¬celadas de gracia la obra buena, tornándola así de infinito valor y sugestión. Si el obrero no cultiva su inteligencia, ni forma su voluntad, ni mejora sus costum¬bres; sino aspira a poseer aquel sentido, hermosamente llamada" sentido de lo be¬llo", deforma su condición humana, se hace esclavo de la rutina y emplea sus fuerzas automáticamente, perdiendo lo grande y fuerte que tiene el pensamiento para vol¬ver productiva la acción.

Y, por el contrario, si el pensador y el artista sacrifican al espíritu su fuerza fí-sica, cometen otro error, menos lamenta¬ble por cierto, pero también contrario a lo que su ser completo aspira, y a expen¬sas del mismo espíritu, que requiere para sus funciones normales el cuerpo sano y robusto.

Punto esencial a la felicidad propia y al dominio del arte que se cultiva, es el de dirigir los esfuerzos por el rumbo que des¬cubre la propia vocación. ¿Por qué rom¬per las alas si se sienten impulsos para el vuelo; más, cómo aspirar al dominio de las cumbres si se va libre y tranquilo ca¬minando entre flores?
Estudiar nuestras capacidades, conocer¬nos a nosotros mismos, quiere decir cues¬tión de absoluta importancia.
Debemos trabajar armónicamente, uniendo la obra corporal, el oficio mecá¬nico a la meditación serena del pensador, a la nobleza del carácter y a la unción sua-vizadora del arte.
Solamente el orden, la armonía pueden ser causas de felicidad, y jamás habrá ar¬monía si se sacrifica una parte de nues¬tro ser moral o físico. Rodó piensa, "que el principal fundamento de nuestro desen¬volvimiento, nuestro lema en la vida, debe ser conservar la integridad de nuestra con¬dición humana". Cuerpo y alma, e! cultivo y desarrollo gradual de estos dos compo¬nentes de nuestra personalidad.
Y dada, por lo general, la aptitud indi¬vidual no para muchas sino para determi-nadas profesiones, oficios y artes, es ló¬gico buscar aquello que sea más adapta¬ble a nuestras inclinaciones, y trabajar en esto, de modo tan eficaz, que se llegue al dominio del arte y a la facilidad que su completo conocimiento y ejercicio propor¬cionan. La especialización en cualquier ramo, es de suma importancia para pro¬pio honor y provecho, para lustre de la nación y servicio de la sociedad.
El trabajo en todas sus formas es una armonía indispensable a la vida; narco¬tiza los dolores y satisface la necesidad de expansión, inherente a todo ser consti-tuido; el trabajo es la afirmación de nuestra personalidad y de sus virtualidades; mientras más trabajador un hombre, más fuerte, pleno de aptitudes, que pueden transformarse en bienes para los otros.
En cambio, la pereza es ataque contra el orden y el derecho, es la esterilidad de una vida que no florece ni regala con sus frutos al mundo. El perezoso, por na-turaleza, es egoísta, mezquino e injusto para la sociedad.

Con el objeto de proteger al trabajo y preservarlo de injusticias, la evolución florece hoy en forma de sindicatos obre¬ros. Si el sindicalismo es necesario y ventajoso para el hombre, es mucho más para la mujer trabajadora. Ella, más que nadie, necesita poner su delicadeza al amparo de alguna fuerza; este apoyo, en los momentos actuales es el sindicalismo, del cual debe preocuparse, con vivo em¬peño, la obrera contemporánea. La mujer puede emplearse, ventajosamente, en casi todas las profesiones del hombre. Puede estudiar y ejercer la Jurispruden¬cia, la Medicina, Dentistería, Farmacia; puede ser comerciante, relojera, joyera, ebanista, hacer sombreros, zapatos, mue¬bles; puede trabajar, con gran provecho, en todas las artes, sin excepción alguna.
"No hay ningún trabajo humano, por humilde y modesto, por insignificante y trivial que sea, en el cual un hombre o una mujer no puedan distinguirse", ¿Por qué no especializa la mujer, ¿por ¬qué no perfecciona algún ramo y no ahon¬da en cualquiera ciencia o arte, para ser digna, por sus capacidades, de la confianza y del respeto públicos?
La mujer ha vivido siempre en un le¬targo doloroso; cuando la injusticia del mundo entero pesaba sobre ella, y cuando las costumbres eran cadenas que aniqui¬laban, desde la cuna, sus fuerzas creado¬ras, el mundo decía, la mujer no inventa, no tiene inteligencia poderosa, menos genio.
Este siglo es el del resurgimiento de la mujer: el águila encadenada destroza sus grilletes, abre los ojos y contempla el sol. Piense la mujer libremente y actúe, con¬vencida de su derecho.
Quede para los hombres la búsqueda de profesiones nuevas, de otros inventos; esto les volverá más industriosos y fuer¬tes y creará nuevos caminos para la acti-vidad.
¿Que el trabajo es doloroso? Sí, co¬mo son dolorosos los pasos del sabio, para descubrir verdades que le extasían de gozo; como son los del filántropo, que se priva de tantas cosas para hacer el bien a miles de seres, que bendecirán su nom¬bre. Fatiga es la del labrador que tra¬baja rudamente con la esperanza de la cosecha, la del soldado que pelea por la glo¬ria de su patria, la del padre que se sacri¬fica por sus hijos: son dolores, es cierto, pero que constituyen el origen de íntimas e incomparables felicidades.
Pero el trabajo debe sujetarse a reglas, y tener norma fija. No es posible abusar de la vida, ni emplear más tuerzas de las que cada constitución permite." La vida es un capital, que es menester gas¬tarlo con prudente economía; hay que ahorrar las fuerzas con más cuidado que el dinero; nadie debe prodigarse en el tra¬bajo diario. Sobre todo, la mujer y el niño, depositarios del porvenir, del vigor de la raza y del poder de la nación, dejen cuidar de sus energías, para utilizarlas en altos ideales y nobilísimas causas.
Como de todo elemento potencial, del trabajo hay que servirse con medida, para convertirlo en función normal y humana, antes que en agente de degeneración.
Las naciones cultas, así como establecen reglamentos antialcohólicos, cruzadas de beneficencia y someten a tutela a los eterómanos y morfinómanos, tienen también reglamentos de trabajo, que protegen la salud del pueblo, y cuidan sobre todo de las mujeres y los niños.
"Interesa a la colectividad garantizar la salud y la vida de los obreros, que son la base de la producción".
Deber de todo ser humano es el de ayu¬dar a los demás; el de no exigir de ellos la salud y la vida a cambio del mísero jornal. Hay que predicar siempre el evangelio de la fraternidad, hay que esta¬blecer leyes y castigos contra el egoísmo entronizado y contra la injusticia de los fuertes. Pero no con la huelga, con la venganza o con otra mayor injusticia; sino con la razón triunfante, con el derecho proclamado, con la solidaridad cristiana enseñada y sentida.
El trabajo rudo de la madre, o de la que va a ser madre es monstruoso, irra-cional, inhumano. Le basta a la mujer con cuidar de sus hijos y educarlos, para que su misión generosa esté cumplida. Se arruina el hogar, crecen raquíticos y viciosos los niños, enferma la mujer, cuan¬do altera con el trabajo forzoso el orden que la naturaleza y la razón establecen. ¿Pero, si la familia es tan pobre, que la madre necesite llevar a sus pcqueñuelos.cl pan de cada día. . . . ?
Enseñemos a todas horas la piedad y la compasión para los débiles: esta es justicia antes que caridad. "No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti".









ACTIVIDADES DOMÉSTICAS Y SOCIALES DE LA MUJER


Una parte d este trabajo Fue presentado
a la Segunda Conferencia Panamericana
de Mujeres, que se reunió en Lima,
en enero del presente año; ese estudio,
junto con anteriores ya publicados,
dedica la autora a sus compatriotas,
las mujeres del Ecuador.


PROLOGO
Un libro para las mujeres de nuestra patria! Cuánto dardanios por escribirlo en una forma que correspondiera a la alta idea que de ellas tenemos formada.
La educación femenina es la gran conquista que se ofrece a las miradas de la edad presente. Los siglos que hasta aquí se han sucedido han contemplado la esclavitud de la mujer: ni ciencia, ni independencia, ‘ni fuerza, ni trabajo para ella; patrimonio de la mujer, la ignorancia, la eterna tutela, el cultivo de su debilidad y el ataque formidable al trabajo.
El feminismo que ha venido al mundo, pausadamente, pleno de razón y justicia, no está como algunos presumen, ávido de obtener prerrogativas innobles ni de usurpar los derechos del hombre. La mujer apta para todo, quiere ser libre; su inteligencia pide instrucción e ideales, su voluntad medios para alcanzarlos y su delicadeza leyes que la protejan. La educación tiende a hacer útil la vida de la mujer, a dar trabajo y protección a la obrera, asilo y defensa a la niña infeliz, consuelo a la anciana y enferma. El feminismo no llega zahareño, amenazador ni duro para el hombre, sino por el contrario, sonriente y fraternal, no quiere volver desapacible sino altamente grata su existencia; la mujer no quiere ser subordinada ni superior al hombre, sino igual, capaz de comprenderle y ayudarle.
La emancipación de la mujer tiene su base no tanto en el apoyo de la sociedad, ni en las leyes que la favorecen, sino en las facultades de la mujer alisma, en la eficiencia de sus ideales. Yo tengo fe inmensa en ‘su virtualidad poderosa y estoy convencida de que es fuerte aunque de ella se ha dicho que es muy débil. Esperemos en el triunfo del feminismo que llegará rico de bienes para e/futuro, de promesas para la humanidad. La mujer, lo mismo que el hombre, tiene una inteligencia que debe ser cultivada: se ha cansado, por fin, de no pensar por si misma, de no defender sus fueros y de ser consumidora de ideas y de recursos ajenos; ella quiere beber de las fuentes del ideal paca amar las nobles causas, los grandes problemas y enterrar, para siempre, el fárrago de frivolidad, de pueril sentimentalismo y en ojosas preocupaciones que han malogrado su vida. Sin dejar de ser bella, delicada, elegante, la mujer moderna cree que en el mundo hay algo más que el vestido, las joyas, los cortejos y‘ placeres; ella cree, firmemente, que en el mundo hay conocimientos que adquirir, hay derechos que ejercer y deberes que cumplir. La mujer moderna no es ya la niña mimada que sólo gusta de presentes y comodidades que se le otorgan por gracia, sino el ser humano que aspira a ganarse la vida y a adquirir conocimientos con el afán bendito del trabajo;
que ambiciona no sólo bastarse a si misma sino aliviar a sus ancianos padres, ayudar
al esposo pobre o enfermo, satisfacer las necesidades de sus pequeñuelos y contribuir
para todo lo que sea servicio de su Dios y de su Patria.
Tenemos fe de que la mujer que se esfuerza y que trabaja por conservar su dignidad,
no obtiene jamás el pan ni se viste de galas que le sacrifiquen su honra, porque ella quiere invadir todos los campos de la actividad, a fin de encontrar los medios para vivir con honor. Irá a extraer de la pródiga tierra, madre cariñosa, los producto que necesite; irá a la maquinaria, a la fábrica, a la oficina, a todas partes, mas nunca a sacrificar su dignidad ni por todos los tesoros de la tierra.
Olvide la mujer sus frivolidades y sus bagatelas para que recobre su libertad de pensar y su aptitud para el trabajo. Intervenga en la vida social y concurra a Colegios Superiores, donde aprenda filoso fía, literatura, economía, ciencia, idiomas: Contribuya a fundar Escuelas Profesionales, donde la obrera aprenda las cosas fáciles que hoy absorbe el hombre sólo y que no obstante, son apropiadas para ella. Funde Sindicatos obreros femeninos, porque el sindicalismo es un apoyo mutuo, una inmensa cohesión, una gran fuerza, que posee al trabajo y sobre todo al trabajador al amparo de injustas explotaciones.
La causa de la mujer es causa santa y debe consagrarse a defenderla con el conocimiento claro de su derecho y el cumplimiento fiel de su deber. A todas las mujeres les precisa el contribuir al prestigio de la causa feminista, unas con su idea o con su acción y otras con el ejemplar cumplimiento de sus deberes domésticos. Toda aptitud, habilidad o arte serán útiles, pues no es sólo la facilidad de entrelazar con la pluma un haz florido de ideas y sentimientos lo que ha menester para su triunfo un ideal; tanto como esto, necesita la buena voluntad, el espíritu activo y abnegado de las mujeres. Cada cual en su posición y con sus aptitudes formará parte de la armonía,
como las notas en la escala, los colores en la paleta o las flores del vergel. No es una sola nota la que produce el ritmo, ni un solo color el que matiza el cuadro ni una flor la que hace la belleza de los cármenes.

La reforma de la educación femenina es cada vez más profunda. No se trata de anular las gracias de la mujer sino de perfeccionarlas. Hemos leído repetidas veces: la mujer no necesita razonamientos ni ciencia, pues le bastan su ternura, coquetería, intuición. Todo esto y mucho más, le servirán primorosamente, verdad, pero no deberá despreciar la razón y la ciencia. Ignorancia v absurdos vendrán bien junto a la coquetería la gracia? A los refinamientos de sensibilidad ‘y de forma tratan de unirse hoy los progresos de la idea, el cultivo de la fuerza física mediante deportes y gimnasia; no se suprimen las perfecciones adquiridas, sino que se desarrollan las facultades superiores atrofiadas.

¿Protestamos contra el concepto que atribuye a la mujer la sujeción y al hombre la libertad: de dos seres de la misma naturaleza, ha de ser el uno superior al otro? No, desempeñan los dos importantísimas funciones, ¿no son necesarios, ambos, a la armonía del mundo? ¿ Por qué la mujer, en cualquier estado, madre o hija, esposa o hermana, ha de ser inferior al hombre? Habrá diversidad de funciones pero no de naturaleza, y si existe la igualdad esencial, existen de hecho, los atributos esenciales que la constituyen: libertad, conciencia, honor. Si se quiere que la mujer cumpla su deber, ha de cumplir con la conciencia de los seres libres.





LA ciencia que es luz y amor, la ciencia alegría y fortaleza de las almas, la cien¬cia que nos acerca a Dios y nos hace fraternizar con los hombres, no debe estar separada de la mujer. La ignorancia que es fealdad y sombra del es¬píritu, que significa tristeza y miseria, que es cárcel y enfermedad cíe las almas, no debe ser compañera de la mujer.
La ciencia es la expresión de la verdad en to¬dos los órdenes del conocimiento. ¡La verdad! lo más alto, lo más puro, lo más bello y noble a que pueden aspirar los hombres, la han de bus¬car y poseer sólo ellos sin medida, en tanto que se la ha de dar en dosis microscópicas a la mu¬jer? Ella, a quien se ha señalado y distinguido como a un ser débil, necesita tornarse fuerte, ha¬ciendo suya, por el estudio, la grande y podero¬sa fuerza de la verdad. La verdad es poder, porque es el conocimiento cierto de las cosas y solo procede con firmeza quien sabe que no se equivoca acerca de su deber y su derecho; al an¬tiguo aforismo "querer es poder" se ha añadido a este nuevo, ''conocer es poder". La ciencia es libertad, porque es libre quien está convencido de que no le esclavizan tiranías y jamás puede estarlo, quien se halla vacilante y aherrojado con las cadenas, más que ninguna otra opresoras, de la ignorancia. La posesión de la verdad es el medio más fácil de ser bueno, porque la virtud no es sino la verdad moral que debe regir nues¬tras acciones.
¿La ciencia que enaltece y perfecciona al hom¬bre, será perjudicial a la mujer? ¡Salta a la vis¬ta lo absurdo del prejuicio! Es a todas luces convenientes que ella estudie, que no vacile en conocer las cosas serias de la vida, porque el co¬nocimiento científico no mancha ni degenera a la mujer, antes bien, la eleva y ennoblece.
Pero, como la vida es tan corta y la ciencia tan amplia, es lógico elegir de preferencia las co¬sas de mayor utilidad práctica. Estudiad, mu¬jeres, con el consejo de vuestros padres y maes¬tros, fisiología, higiene, psicología, lógica y mo¬ral; estudiad estas ciencias, si posible fuera, tan¬to como los médicos y moralistas. Más no con¬sultéis libros mediocres y adocenados, no pre¬guntéis jamás a los ignorantes: Buscad libros sabios y consultad a los hombres de ciencia: unos y otros, os enseñarán la verdad, cualquie¬ra que ella sea, con palabras puras como la luz y cadenciosas cual embelesadora música. Des¬confiad del que pretenda enseñaros la verdad en la sombra y del que no cubra su casta desnudez con los velos de la dicción limpia y correcta.
No es difícil encontrar hombres o libros sabios; ellos están a la vista de todos como el sol alumbran las tinieblas de la noche como la luna. ¿No admiráis al roble majestuoso que se levan¬ta descollando entre los miles de florecillas del prado? Así, el hombre o el libro sabio atraen las miradas de la humanidad, no sólo de su pa¬tria sino de las más cultas regiones del mundo.
Multitud de mujeres piensan que el estudio les es perjudicial, porque les aparta de los debe¬res domésticos. Este es uno de los grandes errores de la educación femenina. Suponed que empleáis uno o varios días en el estudio de la higiene y mediante ella no centráis vosotras o cualquiera de vuestra familia una enfermedad infecciosa. ¿Qué significarían las pocas horas empleadas en este estudio en comparación de los días largos y dolorosos de enfermedades de esta índole? Otro día aprendéis en la moral que existe el deber de guardar el buen nombre y el honor ajenos: las horas empleadas en este estu¬dio, os darán, mientras dure vuestra vida, la in¬mensa complacencia de cumplir el deber, de con¬servar vuestros amigos; de cubrir con el manto del silencio las faltas de los otros y os librarán del desprecio con que se mirarían vuestra igno¬rancia y vuestra ligereza.
Hay otro motivo muy serio para que la mujer sea estudiosa. Ella tiene la misión de ser idea¬lista, de promover entusiasmos y esperanzas, de levantarse con la aurora a saludar los nuevos soles de verdad que iluminarán las almas. La mujer moderna debe darse toda a su hogar, a su patria y a su América; ella debe no sólo conser¬var sino encender la lámpara de todos los idea¬les. La nueva verdad de hoy, tan radiosa y po¬tente: "América Latina para los latinoameri¬canos", será luz, fuerza y vida, cuando la mujer la comprenda y la enseñe como madre en el ho¬gar, como maestra en la escuela.
Estudiad, leed siempre…
"Tres cosas necesita el hombre para ser feliz, dice un clásico autor, la bendición de Dios, li¬bros y un amigo".
¿'Si en cambio de mi amor a la lectura viera a mis pies los tronos del mundo, rehusaría el cambio, dice Fenelón".
Si anheláis vuestro perfeccionamiento leed con el propósito de refinar vuestro gusto, sutili¬zar vuestra imaginación y enaltecer vuestros ideales; leed libros que os determinen a ser ca¬da día mejores y a realizar alguna cosa de mé¬rito.
Es vieja acusación que se hace a la mujer es¬tudiosa pintándola como ser imposible para el hogar y la familia. Se pondera la ruina social que vendrá con la mujer libre, caprichosa y so¬berbia. Mucho se confunden las cosas. Cuan¬do la educación de la mujer sea amplia, armó¬nica, completa, aquel presagio será monumental absurdo. El sentido de la vieja acusación será éste: La mujer que posea la verdad, vivirá pa¬ra el error y la mentira: ella, que adora el bien y la belleza, (y plena belleza y bien es para la mu¬jer el hogar), vivirá para la grotesca representa¬ción de cualquier farsa; ella, que con la educa¬ción perfeccionará su naturaleza, procederá en contra de esa misma naturaleza.
Para aquietar los ánimos temerosos será pru¬dente emplear un recurso de indiscutible efica¬cia. La mujer que ame el estudio sea la que con más esmero cuide del hogar: haga sus vi¬sitas menos frecuentes y largas, el tocador ele¬gante, pero sin inútiles excesos, las fiestas so¬ciales, el cine, los paseos más raros; en una palabra, tenga una vida sencilla y buena, y con esto el prejuicio se habrá desvanecido. ¡
Y no se tema, tampoco, que la mujer apasio¬nada por el estudio se fatigue hasta el punto de arruinar su salud y volverse inadaptable a la vi¬da. No, si la ciencia enseña la verdad, esa ver¬dad le convencerá de sus deberes y le hablará muy alto de aquellos que sean graves y supe¬riores.
Con el estudio las cosas cambiarán, ciertamen¬te. La mujer del porvenir será la compañera abnegada e inteligente del hombre, igual a él en dignidad y derechos, pero no habrá mujeres ser¬viles, aherrojadas por el despotismo de hombres incultos. La mujer pasará, serenamente, cualquiera que sea la condición que la Providencia le señale, haciendo el bien, sin temer los atro¬pellos de nadie ni las injusticias que se hacen a los débiles.
En el estado actual de amplia cultura, ¿podrá creer una mujer sensata en el supuesto ridículo en que al decir del vulgo incurren las mujeres que estudian? Venga la censura sobre la mu¬jer presuntuosa y pedante; mas si el estudio, co¬mo es natural, la hace modesta, sencilla y jui¬ciosa, habrá motivo para censurarla? Eduque¬mos a la mujer, como al hombre, en los prime¬ros años y después, desarrollemos sus excelen¬tes facultades. No esperamos que el triunfo definitivo de la mujer se realice alterando su na¬turaleza. Creemos, por el contrario, que su perfección está ligada a un aumento de femini¬dad. Entendemos por feminidad, la gracia, la sugestión, el hechizo que florecen en las natura¬lezas refinadas; la gracia y el hechizo que son emanaciones de poderosa fuerza interior, y no en manera alguna producción enfermiza de la debilidad que es la ruina de la mujer. El Femi¬nismo no cultiva la debilidad del espíritu ni del cuerpo sino la libertad, la firmeza de carácter y la fuerza física, tan necesarias para la vida.
Por hoy, reducimos nuestros anhelos de pro¬greso a uno solo: ¡Educación!, educación ade¬cuada a la mujer. Juzgamos de suprema impor¬tancia el estudio del problema pedagógico de en¬señanza superior femenina, estudio que deben verificarlo sabios y profesores, atendiendo la mi¬sión especial que le cabe a la mujer en la vida, pues la enseñanza superior tiene que cambiar ra¬dicalmente, porque se trata de perfeccionar mu¬jeres y no puede ser igual a la que se da a los hombres.
Esto no significa, desde luego, ninguna inferio¬ridad, pues quiere decir sólo un perfecciona¬miento; del mismo modo que médicos y aboga¬dos estudian su profesión y gozan en lo demás de plenitud de derechos; así la mujer puede tener los mismos derechos que los hombres y estu¬diar sus especiales cualidades femeninas de saga-cidad, previsión, dulzura, abnegación, probidad comprobada. Hacen falta las facultades de la mujer que son aún desconocidas en la práctica social.


NOS parece opuesta de todo en todo al progreso y contraria a las más sagradas leyes de la naturaleza la corriente que trata de apartar a la mujer del hogar que es su más importante centro de acción,. Cree¬mos que se resolverán grandes problemas, se re¬mediarán enormes vicios, si las cuestiones, que con ésta se relacionan se tratan, precisamen¬te desde el hogar; creemos que la verdadera pro¬tección al niño, su salud, su porvenir, su desarro¬llo moral están en las manos de la madre, con¬tando con que ella sea la educadora abnegada y científica de sus hijos. Si lo que hace el femi¬nismo mal entendido es arrancar a la mujer de su centro principal, pervertir su naturaleza e inclinarla a la veleidad, considerar que el matri¬monio y la maternidad son insoportables car¬gas; entonces entramos en plena regresión, opo¬nemos un muro infranqueable al progreso y la moralidad y cometemos la más negra traición a la causa feminista. La mujer necesita perfec¬cionarse y no buscar por ideal un tipo anómalo que no sea hombre ni mujer definidamente.
Es necesario penetrarse de que el ideal está en que ella sea una mujer de verdad y no un reme¬do ni una imitación del hombre. ¿Es posible imaginar que el progreso de la mujer deba en¬tenderse como la alteración de las leyes de su na¬turaleza? ¿Ha de considerarse nunca que los de¬beres de esposa y madre sean cadenas que des-truyan la libertad? Son a nuestro modo de ver progreso y libertad traidores aquellos que en nombre de los derechos de la mujer tratan de destruir el hogar y la familia, los más dulces y nobles sentimientos del corazón humano.

La casa con sus pequeñas labores y sus sacri¬ficios diarios es merced al amor que la preside, el lugar más delicioso y santo de la tierra, el de las grandes transformaciones, núcleo del mun¬do. La mujer educada de verdad, no sólo no puede mirar con indiferencia las cuestiones que se refieren al bienestar doméstico y social, sino estudiarlas e interesarse por ellas. Ciencias do¬mésticas se han llamado a las que se relacionan ron el hogar y efectivamente precisa darles toda la importancia de las ciencias: Arquitectura de la casa, decoración de interiores, su tonalidad, mobiliario, jardines, instalaciones sanitarias, pue¬ricultura, preparación de alimentos, juegos de los niños, medicina y economía doméstica, son asun¬tos de enorme fondo científico. Así, por ejem¬plo, el problema de la mortalidad infantil es ar¬duo e importantísimo; casa, alimentos, juego, ba¬ño y mucho más se relaciona con la salud de los niños y son asuntos científicos. ¿Se me dirá que todo esto no merece de parte de las autoridades de instrucción pública y de los pedagogos com¬petentes una atención especial? La cuestión es categórica; recibe la niña la enseñanza que le co-rresponde a su debido tiempo, en la escuela o el colegio, o no la obtiene jamás. Aquello de que todo tiempo es bueno para educarse, no habla con la generalidad, porque pasada la infancia la ins¬trucción es sumamente difícil. Y si la joven que se casa no está preparada para cumplir sus debe¬res, los llenará por costumbre, por imitación, por talento natural, pero le faltará mucho de compe¬tencia y acierto. Mientras mejor atendidos es¬tén los intereses de la mujer, igualmente estarán los del niño, porque de mujeres sanas, inteligen¬tes y educadas se pueden esperar las cosas bue¬nas, imposibles para la mujer inculta.

La intervención maternal es perfecta obra de gobierno, igual en su pequeña esfera a la que realizar podría un presidente en su república, un monarca en su reino, un general en su ejército. De la misma manera que la administración sa¬bia de un gobernante eleva a la nación a un alto rol de cultura y le prepara un brillante porvenir; así, también, la previsión de los padres edifica el hogar del presente y prepara un futuro venturo¬so o abyecto. "La obra de los padres se perpe¬túa en los hijos hasta la octava generación", pues los caracteres físicos y morales, los vicios y vir¬tudes renacen. No se aparta nuestra imagina¬ción de una evocadora escena campestre, la siem¬bra. Perdida y enterrada la semilla, olvidada quizá del sembrador, subsiste en la profundidad de la tierra oscura como abismo de olvido, has¬ta que un día se anuncia con el despertar lucien¬te de su verdor primero: crece la planta, y por ley de la vida y la complicidad del tiempo, revela su propia naturaleza. Semillas de trigo, oro puro en el trigal y oro en el rubio pan; cicuta veneno¬sa, zarzales del camino, eme obedecéis a la voz de vuestro origen: así, el bien o el mal que se siem¬bran, ocultos yacen en algún empolvado rincón del alma, hasta que un día, fieles a las leyes de la vida, se mueven en su oscuro limbo, evolucio¬nan y nacen para vivir. Frutos benditos del bien que no os perdéis en esta tierra árida y voso¬tras, semillas del mal, que germináis en los cora¬zones como las zarzas; nosotras sabemos la ma¬no que os plantó y recordamos en la tarde vuestra historia, ellas han fructificado y de sus flores han caído los nuevos gérmenes que prometen la flo¬ración de mañana.
La profesión de madre de familia es profesión ideal para la mujer y reclama una máxima suma de conocimientos y buenas disposiciones, porque la madre no es una sencilla educadora, sino la educadora por excelencia. En este hondo y realísimo sentido podemos decir que "la mano que mece la cuna mueve el mundo" .A la mujer que quiera administrar su casa, como es debido, indu¬dable que los días le vendrán cortos para aten¬der a sus ocupaciones, tanto más si se preocupa de que es estrecho, demasiado estrecho el con¬cepto que circunscribe el hogar, a las cuatro pa-redes ele la casa. El hogar continúa, se extien¬de a todos los ámbitos sociales a donde concu¬rren las personas que lo constituyen: "universidad, academia, parlamento, talleres y fábricas porque allí están y allí deben estar el espíritu, solicitud y previsión de la mujer.
Pensar que la misión de la madre es dar, la vida material a sus hijos, cuidar de su alimento vestido solamente, sin que le importe un a las cuestiones más altas, más amplias y más serías, es hacer un ultraje a la mujer, es asignarle un mero papel fisiológico y mecánico y de hecho cuanto tiene de augusto la maternidad.
Lejos de nosotras, muy lejos el pensar que la mujer irá a la vida social merced al abandono o descuido del hogar. El feminismo que no sea traidor a sus ideales, colocará en su cum¬bre, bajo dosel de majestad y gracia a la jovencilla que vela a su hijo dormido en la cuna y a la mujer augusta que lo presenta formado, herede¬ro de sus virtudes, fiel a Dios, útil a su patria, caballero de la humanidad.
Conviene distinguir entre la existencia de una facultad y el uso que de ella se haga: si la mujer casada tiene facultades sobresalientes para mu¬chas cosas: arte, ciencia, sociabilidad, etc. Será preciso regular su ejercicio; imponerle eme no se ocupe sino del hogar equivaldría a prescribir a un profesional cualquiera que sea sólo médico, abogado, agricultor, pero nada más. ¿Quién puede prohibir a ninguno que sea tan desarrollado y amplio como alcance a serlo? Las cuestio¬nes humanas son delicadas y complejas y precisas tratar de ellas con tino y aplicación superio¬res a torio encarecimiento. Dice Rodó: "Vues¬tro lema en la vida debe ser mantener la integri¬dad de vuestra condición humana. Ninguna fun¬ción particular debe prevalecer jamás sobre esta finalidad suprema". La única solución a la di¬ficultad la encontramos en que la mujer, mientras mayores sean sus aptitudes y medios, debe llevar dirección de su casa, excluyendo, por necesidad intervención personal de los pequeños menesteres domésticos. Si no aceptamos esta conclusión tampoco hallaremos la clave de ningún otro gobierno. Mas, el arte y ciencia superiores de la mujer casada, hallan su pleno y especial desarrollo en el hogar ante estos ineludibles.
Ni que espíritu superior apreciara la habilidad femenina si conociera mal atendida la casa? Nobilísimos modelos de presencia de ánimo y amplio poder moral han tenido alguna vez rea¬lización en mujeres célebres de todos los tiem¬pos: Isabel la Católica, la Condesa de Pardo Bazán y muchas otras, que poseían la suficiente ca¬pacidad para atender esmeradamente a todo; la política del reino, la familia, el arte: rara perfec¬ción que, desde luego, no existe en la generali¬dad.
El Estado debe abrir la senda del progreso y el bienestar a todas las mujeres y no suponer pa¬ra establecer las leyes que todas son casadas, que tienen larga familia y pocas comodidades. Del mismo modo que para los hombres están abiertas todas las carreras sin peligro de que se altere el orden; así, también, las profesiones de las muje¬res no turbarán la armonía doméstica y sí darán facilidades a las que no son casadas. De hecho sucede que son oficinistas, monjas, escritoras, etc. y esto, sin alterar el orden doméstico, com¬pleta la armonía social.
Se teme que la intervención de la mujer en las cuestiones sociales, acabe su gracia y su bondad tornándola en un ser degenerado. ¿Por qué? Porque va a trabajar no sólo para la familia sino también para la sociedad. Dice Martínez Sie¬rra: "Por saber más no es una mujer menos mujer, por tener más conciencia y más voluntad, por haber vencido unas cuantas perezas secula¬res y encontrarse capaz de trabajo e interés en la vida, por haber adquirido la facultad de defen¬derse y defender a sus hijos sin ayuda ajena, no es una mujer menos mujer; al contrario, puesto que todo ello, ciencia, conciencia, voluntad, capa¬cidad, cultura al cabo, no pueden dar de sí más que un perfeccionamiento, nunca un cambio de naturaleza".

CONSIDERAMOS el arte de educar superior al de sacar a luz seres fantásticos, porque el educador puede dar vida y hermosura reales, a espíritus verdade¬ramente constituidos. Consideramos la educa¬ción obra soberbia de arte, porque puede impri¬mir, mejor que en el mármol y el bronce, en la voluntad y hasta en el cuerpo mismo soberana belleza, belleza multiforme, cual corresponde a las fases y formas de la vida.
No pensamos que el alma sea materia inerte como el mármol, sino que creemos necesario des¬cubrir en ella lo espiritual, lo inmenso, respetar su libertad y perfeccionar sus naturales tenden¬cias-.
Creemos que la educación es obra de arte, por¬que además del impulso inicial, exige la pacien¬cia extraordinaria del artista para desarrollar, pu¬lir y retocar la obra, creyéndola siempre suscep¬tible de nueva belleza. "Obra de amor es la creación del artista", y la de educar, requiere más que otra alguna el prodigio del amor. ¿Quién pues, con amor más puro que la madre podrá imprimir el carácter en la voluntad de su hijo, for¬mar y hacer que crezcan en la verdad su razón y su juicio y mantener en su cuerpo la salud y la fuerza? Porque la educación enseña a pensar noblemente, fortalece el carácter presionándolo cuando debe hacer el bien, descubre la originali-dad de cada alma, las inclinaciones de cada tem¬peramento, para ampliar lo bueno y suprimir o neutralizar lo malo, conserva la salud, la belleza, a fin de que del concierto de las facultades, flo¬rezca la alegría. Los padres deben despertar en los niños el sentimiento de la responsabilidad, el interés por conocerse y por utilizar sus fuerzas; precisa ponerlos en constante vigilancia sobre sí mismos para evitar los peligros y vencer las di¬ficultades, lo contrario es formar niños inválidos, paralíticos de espíritu: además, la conciencia, el ideal, son personalísimos y cada uno está llama¬do especialmente a descubrir y gobernar sus ten¬dencias y aptitudes. En cada espíritu podemos encontrar un mundo. Los padres deben guiar a sus hijos en los días de la juventud para pro¬mover en ellos la conciencia de su fuerza y del milagro de su primavera que florecerá prodigios al conjuro de la inteligencia, la rectitud y el ca-rácter. No creemos que guiar a los jóvenes sea formar sus almas en los moldes ya gastados que formaron el alma de sus padres, sino únicamen¬te despertarlos de su sueño infantil, precaver su libertad de innumerables escollos que no miran sus ojos confiados y encauzar sus esfuerzos para que no se prodiguen en vano por los campos som¬bríos de la vida.
"El hogar doméstico es la primera y más im¬portante escuela del carácter, porque allí es dón¬de todo ser humano recibe su mejor educación moral o la peor, pues allí se penetra de los principios de conducta que le informan y que cesan sólo con su vida".
Por falta de apropiada formación no es todavía la mujer causa primera e impulsora funda¬mental del progreso, sino que pudiera ser, sin que ella lo conozca muchas veces, origen de la mala dirección y, en consecuencia, del ruinoso porve¬nir de la familia. Porque, ¿cómo descubrirá la ma¬dre las aptitudes del niño y las dirigirá conscien¬temente si ignora psicología y pedagogía, cómo cuidará de la salud y el desarrollo físico si no sa¬be fisiología e higiene: cómo enseñará la ciencia de la acción buena si no ha estudiado moral y filosofía, cómo hará la fortuna y el bienestar ma¬terial de la familia si no está iniciada en los prin¬cipios cíe la economía?
Con la colaboración de la madre en la obra len¬ta y compleja de educar, sería admirable el éxito del maestro en la escuela y el colegio; pero ni los esfuerzos de los maestros, ni el ejemplo de la bue¬na sociedad, son bastante poderosos para reem-plazar la influencia que en la formación del ca¬rácter tienen necesariamente los padres.
Se comprende lo mal educados que son los ni¬ños por el número infinito de hombres y mujeres perverso, fracasado y triste que llenan el mun¬do. Aún cuando no es una ciencia infalible la educación, nadie desconoce que influye poderosa¬mente en el gobierno de los caracteres. Ingla¬terra, la nación profundamente civilizada y culta, que adora a los niños, la nación que cuida, mima y regala a sus preciosos niños, tiene también el hogar que pudiéramos decir perfecto, de pulcras e intachables costumbres; esto contribuye, co¬mo es natural, a que los pequeños se revelen muy pronto, gentiles, corteses, bondadosos y honra¬dos.
Cuando se alcance a atender a los niños en todas sus necesidades físicas y morales, cuando el hogar sea confortable y hermoso, la madre sa¬na de cuerpo y espíritu, el ambiente de la ciudad higiénico y culto, se habrá resuelto el problema de la mortalidad infantil. Mientras más civili¬zada es una nación se dedica con mayor empeño a cuidar la salud de sus niños.
"No hay cultura social posible, dice Posada, sin levantar a la mujer como al hombre. El gran progreso de los Estados Unidos en todos los ór¬denes de la actividad tiene su principal causa en la madre educadora de sus hijos, maestra necesa¬ria, fatal de los futuros ciudadanos en los mo¬mentos críticos de la infancia y formada en un régimen pedagógico igual a aquel en que se for¬ma el varón y, por ende, tan culta, tan interesa¬da, tan dispuesta para las luchas de la vida, co¬mo el varón mismo".
Madres, para cumplir de verdad vuestra mi¬sión y ser felices, necesitáis atesorar todas las ciencias: ser sicólogas y moralistas, higienistas aptas, personas de integérrimo carácter, interesaros por la administración de vuestra patria y los destinos del mundo. ¿Cómo no interesarse por el más alto y trascendental de los estados, el de esposa y madre? Si necesitamos y podemos exi¬gir que haya buenos profesionales en todos los órdenes, con mayor razón podemos ambicionar que haya buenas madres.
Establezcamos en el Ecuador el Día de la Ma¬dre, nada más justo y moralizado. Celebre¬mos este homenaje en honor a de nuestras madres, las más santas, las más bellas y dulces mujeres de la tierra: por nuestras madres que nos hacen buenos y nos ayudan a llevar la pesada cruz, la vida.


NOS sentimos halagadas y al trasvino tiem¬po inquietas al tratar sobre la belleza. Nada más puro, noble y delicado.
Tenemos en las manos una áurea ma¬deja de rayos de sol, vemos las estrellas espejeándose en los lagos que tiemblan, las flores nos en¬tregan el tesoro perfumado de sus cuerpos frá¬giles; murmullo en las cascadas, trino en las aves, sonrisa en los labios, amor y dolor en las almas; todo lo que vive bajo el manto del sol, toda la es-peranza, la intuición y el misterio. Qué haremos con tanta belleza nosotras, pequeñas artistas, abismadas en la contemplación de este mundo prodigioso, nosotras oscuras artistas, que quisié¬ramos hacer del arte un engarce de palabras be¬llas como collares de perlas maravillosas y del alma un continuo florecer de emociones como ro¬sas en la primavera.
Al modo que millares de espíritus pueblan los espacios, así los cielos y la tierra guardan semiveladas amables legiones de las gracias. Pensador, sacerdote, artista, revelad a las multitudes el milagro de la belleza, descubrid su luz a los ciegos de espíritu, dádnosla para mitigar la ari¬dez de los que caminamos fatigados.
La belleza, "mensaje de alegría", es armonía en la verdad, finura aristocrática en el bien, gra¬cia ingenua o ternura exquisita en el amor, vi¬sión clara y emoción intensa en el arte y, además, el encanto vario, real o ficticio que podemos dar a todas las cosas.
El divino sentido de lo bello, el buen gusto, despoja a la existencia de su parte prosaica y vul¬gar, de su impuro egoísmo, de su dolor cruel; es como un arte buzo que del océano de lo real coge las perlas o como enjoyador que aparta la escoria y luce la gracia del brillante. Debemos ser ar¬tífices de nuestra propia vida; edificar el cuerpo y el alma como un palacio, hacer nuestros la opu¬lencia de la idea y los tesoros de la distinción v llevar a nuestro jardín interior las rosas purísi¬mas del bien. Debemos poseer el gran arte de cincelar la vida, hacer del alma un vaso de emo-ciones y espiritualizar el cuerpo para que encuentren noble expresión el sentimiento y la idea.
Platón creía que era conceder un inefable don el educar a los niños en una atmósfera sencilla, llena de cosas bellas. Oscar Wilde piensa que precisa dar a los obreros un ambiente de armo¬nía para que realicen su labor de gracia sin la ru¬tina, matadora de la inspiración. Dad belleza a todos, al niño para que crezca feliz y al obrero para que haga su trabajo con amor. Prodigad la belleza como luz el sol y agua clara las fuen-tes. "Cada uno de nosotros pasa sus días bus¬cando el secreto de la vida, pues bien, ese secre¬to está en el arte". Arrulladoras notas sedeñas de la música, color que copia y revive la naturale¬za, escultura que hace brotar del mármol o el bronce la estatua bella, poesía, alma del univer¬so; el arte innumerable y creador triunfa de las sombras que oscurecen su paso y en esta luz di¬vina de belleza encuentra el espíritu su exalta¬ción y la senda única del mundo ideal a que aspi¬ra, el mundo soñado de libertad y grandeza.
"Sed poseedores conscientes de la fuerza ben¬dita que lleváis cada uno de vosotros", dice Rodó a los jóvenes de América y parodiando el concep¬to diremos a la mujer: tened conciencia de vuestra belleza, utilizad vuestra gracia, no en ha¬ceros amables solamente, sino en tornar bello to¬do cuanto os rodee; esforzaos en proscribir el mal gusto, la vulgaridad de las innumerables cosas pequeñas de que se compone la vida.

La Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres, tiene entre sus resoluciones la siguien¬te, muy memorable: "La Conferencia, conside¬rando que el amor a la belleza es auxiliar poderoso del bien, recomienda a las madres de familia tenerla muy en cuenta, no sólo en la arquitectura de sus casas, la decoración interior de sus hoga-res, sino y especialmente en todo lo que consti¬tuye el ambiente moral de la vida; insinuando en consecuencia la necesidad de formar Ligas de Se¬ñoras que combatiendo las manifestaciones de mal gusto, fomenten el amor a las cosas bellas, especializando su campaña en el sentido de impe¬dir delitos artísticos, como son los espectáculos vulgares, la música banal y gestionando de las autoridades respectivas la otorgación de premios para los que organicen espectáculos".
Convénzase la mujer de que sin belleza es muy triste la vida y de que ella, más que ninguno, es¬tá obligada a buscarla y difundirla. ¿Es por ven¬tura otra la misión de la mujer que la de hacer amable en todo tiempo la vida de su familia? La perspicacia cíe su mirada, la finura de sus senti¬mientos están hechos para custodiar y salvar lo mío y delicado. ¿Cómo se podrá temer lo gra¬ve y monstruoso si está protegido lo leve y pe¬queño?
La afabilidad podemos considerar como la más bella entre las bellas artes y para la mujer, más que para el hombre, debe ser inseparable. Es odiosa la mujer altanera y egoísta, que por su rudeza adquiere esa repulsión que equivocada¬mente se atribuye a todas las que se interesan por ennoblecer la vida. ¿Por qué la doctora, ofi¬cinista, profesora han de ser necesariamente in¬cultas? Si pierden su afabilidad, culpa será de su educación deficiente y no en manera alguna de la profesión que adquieran. Si nacemos y crecemos en un hogar de cortesía, tenemos de ser corteses.
Si la belleza en todos sus aspectos es adorable, la belleza moral que se traduce por la exquisita gracia de la forma, es ornato supremo de la vida. ; Qué significan junto a ella los derroches de un fastuoso lujo o un hacinamiento de soberbia pe¬drería; ni qué valen los artísticos palacios para un quídam profano a la belleza?
El insulto, la palabra ruda en los labios puros de la mujer, es anomalía desconcertante. En ninguna parte como en el hogar es menos acep¬table un carácter atrabiliario. Venga en buena hora la severidad a mantener el orden, pero una severidad amanerada y cortés: mas, en todo mo¬mento la palabra cariñosa y el afecto confortan¬te, tolerancia de los pequeños defectos, gentile¬za en el ambiente, en la persona: es odiosa y ca¬rece de todos los prestigios de su sexo, la mujer dura, intolerante, intratable. Difícilmente po¬demos encomiar el prodigio de la distinción para hacer grata la vida de familia. Es imposible ser alegre en un ambiente vulgar, mientras que sedu¬ce una casa sonriente, realización de soñados es¬pejismos. No sólo una parte sino todas las ac¬ciones diarias deben ser pulidas por la belleza.


NOS parece que no el amor a la libertad ni el afán de progreso han podido inspirar la monstruosa ley de divorcio, sino un error de criterio y la ausencia de un sabio y profundo razonamiento. Ni destruyendo la familia, origen de la sociedad, ni autorizando la degeneración de las costumbres, mejoran las na¬ciones; se envilecen, se debilitan siempre. "Gibbon señala como tina de las causas de la decaden¬cia de la sociedad romana la relajación del víncu¬lo matrimonial, por las 'leyes de Roma y los di¬vorcios a esa relajación consiguientes. La más tierna de las afecciones humanas, dice el historia¬dor, quedó degradada a una pasajera unión de in¬terés o de placer".
El divorcio tan protegido actualmente, y don¬de quiera, por las leyes civiles, nos parece así, en las facilísimas condiciones en que se produce, atentatorio a la dignidad de la mujer, a la estabi¬lidad de la familia y al progreso social. Son quizá suficientes los motivos del Derecho Canó¬nico y algún otro nacido de nuestras actuales mo¬dalidades de vida, pero no las mil futilezas que con frecuencia lo ocasionan: caprichos, contra¬riedades, un nuevo amor o cualquiera extravagancia. ¿Cómo en presencia de la ruina de un hijo, de la desgracia de un hogar, se ha de per¬mitir con tanta facilidad el divorcio? ¿En nom¬bre de la libertad? Será también necesario que la ley proteja la libertad de tantos y tantos crímenes para que se pueda, en adelante, cometerlos con las apariencias de justicia, La ley no es, no puede ser buena cuando ataca y des¬truye en su base la familia, la más necesaria y respetable de las instituciones.
Más, lo que nos sorprende es el letargo de la mujer. Ella y sus hijos son víctimas predilectas del divorcio; su dignidad, su amor, su religión son despedazadas por las leyes y ella no se queja ni protesta. ¿Ha perdido, acaso, con el pasar del tiempo la facultad de protestar, de resistir? No lo creemos. Jamás permita Dios que la secular injusticia haya debilitado el alma de la mujer. Es preciso que en el día de hoy y el de mañana sea ella eminentemente responsable. ¡Sarcas¬mos de la suerte! Ella es tan responsable, como el hombre, para las penas y castigos, pero se la supone incapaz de hacer leyes y gozar de los pri¬vilegios que contienen. Es irrisorio el carácter de incapacidad que la ley atribuye a las mujeres: se las iguala, casi siempre, a los menores, los sor¬domudos y los idiotas.
Creemos que existen prejuicios y demasia¬da severidad cuando se trata de la mujer que ha caído. No se toman en cuenta los mo¬tivos, sino que se extreman los castigos que merece; no se emplean medidas preven¬tivas sino que se multiplican cadenas para la cul¬pable. ¡Demasiada injusticia! Por los adelan¬tos modernos, una falta o un crimen se consideran como enfermedad moral que requiere especial tratamiento. Condenemos, en buena hora, las fal¬tas, luchemos por extirparlas, pero no cifremos, como hasta hoy, nuestra acción en agravar el mal en vez de remediarlo.
La madre y su hijo, donde quiera que se en¬cuentren, no pueden quedar en ninguna sociedad cristiana, destinados al abandono o al desprecio. La caridad, ley suprema, está llamada a ejercer¬ sobre todos y en especial sobre los necesita¬dos. La madre abandonada, las jóvenes desvia¬das requieren caridad, reeducación y trabajo. ¿Acaso con añadir daño al mal cumplimos nuestra misión cristiana? El desprecio al que ha caído, el abandono al que más ha menester de protec¬ción no curan las miserias sociales. Olvidemos esta trágica fiesta de avivar el fuego para las víc¬timas, cambiemos nuestro papel de sacrificadores por otro más generoso y cristiano: el des¬precio por las mujeres y los niños miserables es el más cruel cíe los desprecios.
No tratamos cíe declarar irresponsables sino de prevenir las faltas y de mejorar la suerte de las mujeres desgraciadas, en cuanto fuere posible. Nuestro egoísmo e insensibilidad tienen gran parte en la ruina de las mujeres que fracasan.
Alada, con todos los prestigios del deber y del amor, se presenta al mundo entero, como un im¬perativo grandioso, la Declaración de los Dere¬chos del Niño. "Por la presente Declaración de los derechos del Niño, los hombres y mujeres de todas las naciones, reconociendo que la humani¬dad debe conceder al niño cuanto estime mejor y más benéfico para él, afirman como deberes suyos, excluida toda consideración de raza, na¬cionalidad o creencia religiosa, los siguientes:
El niño debe ser puesto en condiciones de realizar normalmente su desarrollo físico y espiri¬tual:
El niño hambriento debe ser alimentado; el ni¬ño enfermo debe ser asistido; el niño retrasado en su educación debe ser alentado a proseguirla; el niño desviado de la buena senda debe ser vuel¬to a ella: el huérfano y el abandonado deben ser recogidos y socorridos:
El niño debe ser el primero en recibir socorros en toda ocasión de calamidad pública:
El niño debe ser puesto en condiciones de ga¬nar la subsistencia y ser protegido contra toda clase de explotación.
El niño debe ser educado inculcándole el sen¬timiento del deber que tiene de poner sus mejores cualidades al servicio de sus hermanos".
El mundo entero se preocupa hoy día de sal¬var a sus niños, ya vengan éstos de procedencia legal o natural: salvemos a las jóvenes madres extraviadas, que ellas, tanto como sus hijos han menester protección. Para esto, hagamos labor educativa con la difusión de la piedad cristiana, doctrina de honor y de pureza, con la fundación de escuelas profesionales, donde las jóvenes aprendan un oficio lucrativo que no les permita caer en el mar de la miseria, que les arrastra a los mayores fracasos; prediquemos el amor y el respeto al trabajo. Mucho nos empeñamos, hombres y mujeres, en asuntos no sólo fútiles si¬no perjudiciales: mientras no se concede la im-portancia que merecen, a cuestiones vitales para la patria. Problemas son éstos tan altos que preocupan sobremanera a las naciones cultas, porque descansan sobre ellos el porvenir de la ra¬za y de los pueblos.
Seria de benéficos resultados constituir en la Capital un Centro Feminista, compuesto de mujeres eminentes, que tuviera comités ejecutivos en algunas o en todas las provincias de la re¬pública, para que se ocupen constantemente de promover el adelanto de la mujer, de premiar sus hechos notables y de amparar, con la reserva que cada caso requiera, a las desgraciadas y a las jó¬venes que necesiten apoyo.


LA mujer debe formar en las filas de las Cruces Rojas, de las Gotas de Leche y de todas las sociedades de beneficencia. Son estas actividades que su razón le se¬ñala y su voluntad ambiciona. Resta¬ñando la sangre del soldado, cuidando con amor fraternal del patriota caído en honrosa lid, defen¬diendo la salud, la vida y la moral del pueblo con la divulgación de la higiene, la protección a la in¬fancia, la lucha contra el alcoholismo, la morfinomanía y otros vicios sociales, ocupa la mujer el puesto que le corresponde.
Cuando el soldado, ese generoso hermano nuestro que hace del valor su profesión, de la pa¬tria su culto; cuando el soldado que escuda la soberanía nacional, la libertad y el derecho caiga herido en los campos del honor por defender sus ideales: allá irá la Cruz Roja y con ella la mujer, a cuidar con infinita solicitud de esas vidas, cáli¬ces de amor, de martirio y de gloria.
Soldados son también los patriotas que enro¬lan en las filas cuando la libertad y la justicia ne¬cesitan su apoyo; soldados los niños de nuestros colegios, puras hostias que se elevan cual inmen¬so ofertorio de belleza y gloria; soldados nuestros universitarios que se lanzan al fuego como los jóvenes oficiales de Francia, en uniforme de gala, con guante blanco y penacho en el sombre¬ro. ¿Qué honor más alto para la mujer que pa¬gar con caudales de bondad aquella vendimia opulenta de sacrificios, torturas y agonías de en¬tre las que resurge inmortal y glorioso el arcán¬gel de la justicia y el triunfo?
La mujer debe buscar el mejoramiento social protegiendo a la infancia. ¡Los niños! Raci¬mos primorosos de amor, trigal de las emociones más dulces, vergel de lirios; las esperanzas duer¬men con su sueño, la fortuna les canta una suave canción primaveral, el dolor se esconde lejos de su cuna para no asustarles con su fealdad ni nu¬blar con llanto el azul tan puro de sus ojos. Pa¬tria, tus esperanzas y tu fuerza son ellos, tu por¬venir y tú nombre lo guardan ellos; la ciencia fu¬tura, la paz y la guerra de ellos serán; las cosas tendrán una nueva interpretación en sus almas: Van hacia un futuro distinto, de seguro más be¬llo que el nuestro, van a las nuevas conquistas del ideal.
¿Quién, como la mujer cuidará de los niños con solicitud más encantadora? ¿Quién, mejor que ella, enseñará al pueblo a amar con pasión el sol que neutraliza la acción microbicida, que devuel¬ve a los nervios la tonicidad y los glóbulos rojos a la sangre? ¿Qué insinuación más sutil que la suya para llevar a los pobres seres fatigados a refrescarse en las tibias y perfumadas auras de nuestros campos y montes? Ella enseñará a familiarizarse con el agua, una de las más benéficas maravillas de Dios; el agua diáfana que purifica, el agua cantora que alegra es uno de los mayores elementos de salud, porque es alma de la limpie¬za, que es al mismo tiempo esencia de la higiene.

La mujer excitará la generosidad de las clases ricas para que fabriquen moradas capaces de al¬bergar hombres, mujeres y niños y no rincones húmedos y oscuros, madrigueras de parásitos, ávidos de destruir al ser humano que se aloja en ellos.
La mujer luchará, sirviéndose de los medios que estén a su alcance, contra el alcoholismo, la morfinomanía y otros vicios sociales. Para que surja el derecho y sea pura la sangre del heroís¬mo no ha de estar emponzoñada por el vicio; el derecho no brota de cerebros débiles ni mora en corazones que hicieron del placer su dios; la gran¬deza no florece en los niños que traen atávicas mancillas ni es rica la sangre en los cuerpos que hacen raquíticos la pobreza y el hambre. Resta¬ñar la sangre de millares heridas es luchar contra el vicio y despertar la conciencia social. Luche¬mos por arrancar sus víctimas al vicio; la vicia es bella cuando es pura y buena, cuando hay ce¬rebro pictórico de ideas y corazón ánfora de gen¬tiles amores.
Busquemos la salud, esta maravilla que puede ser nuestra, la salud más preciada que las rique¬zas, tan apetecible, porque es fuente de bienes, condición necesaria de la fuerza, elemento de fe¬licidad.
Es tan fácil y agradable hacer el bien, es tan noble tender la mano para levantar al caído, a fin de ahogar en su pecho el grito áspero del descon¬suelo y escuchar de sus labios la palabra melodio¬sa de la gratitud, pues con el mismo oro con que se buscan los placeres que satisfacen tan poco, puede obtenerse la felicidad de nuestros seme¬jantes. Ayudarles a sostener la vida, devolverles la salud, llevar la alegría al alma de los pequeñuelos, es profundamente hermoso y consolador. Conservar el honor, la independencia, la fuerza de los caracteres que, de seguro, se debi¬litan, se abaten a los golpes traidores de la pobre¬za; calmar la angustia imponderable de las ma¬dres que no pueden dar a sus hijos pequeños un pedazo de pan, son por cierto altísimos y selec¬tos placeres. Se puede, se debe cercenar un tan¬to el oro que se derrocha en el lujo y el deleite para ofrecerlo a nuestros hermanos necesitados. Pequeñitos son, inermes y desvalidos como un ni¬ño, todos los miserables. Niños que lloran y se quejan, niños que carecen de vestido y de pan, de fuerza y de alegría son todos los que padecen. La virtud, la caridad sobre todo, tiene el pri¬vilegio de ser una de las más altas poesías. Ri¬memos cada hora la inefable poesía del bien, de¬mos limosna no solo de pan, sino de verdad y ar¬te, demos a los niños pobres la limosna de nues¬tro corazón, procurando calmar con afec¬to su inmensa desventura. Dios ha dotado el corazón femenino con un tesoro inagotable de bondad y ternura, tesoro que distribuido por las cristianas manos de la mujer se convertirá para los pequeñuelos en alegría, en vida y esperanza.
Jamás se acortará el campo de acción a favor de la humanidad doliente; por tanto, para las mu¬jeres pobres se abren muchas útiles y bien remu¬neradas profesiones al constituirse en enferme¬ras, niñeras, guardianas de orfanatorios y asilos. Nunca faltan los medios de hacer el bien, pero sí las almas abnegadas para juntarlos en un mano-jo de rayos de luz.
Si la suerte no favorece a toda mujer dándo¬le un amado y pequeño hogar, ella puede, al que¬rer resueltamente, formar un hogar social gran¬de y fraterno, no sólo por el amor al bien que desborda de muchos corazones, sino hasta por la afición al renombre, que es ideal de almas gran¬des; ella puede hacer su hogar social, "mecer la cuna de los niños sin madre" y tener esa mater¬nidad espiritual, tan pródiga en bellezas. No me refiero a la consagración religiosa solamen¬te, sino a la posibilidad de que la mujer soltera se dedique a múltiples y valiosísimas obras en los orfanatorios, cárceles, hospitales, manico¬mios. Acaso pueda parecer árido en demasía todo esto, pero la santidad del bien dulcifica las rudas apariencias. Qué grato llevar la luz de la consolación a las hermanas nuestras aherro¬jadas en las cárceles por su mala educación, por su atavismo enfermizo y su ignorancia, que geminaron en pasiones monstruosas y criminales hechos. Qué grande y admirable labor mejo¬rar el sistema penitenciario como la insigne socióloga Concepción Arenal. Allí están puras y bellas las niñas, "flores de la miseria", en espera de manos protectoras que no les dejen caer en el abismo abierto a sus pies. Inventos, experi-mentaciones científicas, primores de arte harían honorable y bella la vida de la mujer.
¡Quién nos dijera que los prodigios, honra y admiración del mundo, se deben, en gran parte, a hombres y mujeres que podían dedicarles su tiempo, dinero y aptitudes! Para todo lo bené¬fico, generoso y social no es una ventaja sino un inconveniente el matrimonio. Sacrificios, caudales de los filántropos, creaciones de la cien¬cia y el arte, se deben a personas sin familia.
Ábranse todas las profesiones a la mujer, y la experiencia dirá si puede desempeñarlas.


INMORTAL y soberano el Evangelio. Be¬lén, Nazaret, Jerusalén, tierras idealizadas por admirables recuerdos. Jordán sagra¬do, lagos celestes; no os ha cubierto el pol¬vo de los tiempos, los siglos han vuelto áureos vuestros nombres y gloriosa vuestra historia.
Es que estos lugares reviven con los hechos de Jesús, el personaje más extraordinario que ha ilu¬minado los horizontes de la historia con su espí¬ritu divino y con su corazón que amó a los hom¬bres de todos los tiempos y todas las edades.
Jesús, vaticinado por el sublime lírico Isaías, por el admirable y real Salmista, por todos los Profetas, que describieron en cantos brillantísi¬mos su vida y sus milagros; Jesús, anunciado por los ángeles a los pastores de Belén y por radian¬te estrella a los Magos de Oriente, es el tauma¬turgo que cambió el agua en vino, multiplicó los panes y los peces, sanó leprosos y resucitó muer¬tos, calmó las tempestades del mar, "porque el viento y la mar le obedecen", viste de seda y púr¬pura a las flores que "'no tejen ni hilan", alimen¬ta a los pajarillos que "no siembran ni cosechan", hace brillar el sol y caer la lluvia sobre buenos y malos, porque Él es Padre nuestro.

Jesús, el moralista sublime de los siglos, pre¬dicó y estableció la caridad; la caridad, el amor, que encierra la mayor perfección y las aspiracio¬nes más altas del progreso, que mata el egoísmo, la intolerancia, el rencor, las guerras, las codi¬cias y los fraudes. Amor, por ti en los ámbitos del mundo, sin raza ni fronteras, seríamos her¬manos y diríamos Padre nuestro que estás en los cielos. "Yo os dejo la paz, yo os doy la paz". La paz es uno de los grandes ideales nuevos, qui¬zá el mayor y más hermoso de ellos. El mundo está saciado de sangre, aterrado de la orgía ma¬cabra, del placer monstruoso de matar. La paz, razón, justicia, amor, generosidad, vida, valen sin duda más, mucho más que la guerra, muer¬te, odio, injusticia, barbarie. La guerra, el ma¬yor de los males debe sucumbir ante la paz, el ma¬yor de los bienes: "Yo os dejo la paz". Cómo anhelan por ella los que viven oprimidos de te¬dio, martirizados por el fastidio de sus vidas trun¬cadas; la paz a los que ludían, a los doloridos, a los despreciados del mundo, que son tantos; son legión de legiones.
Trabajemos por afirmar el imperio de la razón y la justicia, el imperio cristiano del amor.
¡La verdad, el amor! Cuan bello el reinado de Cristo! ¡Divino florecimiento de auroras, epi¬fanía de soles! En tanto que la verdad se ame en el mundo, en tanto que una ráfaga de amor o de belleza ondee cual bandera en el espacio, los hombres se volverán a Cristo. Qué pureza de idealismo, qué emoción tan honda de justicia su-giere el estudio del Evangelio: enseña, prescri¬be todo cuanto liberta y ennoblece, refrena con mano vigorosa la sensualidad y la barbarie y des¬pliega las alas del espíritu hacia regiones jamás conocidas por la razón de los hombres.

Una fatal incomprensión nos lleva a censurar aquello que no conocemos; lo infinitamente gran¬de tratamos de hacer pequeño a causa de nuestra insipiencia; lo infinitamente hermoso queremos afear con las sombras que nos rodean; aquello que es puro pensamos manchar con nuestros vi¬cios.
Entre los conocimientos que agigantan el es¬píritu, que de un vuelo le llevan al infinito y lan¬zan en la conciencia el grito libertario de la ver¬dad, del bien y de la justicia; entre los principios que son vivida luz para el espíritu y brújula se¬gura en la tormenta, ninguno más necesario que el conocimiento de la religión, porque la religión es la más alta cumbre ideal y, por lo mismo, la más poderosa fuerza directriz del carácter: su luz penetra no en la conciencia de un pueblo solo, si¬no en la humanidad y su poder que salva los lí¬mites del mundo y los del tiempo, se dilata por los ámbitos eternos. ¿Cómo podremos prescin¬dir de la religión o atacarla si ella encierra cuan¬to de noble y alado, de puro y generoso anhelan los espíritus? "El evangelio es la carta del hombre, la declaración del derecho y del deber universal" . El evangelio será siempre una doc¬trina de honor, de amor y de belleza, del más pu¬ro idealismo; él es "la más alta norma de civili¬zación, porque es la más alta realidad de perfec¬ción humana".
¡La fe del carbonero despreciada! Habrá que lamentar la ignorancia, pero no despreciar la fe del carbonero, porque la fe del pueblo y de la mu¬jer, en toda circunstancia es respetable, pues la conciencia universal, intuye y presiente la ver¬dad aunque no pueda lúcidamente explicarla, de la misma manera que cree en el sol, aunque no de¬muestre la teoría de la luz. "Lo que la conciencia de un pueblo consagra y más aún lo que la conciencia de la humanidad consagra como jui¬cio definitivo y sanción perdurable, tendrá siem¬pre derecho a imponerse sobre toda disonancia individual, para las manifestaciones solemnes de la rememoración y la gloria".
Si apelamos al testimonio de la conciencia y queremos responder a nuestros sentimientos, nos vemos obligados a buscar las enseñanzas de la fe religiosa para calmar nuestra angustia infinita ante la opresora realidad de la vida. Qué sería sino un sarcasmo el anhelo de verdad y bien, de justicia y felicidad, que a pesar de todos los fra¬casos persisten en nosotros con la insistencia de un ensueño jamás desvanecido? La religión de Jesús enseña con claridad y dirige con firmeza en medio de tantas claudicaciones y tan apremian¬tes dudas. Sin religión sería la vida el mayor de los absurdos; por esto, querer arrancarla de un pueblo es el atentado más monstruoso que puede ejecutar la razón extraviada de los hom¬bres. "Es imposible hacer grande a un pueblo si no se le hace eminentemente cristiano".
La religión ilustra la conciencia. La mayoría de las acciones privadas, casi toda la vida, es¬capa al gobierno de la ley humana; esos innume¬rables actos están bajo el imperio de la concien¬cia. Cuánto desfiguran la religión aquellos que no la estudian o que con intención torcida la combaten: ella no solo armoniza sino que desa¬rrolla nuestras nobles facultades, no nos aconse¬ja sino lo que es plenamente razonable y bueno, no prohíbe sino lo reconocidamente malo. Y có¬mo pudiera ser de otro modo si tiene por objeto a Dios, verdad suma y total, perfección y be¬lleza?
La religión, virtud y pasión de la humanidad, es una de las altas ciencias; la han profesado y difundido excelsos genios, divinos poetas, la han glorificado las artes; el sentimiento religioso ha llenado la tierra con millares de mártires, se han congregado a su amor y a su culto las niñas más puras, las mujeres más bellas. La religiosidad domina el mundo: podrá despertar en algún es¬píritu sereno indiferencia u odio?
Las mujeres con quienes por lo general la vida ha sido avara de clones encuentran en la religión el remedio de su dolor. Tantas mujeres que moralmente no tienen dónde reclinar su cabeza, a las que no hace falta la deshonra ni el crimen para ser un desecho del mundo, a quien lleva¬rán su pena sino a Dios, fuente de consolaciones? Para innumerables mujeres la vida es una tiniebla de desolación; pero allí, con resplandores de aurora, les ilumina la religión de su infancia, es¬trella de esperanza en la noche, suave llama de amor en el mar de egoísmo de la vida.
La moderna corriente de las ideas orienta a los espíritus hacia un ideal de amor v solidaridad pa¬ra resolver los más grandes problemas de nues¬tro siglo; es en gran parte la mujer, quien puede realizar este dorado sueño de cultura, es ella pe¬netrada de ideales cristianos quien puede ense¬ñar el amor v la solidaridad sobre la tierra.
Es deplorable la ignorancia de algunos escri¬tores noveles y de las escritoras también, cuando tocan asuntos religiosos. Nos imaginamos el caos al leer y releer esos escritos, mezcla de pie¬dad y blasfemia, de misticismo y desprecio, de historia y fábula; todo revuelto y confundido, sin respeto a la verdad y sin la alteza y discerni-miento que estas cuestiones requieren,



NOS parece que el estudio del carácter es de profundo y siempre nuevo interés, porque él ha sido y continuará siendo el más necesario y majestuoso poder: sabiduría, arte virtud, fortuna se obtienen mediante esta fuerza. Los más grandes bienes están cus¬todiados y defendidos por el carácter: honor, dig¬nidad, instituciones sociales.
Quizá podamos establecer sólo dos grupos ori¬ginarios: caracteres débiles y fuertes, seres con voluntad o sin ella. ¡Seres sin voluntad! cuan¬do la vida es lucha y acción, cuando de un modo u otro debemos decidirnos; los débiles obedecen fatalmente a los temperamentos fuertes, se im¬pone la voluntad del otro, de cualquiera, ceden a las circunstancias y la naturaleza; en tanto que el carácter se afirma, resiste, se obstina y triunfa. Bs un hecho comprobado que los niños no tie¬nen voluntad propia, necesitan ser dirigidos, ce¬den a las primeras dificultades; lo mismo sucede con los débiles, y lo que es peor, conocen que el influjo a que obedecen es injusto y perjudicial. El carácter vive sereno ante los hombres, la natu¬raleza y la muerte. "Si la naturaleza se opone, lucharemos con ella y la subyugaremos", "La guardia muere, pero no se rinde".

Es inmensamente desgraciada la suerte de los débiles, porque son víctimas predilectas del egoís¬mo de los otros, de sus propias pasiones y de los grandes males de la vida. Los pueblos donde no prevalece el carácter de los ciudadanos son ven¬cidos por malas instituciones, costumbres demo¬ledoras, degeneración social; la opinión pública enmudece y la barbarie pasa sobre la cabeza hu¬millada cíe los pueblos.
El carácter, la fuerza de afirmar la personali¬dad propia, el arte del heroísmo, se adquiere y educa desde la infancia; la fuerza moral se gana, acumula y centuplica como el capital y la cien¬cia. Quien posee esta fuerza es gran espíritu, vencedor cíe sus pasiones y de las ajenas. El bárbaro valiente no dejará de ser bárbaro, el ti¬gre que tiene el instinto de la destrucción no es un carácter, porque éste es ante todo, una fuerza consciente, justa, benéfica.
Predomina en algunos sistemas pedagógicos un vicio capital, capitalismo, el descuido del ca¬rácter. No se educa ni desarrolla el carácter v se muestra como excepción gloriosa lo que de¬bería ser patrimonio general. El carácter se pierde o anula por haber quebrantado en demasía la voluntad de los niños, por haberla sustituido por la voluntad de los padres o por haberla dejado indisciplinada, indómita, sujeta a los desvaríos de la imaginación o al capricho de las pasiones. La voluntad humana y en especial la del niño no debe doblegarse a otro imperio que al de la ra-zón v la justicia manifestadas a su conciencia in¬fantil: pero hacer de los niños el juguete de vo¬luntades o de caprichos ajenos, es a nuestra ma¬nera de ver, un atentado y el origen de la falta de carácter.
A los hombres no les cumple ser solamente razonables y justicieros, sino también responder al llamamiento de sus altas facultades. Todos y cada uno de nosotros siente la vocación al he¬roísmo, a la grandeza, a la gloria: sólo este fin sa¬tisface nuestro ideal y conquista la alegría, por¬que la tristeza v el fracaso no corresponden ab¬solutamente al ideal ni al don inapreciable de la vida que poseemos. El progreso de la humani¬dad, el bienestar del inundo exigen para realizar¬se, el carácter.
A la mujer, sobre quien ha pesado desde tiem¬po inmemorial tanta injusticia, se le dio como distintivo la debilidad del carácter. "El sexo dé¬bil, la mujer", han sido siempre sinónimos de fal¬ta de voluntad. Hombres afeminados, se dice como para afrentar a los hombres.
Establecidos estos antecedentes, se desprende que la mujer es tan miserable como el hombre sin carácter, porque también ella tiene la obligación de ser honrada. La mujer, como los hombres, necesita valor para elevar su personalidad y con¬quistar su derecho. Son pocas, muy raras las que se imponen frente a las dificultades; cada una no es lo que puede ser. Lo que debería ser, sino la resultante de la labor de sus padres o de las cir¬cunstancias. ¿Cuántas son las que han formado su porvenir ellas mismas, su importancia, su mé¬rito? ¿Acaso nos es desconocido el prodigio de perfección que los Libros Santos atribuyen a la mujer fuerte? Para estos libros inspirados, la mujer fuerte reúne el cúmulo de las perfeccio¬nes.
Parece a primera vista que la afabilidad fuera una protesta contra la energía y una negación de la fuerza. Nada más diferente. La afabili¬dad debería ser y es, casi siempre, compañera de los espíritus fuertes, porque significa la serenidad del que sabe dominarse y mostrarse igual por sobre las mudanzas de los seres y las cosas. La afabilidad es flor de cultura y suprema gracia del carácter.
Existen, y con mayor frecuencia de lo que se supone, caracteres abnegados. Qué mano pro¬tectora reprime el demasiado ardor de esas almas para sacrificarse, sin reservar nada para sí y en cualquier estado de la vida? Yo contemplo co¬mo una dolorosa acechanza, la de la abnegación excesiva. "La caridad bien entendida desde ca¬sa", desde sí, propio, para conservar su honor, su independencia, la comodidad necesaria, el decoro en todas las cosas. Me inclino a creer que en la abnegación absoluta, sin una máxima causa que la justifique, existe mucha debilidad, triunfa el egoísmo de los otros.



EL trabajo debidamente retribuido es de capital interés para la mujer, porque la dignidad, la libertad, los mayores bie¬nes, no pueden obtenerse sin la indepen-dencia económica. Someterla a perpetua tutela a fuerza de privilegio y concederlo como un favor que se otorga a un ser débil, es para ella el más doloroso de los privilegios. Por amor a la dignidad, a la libertad y al carácter empéñese la mujer, sobre todas las cosas, por conseguir su independencia económica.
Las mujeres debemos trabajar, tener sobre no¬sotras las responsabilidades del trabajo, vivir so¬briamente con nuestros propios recursos para ser libres y gozar del bien supremo de la libertad.
Pedir, recibir siempre como el niño o el men¬digo, el enfermo o el degenerado; pedir, recibir siempre en plena salud y juventud, teniendo la inteligencia clara y el corazón macerado en de¬licadezas; y ser gravosas a los seres más queri¬dos, el padre, el marido, el hijo o el hermano. ¡Cuántos enormes despropósitos en la educación femenina! Necesitamos trabajar, pero antes es¬tablecer industrias, fundar talleres, educar a nuestras niñas en el amor y respeto al trabajo y pedir leyes que la protejan. Vemos obras que la mano del hombre no ha tocado todavía, nos angustiamos con el conocimiento de que nues¬tras jóvenes naciones reclaman urgentemente el concurso de millares de cerebros y millares de brazos y permanecemos estacionarias...... Mucho se restringe el honor femenino cuando se lo limita a las faltas contra el pudor; el honor se ofende también con la holgazanería, con el para¬sitismo y se rompe el orden cuando los seres que debían producir hacen muy poco o nada. ¡Qué caudal de energías restadas a la patria y al mundo!
El trabajo de la mujer, en el más amplio sen¬tido de la palabra, no es un anhelo de expansión y beneficencia solamente, sino, en la mayor par¬te de los casos, la lucha inevitable por la vida. ¿Mujeres que necesitan trabajar, encontrarán an¬te esta realidad formidable el escollo tan fútil de que les está vedado, porque pierden su gracia? ¡Su gracia! La de la juventud que se marchitó, la de la pobreza destituida de atractivos.
De otro lado, no podemos reconocer gracia sino donde presida la mayor de todas, la del mérito, del valor, de la dignidad propia. La gracia de una fatalidad difícilmente podemos encontrar. .Grave y profundo es el problema del trabajo. ¿A qué se deben en gran parte la mendicidad, la prostitución, el raquitismo, y casi todas las ma¬las costumbres de las mujeres? ¿A qué se de¬ben el lujo, la tendencia al derroche y la falta de economía de las mujeres? Se deben a que ellas ignoran las fatigas y ventajas del trabajo.
La mujer puede emplearse en casi todas las profesiones del hombre: puede estudiar y ejer¬cer la jurisprudencia, la medicina, dentistería, farmacia; puede ser comerciante, relojera, joyera; hacer zapatos, sombreros, muebles; pue¬de trabajar en todas las artes, sin excepción. Por qué no especializa la mujer, por qué no ahonda en cualquiera profesión, ciencia o arte, para ser digna por sus capacidades de la con-fianza y el respeto públicos?
Hacemos un llamamiento a todas las personas de buena voluntad para que se interesen cerca del gobierno y existe la generosidad de las cla¬ses ricas y en especial de las personas que no tie¬nen familia, a fin de que establezcan Escuelas Profesionales para mujeres, que tengan igual re¬muneración que las de hombres.
En el Ecuador la mujer presta actualmente sus servicios en el telégrafo, el teléfono, el co¬mercio, el correo y tiene también algunos pues¬tos en la Universidad, las Bibliotecas, los Ban¬cos. Tenemos doctoras en medicina y odon¬tología, numerosas alumnas en muchos colegios superiores, escritoras, poetisas.
¿Que la mujer de comodidades no debe traba¬jar? Sin duda, si por trabajar se entiende el abandono de los deberes de familia, para hacer profesión de acumular dinero. Mas, la atina¬da dirección del hogar, el cuidado de las relacio¬nes sociales, el incremento de la propia fortuna, no es un delicado e importante trabajo? La mujer casada que cuida de sus hijos pequeños y educa adolecentes, no puede, no debe abando¬nar sus deberes; pero en el caso de necesidad ab¬soluta, será preciso atender en lo posible los gra¬ves cuidados del hogar y los de la profesión, pues de lo contrario, la vida sería muy difícil.
La profesión de enfermera es una de las más adecuadas para una mujer de alma grande. Con razón se dice que las mujeres de corazones ma¬ternales, son las más aptas para ella. Se presta como ninguna otra para toda posición y hasta parece privativa de las naturalezas más nobles y delicadas. ¿Devolver la salud y la alegría, no significa colaborar en gran escala al bien de la sociedad? ¿Por qué innumerables mujeres que no hallan orientación, no se dedican a profesión tan altruista? Además, podernos asegurar que jamás faltará empleo ni, remuneración para este precioso oficio.
Numerosas profesiones descuidadas son las que se relacionan con el servicio doméstico. Co¬nocemos que en el Ecuador es cada vez más di¬fícil encontrar mujeres aptas que desempeñen a satisfacción los varios empleos que los hogares requieren; además de no poseer la habilidad pa¬ra su arte, carecen de las disposiciones morales que les son indispensables; no es raro que de la ausencia de condiciones esenciales, resulte el fra¬caso de las mujeres que necesitan vivir valién¬dose de un trabajo para el que no están prepa¬radas. La educación de las masas, correspon¬de de preferencia al estado, tanto más, cuanto que las personas que necesitan educación profe¬sional, carecen de fortuna.
Entre las profesiones femeninas, descuidadas y muy importantes, podemos señalar la del ser¬vicio doméstico, pues gran parte de las mujeres que trabajan para vivir encontrarían ocupación fácil y bien remunerada, al mismo tiempo que el hogar estaría mejor atendido y las dueñas de ca¬sa podrían dedicarse a labores más importantes. Un Club o Liga de señoras pudiera estudiar, en¬tre otros, el problema del servicio, que ha me¬nester de conocimientos científicos, siquiera sean rudimentarios, pues si a la ama de casa le pre¬cisa saber mucho, sus colaboradoras no deben ig-norarlo todo. Este ramo debería ser atendido con preferencia, en las escuelas profesionales.
Queremos trabajar con las alas de la ambición abiertas a todos los horizontes, con los ojos ávi¬dos de luz en busca de todas las auroras. Ir en pos de un ideal, aun cuando sea lejano y parez¬ca imposible, ya es principio de dicha y espe¬ranza; la vida aprisionada y pesimista, la vida sombría y llena de preocupaciones, carece de ra¬zón y conveniencia.
Por todas las mujeres que no escriben, por to¬das las jóvenes obreras que recibirán educación profesional; en nombre de todas las que sueñan y de las rebeldes a los viejos regímenes, derrá¬mense como lluvia de rosas, agradecimiento y aplausos para las personas o instituciones que tratan de salvar a la república y se interesan por la educación de la mujer.

LOS más ilustres representantes de la humanidad, los pensadores más famo¬sos, los sabios que han profundizado las ciencias, han declarado categórica¬mente la igualdad de aptitudes y dere¬chos de ambos sexos. Un feminista contempo¬ráneo quiere que la mujer sea legalmente lo que ella puede ser naturalmente.
La adquisición de los derechos civiles y polí¬ticos, no es ambición loca de mujeres desorbi¬tadas, ni el esfuerzo de la mujer para asemejarle al hombre, sino cuestión de absoluta justicia y profunda necesidad. La mujer tiene sobre sí la responsabilidad de su vida truncada, de su obra imperfecta y quiere rehacerlas. En nom¬bre de qué derecho se le priva de servir a su pa¬tria, de mejorar, la sociedad, de interesarse por los destinos del mundo? Pues allá trata de ir con el entusiasmo de su juventud, el caudal de sus energías y la pureza de sus costumbres; tra¬ta de ir, lentamente, para afirmar su carácter y adquirir nuevos hábitos. ¿Repugna esto de al¬gún modo a la naturaleza femenina?
La mujer moderna, perfectamente evolucio¬nada, exclama que su mundo, en el cual el esposo y el hijo tienen su campo de acción y ejercen sus funciones: universidad, la aca¬demia, el parlamento, el municipio, los talleres y fábricas, las cruces rojas de paz y de los campos de batalla.
La mujer ha resuelto no, sólo prestar su apo¬yo moral, sino ofrecer su concurso personal a es¬tas obras del hombre; ella servirá a la causa so¬cial con su probidad irrefutable, con su virtud puesta a prueba en el decurso de los años, con su atractiva bondad y su entusiasmo.
El mundo, algo así como agotado, siente para vivir la necesidad de nuevos y puros elementos; clama por la paz universal, desea seres capaces de amor y solidaridad, emprende una cruzada gigantesca para ver de infiltrar por medio de con¬gresos, de conferencias, de la escuela, un espíritu de justicia y concordia. "La experiencia de la mujer le ha dado el conocimiento de ciertas fa¬ces y aspectos de la vida, que el hombre es inca¬paz de adquirir, a pesar de sus caudales de cien¬cia positiva. Sólo la mujer puede pulsar la nue¬va nota de que el mundo tanto necesita; ella tie¬ne la obligación de concertarla en la sinfonía de ideas, sentimientos, aspiraciones, esperanzas, pro¬pósitos, anhelos e ideales de la raza humana".
Si se afirma, con razón, que el hogar hace al hombre, es lógico que éste, formado con infinita solicitud por su madre, simpatice y trabaje con ella en el decurso de su vida, y que la mujer, a quien obligan las mismas leyes que al hombre, intervenga en la formación de esas leyes. La mujer inteligente, instruida y educada, no puede significar menos que el hombre en el ejercicio de sus derechos; es de estricta justicia que el trabajo de la mujer, igualmente ejecutado, no valga menos que el trabajo del hombre, y que en la administración y gobierno de su patria intervenga la mujer que la ama, por ley de naturaleza, con amor más férvido que el hombre.
El voto, el voto que desconcierta y tanto preo¬cupa a los hombres, es a pesar de todo necesa¬rio; entendido que para los hombres, como para las mujeres, el voto es cuestión de profunda edu¬cación cívica. El voto necesita la mujer por es¬tricta justicia, porque obedece las leyes y sufre más la insuficiencia de ellas; porque tiene igual responsabilidad jurídica que el hombre; porque paga las mismas contribuciones; en una palabra, porque se ha resignado a todos los deberes y le faltan todos los derechos. Por dignidad, por necesidad ineludible, debe la mujer prepararse seriamente para intervenir en la formación de las leyes y en el gobierno de su patria: las leyes serían más justas para todos y provechosas para ella, la administración pública más intensa y cumplida. La única cuestión por el momento, aparte el principio, es la de averiguar si su edu¬cación le capacita para el consciente ejercicio de sus derechos.
Consideramos la cuestión del sufragio como la más difícil y trascendental en la vida republica¬na. Anhelamos que la mujer ejerza este dere¬cho, no por vanidad sino por necesidad absoluta, ya que tratamos de perfeccionar las institucio¬nes sociales con la intervención femenina; que voten, al pronto, no todas las mujeres, sino las que tengan títulos escolares, académicos o que sean de reconocida intelectualidad y cultura, pues, indudablemente, no basta no ser analfabe¬ta para estar en aptitud de votar. Como tantas veces se ha dicho, la mujer debe empezar a ele¬gir y ser elegida para los municipios, ya que el gobierno seccional hay cuestiones en las que sería muy apreciable y valiosa su intervención.

¿Que el hogar ha de arruinarse con el voto? ¿Por qué? ¿Padece hoy, por ventura, cuando las mu¬jeres casadas van a la iglesia, las visitas, los pa¬seos y bailes? ¿Por qué ha de sufrir menoscabo sólo cuando salgan para depositar el voto o a de¬liberar por hallar un candidato de sus simpatías? Mas, como el voto es asunto de verdadera educa¬ción cívica, no pedimos que intervengan las mu¬jeres que no están en aptitud o capacidad de dar¬lo, a muchos les parece que está muy bien con¬cedido el voto a los campesinos ignorantes, a los hombres degenerados o sin carácter; pero que sería peligrosísimo otorgarlo a mujeres inteli¬gentes, ilustradas, patriotas y de convicciones firmes.
Y ¿cómo llegaríamos, de hecho, a una evolu¬ción completa? ¿Cómo pasaríamos de un estado de pupilaje a otro de repentina libertad? Avan¬zaremos, cierto, paulatinamente, con prudencia y cautela, cual corresponde a la inteligente mu¬jer de nuestros días: tiempo vendrá en que lle¬guemos a la igualdad dentro y fuera de la unión conyugal.
Otra de las aspiraciones del feminismo moder¬no es la de igualar a la mujer con el hombre pa¬ra el ejercicio del comercio y de las industrias. "La mujer tiene la desventaja de que, en igual¬dad de condiciones, es su jornal inferior al del hombre, por efecto de la ley de oferta y deman¬da, cuyos abusos debiera impedir la justicia so¬cial, representada por el estado, fijando el jor¬nal mínimo y la jornada máxima, de modo que no fuera posible la dolorosa explotación de la mujer, como ocurre en los establecimientos fabriles e industriales”.

Como el sol que por su elevación no abrasa la tierra, sino que le envía sus rayos cual amo¬rosa caricia; como nuestras cumbres andinas, que en el milagro de su nieve eterna resisten inmo¬bles y blancas las tormentas; como el oro que reluce diestramente acrisolado: así la mujer, en el decurso de los tiempos, con paciencia y dolor, ha enaltecido su alma y purificado su ideal, para traer a la vida el presente de su verdad, la áurea ofrenda de su corazón, rico de entusiasmo y de bien.








PROBLEMAS EDUCATIVOS
1936


A Zoila Ugarte de Landívar,
noble espíritu acendrado
en fi¬nuras estéticas, dedica
este en¬sayo, con efusivo cariño.
La Autora


NO ES lógico separar estas tres entidades, sociedad, escuela, hogar, en las que aparece y se desarrolla el niño. Es indispensable establecer el concurso simul¬táneo de las tres para realizar la educación integral. La experiencia nos demuestra que cada conglomerado social, aislado, no puede formar el carácter y los hábi¬tos. Los tres se penetran, completan e influyen mutuamente. La educación integral, esto es la biológica, la de la inteli¬gencia y del sentimiento es la que se obtiene con las lec-ciones, con las impresiones y las costumbres del hogar, la escuela y la sociedad.
Uno de los mayores males que actualmente padece el mundo es la fatal orientación y de forjadores de cultura.
No es crisis literaria ni científica, ni tampoco es puramente económica, ni esta inquietud podríamos atribuirla al desconcierto mundial de la post-guerra y fin de ella. Este siglo, más que ninguno ha avanzado en la conquista de la conciencia, en la técnica y perfección de las artes, en los bienes materiales que dan bienestar y comodidad y, sin embargo, se advierte la ausencia de valores éticos y de progreso en a cultura del carácter.
En el menosprecio que en el hogar y la escuela en la universidad y el ambiente social se hace de la edu¬cación, encontramos una de las causas que lleva a la hu¬manidad por senderos tan difíciles. Y ahora, en el siglo del dinamismo, de la radio y del aeroplano, hoy más que an¬tes, ansiamos normas, orientación, equilibrio. Esta orienta¬ción no podemos hallarla en el estudio de muchas ciencias; la física y la química contemplan las leyes que rigen la na¬turaleza inanimada; la astronomía y las matemáticas nos descubren las asombrosas leyes de los astros y las no menos admirables del cálculo; ciencias varias y múltiples ponen a nuestra vista las maravillas del prodigioso mundo sensible; en tanto que de preferencia la psicología, la ética y la reli¬gión nos manifiestan las leyes por las que se gobiernan nuestros actos.
La educación, base insustituible del progreso, causa de general bienestar, fundamento de la convivencia humana: cómo podrá enseñarla quien la ignore, ¿cómo podrá infundirla quien no la ame y la posea plenamente? Obra larga y di¬fícil que necesitan realizarla el hogar, la escuela y la socie¬dad, obra admirable a la que ningún ser consciente debería negar su concurso. Cada día se afirma, con mayor insis¬tencia, que la renovación del mundo ha de venir del hogar y de la escuela, y los educadores ensayan los postulados nue¬vos que puedan alcanzar esta aspiración suprema. La edu¬cación debería ser y es la obra de todos, porque todos deberíamos contribuir directa o indirectamente a establecer en el hogar y en la sociedad el dominio de la cultura, empezando por practicarla en el fuero individual y extendiéndola a la parte social que nos ha cabido en suerte. También el niño no ha de ser solamente el sujeto de la educación sino que él, a su vez, ha de ser agente de difusión de ideas educado¬ras en el ambiente doméstico y social. "El niño ha de ser en la casa el agitador del progreso en lo higiénico, en las distracciones íntimas, en el fomento de la decoración artís¬tica, en la ampliación de las comodidades, en el uso correc¬to del lenguaje, en la disipación de los minutos grises". Estas ideas están en perfecto acuerdo con el pensamiento rodoniano de que la educación de los hijos ha de completar la educación de los padres.
LA familia procede sin ideología superior, sin plan, sin método”
El hogar, en casos muy numerosos, no envía a la sociedad ni a la patria, hombres veraces, puros, honrados, generosos, patriotas, y ellos, los hombres ineducados’ llevan a la familia, la sociedad y la patria los defectos, las taras de su carácter. Los padres ponen mayor interés en que el pequeño sea un intelectual vanidoso o un profesional experto antes que un hombre de irreprochables costumbres; estas quedan relegadas a un plano inferiorísirno en la educación del niño. Si miente no le demuestran la deformidad de la mentira, lo mucho que afecta a su dignidad y altera las relaciones sociales, ni porqué es tan grave el daño que la falsía de los hombres produce en la sociedad. La familia no labora sobre el deber de respetar la propiedad, de precautelar los derechos ajenos, de trabajar con celo por el bienestar común, de cuidar hasta la nimiedad de los intereses públicos, y he aquí que una corriente de dilapidación y fraude levanta su bandera, amenazante de ruina. En el hogar se descuidan el candor y la pureza, y por esta causa han sobrevenido en todo tiempo trastornos de magnitud gigantesca. Al niño no se le enseña a sacrificarse para cumplir su deber ni por el bien de los demás, sino que por el contrario, se fortifica su egoísmo y él es, desde muy pronto, imperioso con sus padres y hostil con la sociedad.

La disciplina es también muy descuidada. El peque¬ño manda siempre, quiere y ejecuta lo malo y cuando no en¬cuentra aplauso llalla la más amplia tolerancia. Son raras en el hogar la disciplina que haga conocer a su inexperien¬cia la realidad de una falta y la doctrina clara, oportuna, constante que haga luz en su inexperta inteligencia. De otra parte, ha vigilancia del niño es echada en olvido pronto, atendiéndose a PU capacidad de hombre. El hombrecito ineduca¬do, queda libre por lo general a los doce o catorce años y, persona de su derecho, es lanzado al mundo con otros niños tan descuidados como él. Ya jovencito, desatiende sus clases, va de paseo con sus amigos, charla de política, reniega de la religión y se cree autorizado a decidir con su fallo inape¬lable, las cuestiones sociales y a intervenir en los trastornos públicos.
No es menos deficiente la educación de las niñas. Si en el chico se permitió el orgullo, ambición desmedida, falta de honradez, pereza; en la niña se cultivan la frivolidad, el lujo y poco respeto a la verdad y al honor. También ella es deformada en el hogar y lanzada a la vida con tan mala preparación como el niño. Y aún hay más. Las costum¬bres de moderación, de piedad y vida de hogar que distin¬guieron a nuestras madres han perdido su importancia y hoy se ha generalizado la necesidad de constante diversión fuera de casa. El progreso constituye ascenso y vincula a una generación con otra; pero no es ni puede ser pérdida de cos¬tumbres honorables, indudablemente buenas. Y qué diremos de algunas jovencitas que dan extremada importancia a fu¬mar más que los hombres, a beber y jugar como los hom¬bres. . .?
Si una de las causas de esta desorientación la encontramos en la deficiente educación del hogar, también la vemos en el resultado efímero y con frecuencia incompleto de la enseñanza en escuelas y colegios. Con escaso y superficial acervo de conocimientos científicos y profesionales sale la chiquilla del colegio, y una vez, fuera de él, ahí con raras excepciones, termina su educación. Y cuando se casa, parece que el matrimonio la obligara a dar un adiós eterno al es¬tudio; entonces, cuando necesita más que antes avanzar, perfeccionarse. Por esto se advierte que ni el hogar ni la es¬cuela supieron infundirle aliento para ir adelante, para no ha¬cer el alto fatal. Muchas veces ocurre que en la obra de la educación individual en vez de progresar se retrocede.
No simpatizarán con nosotras muchas jóvenes si les descubrimos que subsiste hoy, sobre las bases de la realidad, como uno de los primeros ideales que definen y exaltan la feminidad, el de la esposa y madre consagrada a su hogar, compañera del hombre en igualdad de cultura e igualdad de derechos, nodriza y maestra de sus hijos, que los nutre con sus jugos vitales y que es la preceptora de su primera in-fancia. Desde Fray Luis de León, autor de ''La perfecta casada", hasta Marañón, que escrute hoy sobre tantos pro¬blemas, hay distancia y, no obstante, a la luz de la inspi-ración y la ciencia, los dos maestros españoles están confor¬mes sobre este punto principal de la educación y destino de la mujer.
Keyserling, su obra ''La vida íntima", al hablar so¬bre el matrimonio, piensa que son absurdas muchas de las ideas que hoy día se llaman ''de avanzada". Keyserling di-lucida los motivos superiores que respaldan el matrimonio monógamo e indisoluble y ve entre las causas que contribuyen a la desolación del vinculo conyugal la falta de una conciencia bien orientada y profunda.
La cultura tiene exigencias y gobierna con leyes que dirigen la libertad; no permite que el hombre se guíe por el capricho, por la moda tantas veces absurda, sino que le obliga a que milite bajo las banderas de la razón, del honor, de la estética. El bárbaro no se somete a los imperativos riciales que son el código que regula la conducta del hombre o civilizado.

NO entramos a la crítica de los programas escolares sino que dirigimos la atención, únicamente, a afirmar el concepto de que es asunto de capital importancia la escuela, el de educar. La formación del carácter sus manifestaciones de disciplina, dignidad, indepen¬dencia, trabajo, patriotismo, bondad; esto, aun más que las adquisiciones intelectuales, aseguran éxito, felicidad.
"Educar significa favorecer todo cuanto conserva y acre¬cienta en el niño la energía espontánea, la vitalidad espiri¬tual profunda, la potencia creadora. Evitar cuanto la dismi¬nuya, la anula, la aminora, la ahoga; en esto estriba el fun¬damento de la educación, pero desgraciadamente este punto puede sernos el más incógnito, escribe Ferriere, en su obra "El alma del niño a la luz de la ciencia''.
El maestro tiene en sus manos el alma del niño, por¬que en gran parte él forma, dirige, encamina esa alma que los padres y la sociedad le confían. El maestro es respon¬sable de la vida moral del niño, porque va a infundir en él ideas, sentimientos, costumbres, lo más valioso y perdurable que posee el hombre. La felicidad relativa que todo ser necesita alcanzar descansa en la base inamovible de la edu¬cación; los derechos de la familia y los de la sociedad es¬tán entregados ahí honradez profesional, a la preparación científica del maestro. Las cuestiones educativas revisten seriedad plenaria y las manifestaciones del espíritu en su órbita inmensa corresponden a armonías y discordancias cier¬tas, podríamos decir matemáticas. Raras veces la excelen¬cia de un carácter se sobrepone, reacciona contra el ambien-te: lo normal, lo corriente es que los resultados de la edu¬cción sean los que el educador previno al estudiar las ca¬pacidades del alumno. Es verdad que en lo complejo del espíritu mucho escapa a la influencia educativa, pero tam¬bién queda mucho y en esto radica el poder de la educación. La escuela tiene a su disposición procedimientos deducidos de la ciencia y la experiencia, porque la obra de la educación es compleja y el realizarla reclama tiempo, dedicación, cien¬cia. El poder de la educación es extraordinario, tanto que alcanza a contrarrestar las influencias, muchas veces pernicio¬sas del ambiente social y hasta los resultados de taras here-ditarias. Para profundizar en una ciencia no bastan con¬sejos ni advertencias aisladas sino el aprendizaje lento y formal de los principios y aplicaciones de ella. La ciencia de la educación es eminentemente práctica y las lecciones que recibe el niño pueden ser comprobadas al instante; la reli¬gión y la ética, la higiene y la patología están relacionadas con ella; su historia, igualmente proporcionará muy im¬portantes ejemplos que vengan en apoyo de esas asevera¬ciones.
¿Habrá misión más grande que la del maestro cuando sabe cumplirla, pero más peligrosa y corruptora cuando él hace traición a sus deberes? Corromper a los niños, des¬truir su personalidad, que él debía perfeccionar, elevar. ¡Ah¡, es que entre las aberraciones, no aberraciones solamente, en¬tre los crímenes, pocos podrán igualarle en responsabilidad más terrible. Los maestros son los conductores de multi¬tudes, auténticos fundadores de razas libres y fuertes por sus virtudes, o de razas esclavas, con la ominosa esclavitud del vicio. Únicamente los espíritus selectos deberían aten¬der al puesto de honor y de confianza de la cátedra. Por¬que de ellos defiende el progreso o la ruina de sociedades y naciones. El maestro ha de empezar por educar con su ejemplo: conducta intachable, carácter reciamente templado, austero, sereno, bondadoso y sabio; así y mucho mejor de¬be ser el maestro, porque tiene la profesión de educar y es¬tá obligado a cumplir de verdad sus compromisos.
La orientación espiritual moderna se dirige a aprove¬char de la sabiduría y la experiencia, de los valores eternos, permanentes, reales, para incorporar a estos valores el caudal de los conocimientos nuevos, y no en cuanto a cuestiones escolares, puramente, sino sobre todo en lo que se relieve a la total orientación del espíritu en la ciencia compleja de la vida. No una vuelta al pasado, pero si una formal acepta¬ción, una revisión de todo aquello pie la experiencia ha se¬ñalado como bueno en concepto de los más capacitados, pen¬sadores, sabios y hombres de bien. Valores permanentes indestructibles que la sociedad ha usufructuado y cuyo po¬der virtual ha contribuido al mejoramiento humano. En la vida social no se extinguirán los principios eternos, vitales, las verdades básicas; lejos de desaparecer se afirmarán ca¬da vez más en la conciencia; se afirmarán tanto por su evo¬lución hacia las cimas del pensamiento y de la voluntad, cuanto por los efectos perniciosos de su ausencia en la evo¬lución y marcha de los pueblos. La sociedad no podrá sos¬tenerse ni avanzar sobre las bases falsas y quebradizas del error. No importa que el error aparezca, que se lo proclame, que se haga del error el móvil momentáneo de la ac-ción; esto significará que aquella hora es de crisis, de eclipse, pero que luego la sociedad en mi jarte consciente y directiva, se orientará a la luz. Lo falso, en todos sus aspectos no cambiará de naturaleza en tiempo alguno, ya en las relaciones del individuo, en la vida interna de los pueblos, en los pac¬tos internacionales; lo degradante no ocupará un sitial ho¬norable en tanto que a la razón le sea otorgada, la facuitad de discernir el bien del mal y a la conciencia no le sea ne¬gado el don divino de sentir lo bello o lo deforme.
Mas, hay épocas, en las que sobreviene una "perversión de los instintos valoradores". Esta idea la expresa Ortega y Gasset, hermosamente. ''Perdióse en la Restau¬ración la sensibilidad para todo lo verdaderamente fuerte excelso, plenario y profundo. Se embotó el órgano encar¬gado de temblar ante la genialidad transeúnte. Fue como Nietzsche, diría una etapa de "perversión de los instintos va¬loradores". Lo grande no se sentía como grande, lo puro no sobrecogía los corazones; la calidad de perfección y excel¬situd era invisible para aquellos hombres como un rayo ultra¬violeta y, fatalmente, lo mediocre y liviano pareció aumentar su densidad".
Está en la mente de grandes pensadores modernos que, es necesario promover en la conciencia de todos los hombres una mayor elevación cultural, "capaz de desvanecer los antagonismos existentes". Será esta una de las mayores conquistas del futuro, elevar el plano del espíritu, la mentalidad, la conciencia y las condiciones materiales de todos los hombres a una altura tal que en ella puedan desvanecerse los antagonismos existentes. En las altas, luminosas y des¬interesadas esferas del saber, de la ciencia y el arte, de la religión que eleva y unifica podrían los hombres compren-derse y amarse. Además, como un imperativo do la hora presente se impone la mejora general de las comodidades materiales, porque así lo exijo la, justicia y para detener la bárbara irrupción de perniciosas tendencias modernistas.
"Una nueva conjunción do todos los esfuerzos", piensan Vasconcelos. Qué estupenda obra para un talento organiza¬dor, comprensivo, genial, puesto que los miopes y los incomprensivos se enredan cada vez más en las mallas de la com¬plicada ideología moderna. A la evolución de lo verdadero y de lo excelso deben aspirar los que tienen lugar de direc¬ción y de cátedra. En el bogar, los padres, la madre sobre todo por la persistencia de su acción; en la escuela los maes¬tros, en la sociedad los pensadores, los artistas, la prensa, el teatro.

LA ÈTICA, o moral, ciencia que dirige la acción, ha sido en todo tiempo estudio preferido de psicólogos, legisladores y moralistas. La ética tiene por finalidad el bien, así como lógica aspira a conocer las leyes de la verdad.


“La ley, según Aristóteles, es la regla y medida de los actos y esta regla y medida corresponde a la razón que es el principio de actividad en los seres racionales”. “La ley y la razón son una misma cosa”, dice un eminentísimo autor y un ingenio de la antigüedad no vacila en decir que Dios” es la ley entera porque es la razón soberana”.
La libertad sin la razón, sin los sentimientos nobles no sería otra cosa que el instinto, el dominio del absoluto y de las sensaciones. El hombre que no dirige sus actos con la razón, que no ahonda en su corazón, que no se somete a los dictados de su conciencia desciende en los grados en que corresponde a su conciencia desciende muy inferior de la que corresponde a su eminente dignidad de hombre, se condena a prematura e inevitable ruina, Dirigir la actividad con la razón, proceder siempre en virtud de los más generosos impulsos, volver todas las acciones de la vida, hasta las más pequeñas bellas y buenas, he ahí lamenta deliciosa, el atractivo supremo, la obsesión sublime que constituye la esencia de la ciencia. Es imposible prescindir en la educación de la ciencia de gobernar la conducta, de someter a disciplina los centros de claudicaciones, de pequeñeces y miserias. El Vicio es príncipe, del dolor que recurre el mundo con su trágico manto de cobardía, con su mueca de injustica y su cascabeleo de locura. El inicio es múltiple y trágico creador de do¬lores, también sus héroes son inmortales y su figura recurre el mundo en medio del carnaval del escándalo.
Dejando que el pensamiento vuele libré por un espacio que le es bien conocido; arrancando de las profundas inspi¬raciones del sentimiento y de luz lógica, con plena sinceridad, nosotras creemos que la religión debe ser fundamento de la educación, de tal modo que prescindir de ella con la educa¬ción es quitarle su íntima belleza, su energía veía es despojarla espíritu de lo sublime, divino, inmortal. La religión católica es el código más hermoso y puro de la más estupen¬da moral, es la escuela de autoeducación por excelencia. No cabe huir de ella, suprimirla al tratar de establecer el fundamento de la ciencia altísima, sustancial en la vida de in¬dividuos y de pueblos: EDUCAR. Y no solo en las esferas del pensamiento, sino en el campo de la realidad, la inde-clinable perfección de espíritu que produce la fe religiosa nos hace juzgar de su verdad y de cómo es indispensable contar con ella para la educación; ¿Cómo se puede suprimir el es¬tudio, la práctica de la religión cuando se trata de educar de veras? Esto solo, la ausencia de enseñanza religiosa bas¬taría para darnos una de las claves del desequilibro de la sociedad moderna. Es tan arraigada en el alma la tenden¬cia hacia la religión que no se puede arrancarla sin producir un desequilibrio inmenso. Afirmar, es encontrar la verdad de las cosas y no es posible vivir bien a base de negacio¬nes. En la generalidad de los casos negarlo todo es arbitrio de la ignorancia. "La negación constante limita, desvitaliza aunque por matar la intención sea buena era razonable que un hombre y mucho más un pueblo carezcan de principios religiosos. Y así como acontece hoy no se da valor a estas ideas fundamentales, eternas, inamovibles, histó¬ricas, prueba se da de que los hombree no se retiran a pen¬sar, no adentran en los grandes problemas del pensamiento.
Esta es una época de desorientación, de crisis, pero de alta vitalidad al mismo tiempo, de inmensas aspiraciones. De esta época inquieta, febril más que otra alguna ha de surgir, a la postre, una realidad pasmosa. Hacia qué lado des¬bordará lo impetuoso torrente”. De la Providencia, que pre¬side los destinos humanos, de los pensadores, do los esta¬distas que están estudiando y comprendiendo este deslum¬brante y al propio tiempo trágico espectáculo, esperamos la predicción del futuro. Mas, urge preparar el campo para el advenimiento de la vida nueva; este campo es la conciencia capaz de orientarse a la luz, predispuesta al orden y en ele¬vada tensión para producir la nota armónica en el concierto del espíritu.














MARIANA DE JESÚS
(Obra posmorten—1940) 
PREÁMBULO
La bella sultana de los Andes, Quito, la ciudad señorial que mantuvo secularmente el cetro de los reyes, la corona de los poderosos, los estandartes de la libertad; Quito, la antigua capital del reino en el que dominaron, al paso de los siglos, el rey Quito y luego la larga dinastía de los $hyris, que cedió su puesto al imperio de los Incas, entre los cuales son astros de primera magnitud en la historia, Huaina Cápac admirable y el generoso cuanto infortunado Atahualpa.
Pasó el tiempo y llegaron las guerras de la conquista española; guerras pavorosas en las que lució .avasalladora la espada del conquistador
Consumada la sangrienta destrucción del imperio de los Incas, entró en la capital Sebas tián de Ben alcázar y dio a esta ciudad real nombre de San Francisco de Quito.
Al hablar de la emancipación, González Suárez dice así: ‘España buscaba su bien, su, majamiento; España atendía al bien de América y a su adelanto, pero subordinando siempre el bien de América al bien de España, y el bienestar de América al bienestar y prosperidad de la Península”. Y en otro lugar añade: “Ningún pueblo puede existir ni prosperar sin justicia; el pueblo americano bajo el régimen español padecía extrema falta de justicia”
América Hispana con plenitud de actitudes y derechos para el gobierno propio, con múltiples necesidades a las que España no podía atender; con sobradas riquezas y con gérmenes vitales de democracia en su seno; América’ miró con lucidez y sintió con vehemencia el noble ideal de libertad y Patria. Desarrolladas las leyes que regulan la evolución de .los pueblos, nuestros padres, los próceres, lanzaron en esta Capital, el Diez de Agosto de l8O9 el Primer Grito de Independencia, que resonó en el Continente Americano, y que valió muy noble y muy leal ciudad el renombre de “Quito Luz de América” .
Se consolidó la libertad por el sacrificio de los mártires americanos y exaltó su trono en el Ecuador con la victoria que el 24 de Mayo de 1822 obtuvo el invicto Sucre en la montaña del pichincha, a cuyas faldas se asienta Quito, la gentil sultana.
“La América formada por España lo fue para la libertad”. Permanecen de España la dádiva materna de su raza, de su cultura, de su lengua armoniosa, de su religión santa. América le debía todo a España. ¡Ah, si le hubiera debido también la independencia…¡
Volvamos a Quito. Esta ciudad llena de gracia, delicada y espiritual, atractiva y acogedora, ciudad de noble corazón, majestuosa como una reina y alegre como la sonrisa del sol; en ella habitan como en propio solar las ciencias y las artes; su historia abre las ramas como un gigantesco árbol y se constela de flores como la primavera.
Quito, el gran pueblo donde la religión y el heroísmo han sido arraigados y firmes, ostenta su fe religiosa como uno de los rasgos más acentuados que le dan relieve y sus templos son joyas de arte colonial y monumentos de su piedad de noble abolengo.
Naturaleza de Quito, imperio de frescura de primavera ataviada de flores, impregnada de perfumes, grávida de dulcísimos frutos.
Quito, la tierra prócer ayer y hoy; en ella no faltarán nunca los héroes y los santos. Ha recibido la divina unción del heroísmo y la Providencia le ha señalado como patrimonio suyo, la gloria.

El 31 de octubre de 1618, vio la luz en esta capital Mariana de Jesús Paredes y Flores, a quien ha coronado la gloria con frescos lauros y brillantes rosas.
Refieren auténticas crónicas que sobre la noble casa de Mariana de Jesús resplandeció en la noche de su nacimiento una palma de refulgentes estrellas.
Mariana de Jesús se eleva en su patria llevando en sus bellas manos la historia de su vida pura, que siguió sin declive alguno la línea ascendente de una virtud siempre heroica y sin mancilla.
Cuan difícil penetrar en almas como la de Mariana de Jesús de alteza y pureza acrisoladas. Alcanzamos apenas a columbrarlas y es casi imposible aquilatarlas, porque están facetadas con finuras de exquisitos brillantes, porque han ascendido la escala ilimitada del espíritu y han descubierto los secretos de la eternidad.
Muy distantes se encuentran de comprender la santidad quienes se imaginen que es mustia flor de espíritus vulgares o corazones mezquinos, de vidas agostadas por el desengaño o desdeñadas por el mundo. No. Para brotar esta flor costosísima, de fragancia y hermosura celestiales, necesita de grandes almas y generosos corazones.
Si se profundiza en las ideas de Mariana de Jesús, veremos que se hallan vinculadas con los más altos problemas del pensamiento, con aquellos que han atraído la porfiada atención de poetas y filósofos, de teólogos y santos; Dios, el alma, la inmortalidad, la perfección moral.
¡Visión de lo infinito! El audaz pensamiento de la Santa quiteña se fijó en los grandes , los eternos problemas que constituyen el supremo atractivo y la pasión del genio, del poeta, del filósofo. El torturador pensamiento de Hamlet, es hoy como ayer la pavorosa incógnita contra la cual golpea las alas el soberbio pensamiento del hombre: …Ser, no ser, dormir, soñar, la inmortalidad o nada…¡Qué formidables problemas que propone la razón a la razón y a la conciencia humana¡
Mariana de Jesús se planteó a sí misma estos tremendos problemas del destino humano, y en el espacio de su corta vida los fue despejando con el tesón y la paciencia de los sabios, y con el valor de los espíritus fuertes que son capaces de poner de acuerdo su pensamiento batallador con su voluntad rebelde. Convencida, supo elevar su conducta a la sublime nitidez de sus ideas.
Los biógrafos de Mariana de Jesús, nos la describen de tez alba y tersa; rosadas como la aurora sus mejillas; negros, brillantes, grandes y soñadores los ojos; la boca cofre de sonrisas, de plegarias y de dulces palabras de consuelo; melodiosa la voz; las manos blanco y rosa de seda; hábiles en las labores femeniles, y expertas en el tañer de la guitarra y el arpa; el cuerpo esbelto, parecía perfumado, habitualmente por suavísimos aromas; el pensamiento noble, con potentes alas que tocaban la majestad de los cielos; el corazón santuario de perfecciones; voluntad, la de un héroe que se sacrifica por Dios, por sus compatriotas y por la Patria; su adorada Quito.
BREVES NOTICIAS ACERCA DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA DE
MARIANA DE JESÚS
Los primeros años de su vida, señalados por prodigios, revelan al instante la presencia de un ser excepcional conocible solo por el que llevando como guía y compañero el asombro , se reviste de luz escrutadora.
Como con toda superioridad extraordinaria, elle es un ejemplar de elección hecho para las admiraciones, mas no para la imitación humana, que, como las olas en el mar, sigue e fácil rumbo que le imprime un acorde movimiento de conjunto.
Un vestigio que la austeridad que más tarde le será característica se advierte pronto en la criatura bendita. ¿Cuál no será la sorpresa de su madre cuando se convenció, por repetidas ocasiones, que la niña solo tomaba el pecho al medio día y al acercarse la noche? Inútiles fueron sus esfuerzos para obligarle a tomar el ordinario sustento a ninguna otra hora del día ni la noche.
Más tarde ya crecida, cuando la llevaban de paseo a la hacienda, arrancaba ramas de ortigas y de espinas, y se golpeaba con ellas el cuerpecito semidesnudo. Otras veces, con una cruz pesada para sus hombros infantiles, recorría de rodillas los pasillos de la casa.
Desde los primeros años, ninguna niña de la familia le igualaba en piedad y en amor a Dios y a la Virgen María; ninguna le igualaba en el afán apostólico de enseñar la religión y la moral más pura. Mariana era la infatigable maestra de la religión de los numerosos sirvientes de la casa, y de los niños conocidos por ella: iniciaciones de amor y abnegación que darán luego el brote pleno de un inmenso idealismo y la manifestación de un poderoso carácter.
El padre de Mariana de Jesús, murió cuando ella contaba con tres o cuatro años, y la madre corto tiempo después. La niña tenía a su hermana mayor doña Jerónima Paredes y Flores, casada con el capitán D. Cosme de Caso, “rama de la noble familia de ese mismo apellido de la provincia de Asturias en España”. Ellos reemplazaron con tiernísimo afecto a los padres de la preclara niña.
Afirman los biógrafos de la santa que “era grande talento, de ingenio muy agudo, de inteligencia viva y precoz, con lo que no hizo inútiles los cuidados de los que la instruían, sino que adelantó en poco tiempo, sobresaliendo muy pronto sobre sus compañeras, que sin que le costara trabajos ni desvelos. Tenía dos maestros, el uno que le enseñaba a leer y a escribir, en lo que salió muy aventajada; el otro a tocar varios instrumentos de música, y llegó a manejar con mucha destreza la guitarra y el arpa. La aplicaron también a labores femeniles, como tejer, cocer, bordar. “Esta, generalmente, era en esos tiempos la mejor educación que podían recibir las niñas de las familias nobles; pues, conocido es el prejuicio de aquella época de que a las mujeres era preferible no enseñarlas a escribir para que no contestaran las cartas de sus enamorados.
Los biógrafos de Mariana de Jesús, nos describen sus múltiples acciones, y raramente conservan las expresiones auténticas de la santa que nos habría sido en extremo valioso conocer; mas sabido es el talento, estudio constante meditación continua, a parte de que el mismo tenor de vida debió ser para ella sapientísima escuela, su palabra tuvo que estar a la altura de sus ideales; cincelados en el crisol de la soledad debieron de ser sus pensamientos; purificados en el fuego de amor santísimo, los sentires y quereres suyos; pulcro y dócil su lenguaje, suavizado por la caridad.
A los diez años, sueña en catequizar a los indios de Mainas, e inspirada por la caridad heroica de convertirlos a la fe de Cristo, resuelve salir de su casa, acompañada por Juana y Sebastiana de Caso, sobrinas de ella, de menor edad que Mariana, sin conocer el camino y sin más que una insignificante provisión de ropa, galletas y bizcochos. La llave de la puerta de calle que marianita, para el caso, guardaba ya debajo de su almohada para salir con las primeras luces de la aurora, delata el plan de fuga, pues aunque ella despertó a la hora de costumbre, la perdida llave vino a encontrarse en la alcoba de Mariana, con la cual descubierto y frustrado el intento, los hermanos la reprendieron severamente.
Poco tiempo después, alcanza a conocer que la imagen de la Virgen que los habitantes de Quito colocaron en las faldas del Pichincha para implorar a María, que librase a la ciudad de las frecuentes erupciones y temblores, no era venerada en el volcán como tan augusta reina merecía. Resuelve, entonces, salir de casa nuevamente y formar una ermita en las breñas de la montaña para dedicar la vida al culto de la Soberana de los Cielos. Sus dos sobrinas y su amiga Escolástica Sarmiento, emprenden el viaje una tarde, caminan fatigadas, alcanzan las faldas del Pichincha, continúan trepando; cuando al borde de una zanja, se presenta un toro que les cierra el paso y las embiste furioso; intentan las niñas cambiar de rumbo y el animal las persigue; entonces, Mariana, después de profunda reflexión cree que no es este el camino de su vida, y con entera resolución dice a sus compañeras: ¡volvámonos!.
Precipitadamente, emprenden el regreso, con la esperanza de entrar a casa sin que la familia se hubiera dado cuenta de la fuga. Entretanto, la ansiedad reinaba en el hogar y todos se ocupaban en seguir las huellas de las fugitivas.
La severidad en amonestarlas y reprenderlas fue mayor en esta ocasión, y temiendo con justicia, los hermanos de Mariana, que su infantil fervor pudiese inducirla a algún extravío de consecuencias lamentables, le proponen que se haga religiosa en el Convento de Santa catalina o en el de santa Clara, a lo cual accede ella con absoluto beneplácito. Mas, tampoco es posible realizar este proyecto, porque varias y poderosas causas se oponen a su cumplimiento. Pero la hora de la vacilación va a concluir, pues Mariana resuelve entrar de lleno con la luz plenaria de la certeza en el campo de su orientación definitiva.
A los doce años, anticipación genial, vislumbró el camino abierto, después de haber vagado en el ensayo, sin acertar todavía con la senda franca. Un día entró de lleno en los valles de la soledad, en los que le esperaban sorpresas asombrosas. Allí se encontró con Dios, con su alma y con los grandes problemas del universo.
Solemne y dichoso día, inolvidable entre todos los días aquel en el que nos hallamos con Cristo, marca huella indeleble en todo corazón cristiano y hallan eco inconfundible las palabras de san Pablo: “¿Quién me separará de la caridad de Cristo? ¿Será acaso la tribulación, la angustia, el hambre, la desnudez? ¿Será acaso la persecución? ¿Será por último, la cuchilla? Pero nosotros somos más fuertes que todos esos temores, confortados como somos por aquel que nos ha amado. Si, estoy cierto que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo futuro, ni la fuerza, ni la altura, ni la profundidad, ni criatura alguna, podrán separarnos de la caridad de Dios que está en Cristo Jesús, Señor Nuestro”.”¡Oh, quien nos separará de la caridad de Cristo! Estas gratísimas palabras las pronunciamos los cristianos que hacemos gloria de pertenecerle. Jesús, dulce Jesús, Señor de nuestras almas, amor que palpitó en nuestro corazón con la sangre del rostro que nos transmitió nuestra madre. Desde el seno materno recibimos ya una alma cristiana, y entre los bienes que nos otorgó el cielo, no hay uno solo que remotamente se acerque a la excelencia incomparable de nacer, vivir y de morir cristianos.
La voz de Dios se dejó oír claramente de Mariana, y esta vez le insinuaba en el fondo del alma que “viviese en su propia casa como pudiera hacerlo entre los muros de la comunidad más austera”. El hogar ennoblecido con las virtudes de innumerables y grandes santas, puede y debe ser para las mujeres un templo. En él pueden practicar cuatro ambiciones para su perfección moral. Mariana de Jesús, Rosa de Lima, Catalina de Sena, la excelsa Mónica, la eminentísima Isabel de Hungría, mas, ¿para qué seguir adelante si hubo un hogar que lo formaron: Jesús María y José?
Huérfana de sus padres, consigue de sus hermanos Doña Jerónima y Don Cosme de Caso, el anhelado permiso para su vida oculta, no en un convento ni en una ermita perdida entre las breñas del Pichincha. Los bondadosos hermanos adornaron tres habitaciones en el piso alto. Antes de entrar en posesión de su independencia, la niña se despidió de los suyos como para un viaje muy largo o para un murado convento del que no tornaría más. Luego, con la energía que le distinguió siempre, hizo sacar de sus habitaciones todo lo hermoso y cómodo que la ternura fraterna la había destinado, y dejó las cosas sencillas, indispensables para su servicio.
El cambio de comodidades, de día en día llegaban a su estancia un prodigioso arsenal de instrumentos de dolor: cilicios, disciplinas, cruces, toda una ingeniosa creación de suplicios.
Entre los objetos que ella hizo colocar en su cuarto, figuraba un lienzo que representaba una cabeza de mujer, la mitad del rostro juvenil y bello, florecido con las rosas de la vida, y la otra mitad una calavera que dejaba escapar por órbita profunda del ojo y por la comisura de los labios finos, un enjambre de gusanos, agentes vivos de la corrupción. A este lienzo la niña llamaba su espejo.
Pasadas las primeras semanas de esta vida nueva, sus deudos que la observaban con ojo avizor, advirtieron los huellas de los sacrificios en la demacración de su semblante, en la blancura mate de su tez, en el brillo apagado de sus ojos negros. Con la solicitud del afecto la rogaban que moderase su continuo ayuno, que disminuyera las horas de insomnio torturado, y las mortificaciones lacerantes de disciplinas y cilicios. Ni cariños ni instancias fueron parte para desviarla de su resolución, pero sí la impresionó la certeza de que su semblante demacrado revelaba a los otros lo que ella a toda costa pretendía ocultar: su sacrificio.
Entonces, confió seguramente en la esperanza de un milagro que la volviera de modo prodigioso los colores del rostro, la blancura sonrosada de sus manos, el estupendo brillo de los ojos. Así, se lo pidió con insistencia a Jesús, el Amado dulcísimo de su alma. Una mañana en que, como le era habitual, se fue a la iglesia de La Compañía de Jesús, a comulgar, después de recibida la santísima forma, intuyó que su helo había sido escuchado, y sintió que el vigor de la juventud subía a sus mejillas en eclosión de vida; y el brillo ardiente de sus ojos negros resplandeció de nuevo, y la escultura de sus manos suaves tuvo las líneas puras y delicadas de otrora. La hermosura tomó a ella más acabada, como que se la daba el Artista Supremo, autor . de la divina belleza.
Admirados quedaron cuantos la vieron y halagados los parientes al advertir la rápida mudanza que atribuyeron a la aceptación de sus consejos. Mas, la realidad del prodigio dio mayores alientos a la santa para ir adelante sin vacilaciones, en su difícil camino.
En la época en que vivió Mariana de, Jesús, no era cosa rara, como sería en la nuestra la vida oculta y el ayuno; no eran raros ni sorprendentes tampoco cilicios y disciplinas. De modo que la manera heroica de practicar estas austeridades, es lo admirable en la vida de nuestra compatriota.
TRES IDEALES
Tres en nuestra opinión, fueron los grandes ideales de Mariana de Jesús. El primero, su ardiente amor a Dios. Amaba a Dios con el ardor purísimo de su inocencia, con la inmensidad ilimitada de su fe, con el fervor heroico de su juventud “Oh”, si yo fuera tan dichosa que le probara mi amor a Jesús con el martirio; oh quien gozara de Dios, quien se abrazara en su amor, quién muriera por gozarle!”, exclamaba Mariana de Jesús. “Dios, dice Lacordaire, es principio de todas las cosas, de toda justicia, de de toda luz, de toda armonía, de toda belleza, de toda bondad”. La luz para nuestros ojos ávidos de mirarla, el aire puro y diáfano que refresca nuestra sangre y que es esencial elemento de vida no son tan gratos, tan necesarios al cuerpo, como la existencia de Dios para el espíritu. Ella preside el concierto del universo, es el sol de las almas.
Hay ciegos que no alcanzan a contemplar la luz y enfermos que se asfixian en el aire que respiramos; pero éstas anormalidades no suprimen la existencia innegada e innegable de estos elementos de vida. Hay igualmente ateos, pero su débil testimonio queda ahogado ante esta universal afirmación: DIOS EXISTE mientras la humanidad sea tal ha de responder en lo moral como en lo físico a los principios sustanciales que la constituyen. La existencia de Dios es de hondura y potencialidad tan excelsas que la razón y la conciencia universal unánimes en todas épocas, en todos los pueblos en todas las razas proclaman la existencia de Dios, Creador, Conservador y Gobernador del Universo.
Mariana de Jesús llegó a formarse claras, extraordinarias ideas sobre la existencia de Dios y las relaciones que tenemos para con él. Además, sus concepciones acerca del destino humano, de las obligaciones con la humanidad y de los deberes sociales, eran superiores, profundas, acendradas en exquisita bondad.
El Padre Camacho, confesor de de Mariana de Jesús, al referirse a la santa, se expresa en los términos siguientes “Nuestro Señor la levantó a lo supremo de la contemplación que consiste en conocer a Dios y sus perfecciones sin discursos, y amarle sin interrupción”.

Si queremos interpretar de un modo serio el carácter de esta personalidad eminente, debemos elevar nuestras miradas a una esfera supra terrena. En esta esfera podemos contemplar un mundo nuevo radiante, y al mismo tiempo tan real como la misma realidad tangible.
Nuestra cori versación es e los cielos”, como ya lo dijo San Pablo. “Dios no está lejos de cada uno de nosotros, porque en él vivimos, y nos movemos y somos”, añade el gran Apóstol; y San Agustín exclama: “Buscaba yo Señor, fuera de mí al que tenía dentro de mí”. La presencia de Dios irradia en el Universo y lo penetra todo. Los santos reciben de él poder de contemplarlo favor del que no gozamos la generalidad de los hombres.
Las visiones de San Pablo, de Santa Teresa de Jesús de centenares y miles de santos dan perfecto testimonio de este mundo superior. Santa Teresa explica sus impresiones en esta orma, poco más o menos: No se le ve a Dios ni se le oye con los ojos y los oídos corporales solamente, sino que se adueña del espíritu una certeza tan grande, que es imposible dejar de creer en lo que se ve y se oye, porque esta vista y oído del espíritu producen un convencimiento mayor del que pueden darnos los sentidos sordos. La visiones de los santos no son verdades que descubre la inteligencia, sino, realidad absoluta para aquellos dichosísimos seres, realidad a la que corresponden. esas viadas inmaculadas y en ascenso constante a las cumbres de la perfección. Si no estuvieran fundadas en la realidad no podrían sostenerse y perseverar en tan difícil camino. Además, los santos son seres de una alteza moral inconfundible a los que no se puede dejar de creer, para no hundirse, en el más completo desengaño acerca de la veracidad humana. En Marian de Jesús, no eran raros los éxtasis; hablaba familiarmente con Dios, le consultaba sus dudas, le pedía y obtenía milagros, y el dulcísimo Jesús le descubría los secretos del porvenir.
A imitación de la Doctora de Ávila, pidió a Nuestro Señor que no la llevara por la senda de las visiones y revelaciones, o que, por lo menos, nadie conociera de ellas mientras le durase la vida. Sin embargo, sabemos muchas cosas extraordinarias y las mas de estas, reveladas por la misma Santa.
Cuando Sebastiana de Caso, la angelical y bellísima joven, sobrina de. Mariana de Jesús, santa como ella, cayó enferma de suma gravedad, Mariana conoció que iba a morir y le dijo Adelante Sebastiana, pon tu confianza en Dios y espérame en el cielo, donde vas a gozar de él que es vida verdadera; juntas celebraremos la pascua del Espíritu Santo en la gloria”.
Sebastiana murió de diecinueve años de edad, en los días en que sus padres le preparaban la solemnísima fiesta de sus nupcias, que ella rehusó , y Mariana de Jesús falleció pocos meses más tarde en el tiempo prefijado por ella.
Habiéndole encomendado una persona que rogase a Dios por sus necesidades, y preguntándole luego si el encargo había sido cumplido, Mariana le respondió: “Aunque siento decirle la verdad se la ocultaré, porque importa para su salvación. Dispóngase a morir, porque dentro de ocho días habrá dado cuenta a Dios de su vida”. Así sucedió, al octavo día, aquella persona descendió al sepulcro.
De entre las varias cosas que Mariana refirió a su sobrina Juana de Caso, copiamos la siguiente: “ Que en varias ocasiones, al acercarse a comulgar vio a Jesús en la hostia consagrada en forma de hermosísimo infante, que risueño
y contento venía a ella, llenando su alma de un gozo y alegría semejante a los que tienen los ángeles en el cielo”. Cuando el Padre Alonso de Rojas, uno de sus confesores, sorprendido preguntó a Mariana cómo conoció las cosas que le predijo, pues que se cumplieron al pié de la letra, la santa contestó: “Todo lo sabe Jesús y él me lo dijo” .
Ruidosa fue otra predicción de Mariana Padre Juan de Enebra de la Compañía de Jesús. El mismo Padre lo refirió y se divulgó por el colegio y la ciudad. Hablando un día con el Padre Enebra, le dijo Mariana: “que en su última enfermedad no tendría necesidad de médicos ni de medicinas”. Tuvo certeza el padre del anuncio, y jamás dudó de que su muerte sería repentina. Después de muchos años, al bajar la escalera para ir al refectorio, cayó para no levantarse.
Víctor Mideros, este artista genial cuyas estupendas obras admiramos, ha interpretado con su mago pincel una de las visiones de Mariana. Embelesada la santa se acerca a recibir al Niño Jesús, que en un halo de purísima luz bello y sonriente desciende a sus brazos. Nos que este cuadro interpreta la la aparición del niño cuando pidiéndoselo Mariana a la Virgen de un cuarto, el Niño cobró vida y comenzó a conversar con la Santa.
No es extraño que aquellos que gozan de la vista inefable de Jesús, aquellos que no sólo intuyen sino que sienten los arrebatos de ese amor divino consagren su vida, la luz de su mente las nobilísimas pasiones de su alma a la contemplación y amor de las maravillas del cielo pues que también aquí, donde los corazones huellan el polvo, también aquí, el amor puramente humano, alcanza a llenar la inmensidad del alma, penetra íntegramente, y la presencia del amado, cuando existe de verdad el amor, produce tanta felicidad, goce tan puro que el alma está enajenada, absorta en la contemplación del objeto que la obsede.
No sorprende tampoco que la posesión de bienes superiores a nuestros bienes terrenos, desprenda de tal modo el alma de los santos de los amores de la tierra, que ellos no hagan igual aprecio que nosotros, de tantas cosas que aquí consideramos preciosas.
Fenómeno parecido sucede con aquellos que han fijado su torre de marfil, su castillo interior sobre las pequeñeces de la tierra. Los artistas, los sabios, que diferentes son de la multitud que se agita y batalla en la arena de tantas codicias y placeres. “El verdadero espíritu no es cosa de este bajo mundo. Por eso, precisamente, el hombre espiritual no está hecho para ocuparse con éxito en los negocios terrestres, Lo que en realidad es esencialmente espiritual vive por su propia naturaleza en un plano superior a las civilizaciones particulares, a las lenguas y a la sangre” .
El segundo ideal de Mariana de Jesús no nos parece la imitación de Cristo, imitación que copia de un modo especial la forma dolorosa de la Pasión del Maestro. La niña contempló a Jesús desde la infancia; la cabeza coronada de espinas, velados los ojos divinos que penetraban la verdad de los pensamientos, el fondo de la conciencia; heridas y enclavadas sus manos que acariciaban a los niños, daban vista a los ciegos, sanaban a los leprosos; dormida su palabra inefable que resonó augusta de pureza, ardiente de santidad, que exaltó cuanto liberta y ennoblece la vida y condenó poderosa el pecado que ejerce imperio tiránico en el alma; inmobles sus leves pies, que recorrieron los ásperos caminos de la vida, para santificarlos.
No en la plata ni el oro, no en el mármol ni el bronce sino en su alma engrandecida por infinito anhelo, y aún en su cuerpo, esta artista del amor a Jesús grabó la imagen del Mártir del Calvario.
El férreo azote de las disciplinas laceró cada día su cuerpo, y de la piel herida brotó como fresco manantial, su sangre; la corona de espinas taladró su virgínea frente y la adornó con líquidos rubios; sobre los hombros desfallecientes soportó muchas veces el peso fatigante de la cruz o pasó largas horas, casi a diario suspensa del madero que la recordaba aquel en que el Redentor fue sacrificado por nuestra salvación.
Bebió miel y vinagre en los ardores de su implacable sed y en este grandioso holocausto, rogó a Dios que perdonara los pecados de los hombres sobre todo, que perdonara a su pueblo.
Una joven noble, bella y rica, dedicada del todo al sufrimiento, sujeta a una regla por la cual todas las horas del día y de la noche, estaban señalados para un sacrificio, regla por la que a un dolor sucedía otro dolor más grande, y por la que una tortura era en descanso de otra. Toda esa vida fue un sólo estremecimiento heroico vehementísimo amor al sacrificio.

En Mariana de Jesús, dice. González Suárez sus penitencias, sus maceraciones son fruto de su amor a Dios: porque ama con amor intenso, se complace en el dolor que la hace semejante a su amado, el amado de su alma, Jesucristo … al Crucificado” .
Se destaca el carácter de Mariana de Jesús dotado de inconmovible energía. Esa vida de heroico padecimiento soportada por propia elección en el decurso de los días, sorprende, admira e impone respeto a extraordinario mérito. De ser sobrellevada por un hombre a quien atribuyen con preferencia a la mujer los atributos del valor, sorprendería igualmente; pero la admiración sube de punto porque es una mujer, una niña, la heroína de sacrificio semejante.
Para animarse a proseguir en su empresa sobrehumana se decía a sí misma: “Júzgate desde hoy porque cada penitencia que hiciere es la última de mi vida; que cada día, hora e instante puedo exhalar el último suspiro. Me consideraré ya como difunta, y me preguntaré a menudo cuáles son los méritos que he atesorado para el cielo; qué es lo que quisiera haber .hecho por Dios y por mi alma. Meditaré que con la muerte han tenido fin las disciplinas, los cilicios, los ayunos, la penitencia con todas sus amarguras. Jamás creeré que he de vivir sino que estoy más bien para morir”.
Quedó en su cuarto, como auténtico documento raro un arsenal de instrumentos de dolor cilicios, disciplinas, coronas de agudas puntas; toda una ingeniosa creación de suplicios. Está confirmado plenamente su ayuno, en el que resplandece el milagro. Para la consagración de un mérito inmenso, para el estudio de esta personalidad jamás igualada en la historia de nuestra Patria, es necesario consignar estos datos fundados en la verdad histórica.
Innumerables testigos declaran, acordes de esa extraordinaria maceración, de modo que atenta la posibilidad natural de una persona para tenor de vida semejante, es imposible que hubiese podido conservarla sin la diaria intervención de un prodigio.
El ayuno de los siete últimos años llegó a tanto que tomaba apenas el zumo de un pedazo de membrillo o manzana cada día, y su estómago mismo no admitía otra clase de alimento.
Hablando familiarmente, Mariana de Jesús con una última miga suya, Petronila de San Bruno, le confesó con toda ingenuidad, que “ya no comía nada y que su único alimento era la sagrada comunión”.
A propósito de su cruel maceración, Mariana hizo esta confidencia a otra de sus íntimas amigas: “El Jueves Santo tenía disciplina de sangre en la espalda, que las abría y llagaba hasta derramar sangre, y al día siguiente, Viernes Santo, se hallaban como si no hubiera hecho penitencia, así volvía otra vez a lo mismo”.
De entre los numerosos milagros de la Santa citaremos por su dulce atractivo el cándido ramo de azucenas que brotó de la sangre vertida mediante las disciplinas, y que la confidente del martirio de Mariana, la buena india Catalina enterraba en un hoyo del jardín. Una mañana apareció el hoyo coronado de azucenas, que tenían las raíces en la sangre olorosa y fresca. Este es quizá el origen de llamar a la Santa, Azucena de Quito.
Era tan poderoso el imperio de su voluntad que conocemos de ello hechos completamente admirables. Mariana era víctima de la hidropesía y le agobiaba al mismo tiempo una abrazadora calentura. Devorada, consumida por la sed, derramaba lentamente varias veces lentamente el suelo un vaso de agua, sin llevar a sus labios moribundos ni una gota del refrigerio anhelados. Otra ocasión en que ella recibía en sus manos quemadas por la fiebre el agua de lluvia, los poros de las manos absorbieron el agua y ella sitió aliviada su intolerable sed.
El suplicio de la sed se repetía con excesiva frecuencia, porque si llegó a ser posible que en en los últimos años de su vida no experimentara hambre, no sucedió lo mismo con la sed, que la devoró de continuo.
El dolor es una de las leyes del progreso, ya como expiación o como conquista de futuro bienestar. En el bello aunque difícil camino de la perfección, sólo se llega a la cumbre por la a estrecha senda de la Cruz. En la historia del Cristianismo ningún ejemplo más glorioso que el de Jesús Redentor de los hombres, para enseñar la grandeza y el valor del sacrificio. En los santos este apasionamiento por el dolor es uno de sus rasgos característicos, sea por imitación de Maestro Divino, o por anhelo de una solidaria expiación social, o también por afán purificación absoluta de las faltas levísimas, del polvo del camino, que se adhiere a las sandalias de los caminantes.
Casi todos los artistas han representado a la santa con un Crucifijo en las manos y una calavera a los pies.
El Crucifijo, la muerte, estos eran los libros en los que Mariana de Jesús aprendió la ciencia de su santidad. El Crucifijo, libro de vida eterna al que van a saciarse las almas devotadas por la sed de la verdad sobrehumana sed que no la mitigan todos los refrigerios ni alcana saciarla todos los manantiales: sed de justicia en medio de la injusticia; sed de amor en este océano tempestuoso de egoísmo. El Crucifijo libro de excelsa sabiduría, la más .grande que estudiar y conocer puede el hombre que aspira a coronar la cumbre de sus excelsos destinos.
“Ved al poeta más tierno de la Edad Media , al padre de la literatura italiana, cómo tiene en su mano derecha esa poesía eterna obra del Espíritu Santo, escrita indeleblemente en la cruz y leyéndola se quedó ciego, tanto llorar de amor. ¡Qué bello libro de poesías en un crucifijo! Hijos de Francisco, poetas de la Cruz hemos de ser también nosotros; éste es libro de nuestra orden, ésta es la biblioteca en que se formaron nuestros doctores”.

¡La muerte! Si del aspecto de disolución acabamiento que deprime el ánimo y la inicia en los misterios del no ser, estudiamos la muerte con sus facetas de corto espacio de vida y de inmortalidad cierta, no cabe duda de que pude llegar a ser el móvil más enérgico de la acción poderoso motivo para superarse en el esfuerzo causa segura para enaltecer y dignificar la vida. El pensamiento constante de la muerte y la esperanza de la vida futura, contribuyeron en gran manera a la elevación del carácter de Mariana de Jesús, que como San Pablo podía repetir: muero todos los días.
Para fijar mejor su pensamiento conservaba en su alcoba un ataúd en el que yacía un hábito franciscano, que dejaba mirar bajo la capucha de los monjes una calavera. Libro este de cuotidiano estudio y porfiada meditación en las veladas de la Santa,
El tercer ideal de mariana de Jesús, nos parece su amor a la humanidad que sufre, el anhelo de implorar con su oración, por el perdón de los pecados ajenos, y de expirar con sus sacrificios los errores a imitación del Divino Redentor el anhelo de sacrificar su vida por su Patria, por Quito, que sucumbía entonces a los estragos de la peste y a las convulsiones del suelo.
Semejante ambición parece utópica a primera vista; pero si se penetra en las enseñanzas de la historia, se descubrirá que .la solidaridad per dura en las sociedades. De acuerdo con esta ley el anhelo de Mariana de Jesús responde a una aspiración gigantesca de patriotismo y fraternidad. Esta ley de solidaridad es la más gloriosa de los pueblos, y el sacrificio, la fuente y el origen del bienestar general; pues, que todo lo bueno, lo grande, lo puro, son emanaciones del sacrificio.
Un intercambio ilimitado de lo físico, de lo espiritual, de lo sobrenatural, sostiene la vida en el Universo. Las grandes ideas y descubrimientos, pocos grandes hombres han encauzado y dirigido en cada época la vida de loa pueblos; y sabido es que los ciclos históricos alcanzan enorme duración; la Iglesia Católica tiene establecido el principio de la solidaridad, y. este es una parte de su credo: la comunión de.los santos. En los descubrimientos científicos, en los sistemas filosóficos, en las costumbres sociales, se impone la solidaridad. La familia esa red por la que circulan y perduran en la especie, a través de la herencia, la salud y la enfermedad, las virtudes y los vicios, e1 honor la mengua de los antepasados, es otra de las formas acentuadas de solidaridad. ¿Cómo habíamos de negar importancia suprema al acto sublime de la oración, al poder del sacrificio, cuando no podernos negarla a los actos más familiares. Vivirnos de los bienes que nos legaron los grandes benefactores, así corno soportamos la fatal herencia de la perversidad, del egoísmo, de la ignorancia ajenas.
Los sabios han irradiado a torrentes la luz de sus almas y han transformado la vida de pueblos mediante la ciencia; la tierra goza de libertad que le conquistaron los héroes y los mártires; la divina legión de los artistas deleita al mundo con encantos de armonía y belleza; la tierra palpita bajo la égida de de lo sublime de lo bondadoso, ya que sabios. héroes, artistas son esenciales en la vida de la humanidad.
La caridad, esa plenitud del alma que se prodiga en mil formas sedantes, palabras, miradas, sonrisas o lágrimas; la beneficencia, que.se enaltece y acrisola en el filántropo, tiene otra forma clásica y suprema de manifestarse el sacrificio.
Si Mariana de Jesús conoció los misterios amables de la caridad que se traducen en enseñanzas al ignorante y pan al menesteroso supo más todavía de aquella otra que se convierte en sacrificio.
A par de Santa Isabel de Hungría, Mariana de Jesús, servía a los pobres más des venturados que llegaban diariamente a su casa; cuidaba de ellos como una tierna madre, y así con este amor les distribuía el pan amasado con sus manos, el alimento que ella no tomaba, los objetos delicados que confeccionaba y el dinero que ganaba trabajando. Pedía a sus hermanos que le ayudasen en su empresa de socorrer a los pobres y cuando los generosos hermanos le entregaban la llave de graneros y depósitos, se prendían al advertir que no escasearan ni disminuyeran las provisiones.
Lo mismo sucedía con un canastillo de blanquísimo pan que repartía a diario entre los pobres. Jamás faltaba el pan del canastillo, cualquiera que fuera el número de necesitados que lo solicitaran. Por lo blanco, lo sabroso y abundante, los pobres solían llamarlo “pan del cielo”
El año 1645 fue aciago para Quito, pon los violentos temblores y por la epidemia que hacía estragos mortales. El cuarto domingo del mes de marzo de este año, escuchaba Mariana de Jesús el sermón que en la Iglesia de la Compañía pronunciaba el Padre Alonso de Rojas, lamentando las calamidades públicas. Entonces la Santa en voz alta y con palabra clara, ofreció su vida a Dios por el bienestar de Quito. En los días subsiguientes a este holocausto, cesaron como por encanto la epidemia y los temblores; desde aquella misma tarde, Mariana de Jesús cayó mortalmente enferma, y falleció pasados dos meses de postración.
Patriota, no es solamente el que sacrifica su vida por .la Patria, en los campos de batalla, sino también el sabio que la ilustra, el grande hombre que la honra con sus hazañas y el santo que - la enaltece con sus méritos. Mariana de Jesús
puede ampliamente ser llamada patriota, porque ofreció su vida por la patria, y pasó en diario sacrificio implorando a Dios, felicidad para ella.
“Os confieso, dice González Suárez, que la vida de Mariana de Jesús sería para mí un enigma si no reconociera en ella su predestinación de víctima; ella es en rigor nuestra victima ese es su destino providencial”.
De este ejemplo de Mariana de Jesús se desprende el deber de constituir como parte integrante de toda noble vida, el interés por el bienestar social. Hoy sobre todo, los problemas sociales son tan urgentes que es necesario dedicar una parte de la vida a su estudio y resolución ya contribuyendo a la educación del pueblo, al alivio de las necesidades públicas, a sostener el orden; en una palabra, al cumplimiento de los deberes cívicos. Es preciso estudiar los problemas sociales, comprenderlos, para establecer la gloriosa cruzada de impulsarlos con energía, vehemencia, porque en el dinamismo de esta hora, el paso lento aunque firme de unos, no puede equilibrar el salto, el vértigo de los otros.
Los espíritus dotados de inmensa desprendimiento, de abnegación y de fraternidad son capaces de realizar con su palabra y con su ejemplo profundas transformaciones sociales, pero las almas mediocres, egoístas, materializadas al vulgo, la gran masa humana, en todas las esferas sociales, obstan y retardan la acción de la justicia y el progreso.
La divulgación de sanos principios, el ejemplo de las grandes voluntades generosas las leyes justas capaces de producir bienestar deben ir laborando los medios eficaces para orientar el criterio del mundo, y conjurar sus formidables crisis. No de otro modo se han operado en todo tiempo las grandes transformaciones.
MUERTE DE MARIANA DE JESÚS
Tres días antes de morir, Mariana de Jesús perdió el uso de la palabra, pues ella había rogado a Dios que le concediese el favor de ocuparse tan solo en él, cuando se acerca su muerte. Ese tiempo no es para hablar con los hombres, dijo a una amiga suya, sino para estar con Dios. Es mejor hablar con Dios que hablar de Dios.
El primer día en que perdió el uso de la palabra, cayó en un éxtasis de larga duración, recobrada del cual se incorporó en su lecho y pidió recado de escribir, para informar a su director el Hermano Hernando de la Cruz lo siguiente: “Santa Catalina de Sena ha venido a visitarme, me ha mostrado una corona hermosísima para que me corone con ella el día de mi partida. Me dice que el viernes a la noche, entre las nueve y las diez, han de venir mi señor Jesucristo y la Reina de los Cielos de Loreto por mí”. La Virgen de Loreto era la advocación predilecta de Mariana de Jesús.
Un historiador bien documentado dice así: “Estas visitas de los cortesanos del cielo se repitieron muchas veces durante los últimos tres días de su vida, con lo cual ella rebosaba de gozo, y consideraba como cosa de ninguna atención los penosísimos trabajos que pasaba’.
El 26 de Mayo, que ella predijo ser el último de su vida, se hizo llevar a la ventana de su cuarto, situado frente a la capilla de Nuestra Señora de los Ángeles, y arrodillada con suma devoción, asistió desde allí a la santa misa.
Como sabían que eran las últimas horas de su compañía gratísima, la hermana y las sobrinas le manifestaron cuan dolorosa sería su muerte para don Cosme de Caso, que se hallaba ausente; mas ella dio a comprender por sus señas que no moriría antes de la llegada de su padre adoptivo.
Así sucedió en efecto. Esa misma tarde llegó don Cosme y fue recibido con grandes mostraciones de afecto por Mariana de Jesús. Le rogó que le diese su bendición, lo cual hizo él con profunda ternura.
Eran las nueve de la noche del 26 de Mayo del año 1645. Asistían en torno del lecho de Mariana de Jesús los Padres de la Compañía: Luis Vásquez, Alonso de Rojas, Alonso Ortiz y el Hermano Hernando de la Cruz.
Uno de los Padres le puso el Crucifijo adorable entre las manos; Mariana lo recibió con amor indecible, fijó en él sus grandes ojos y reconoció ahí, mejor que nunca, el acierto de haber caminado por la senda de la Cruz para llegar al cielo.
De improviso, desvió la vista del Santo Cristo a un punto fijo de la habitación, y un gozo celestial, divino, una imponderable exaltación de su espíritu se reflejó en su rostro.
El Hermano Hernando de la Cruz comprendió que se realizaba la visión predicha por la Santa.
Concluida la recomendación del alma, se acercó el Padre Alonso de Rojas con el Crucifijo le aplicó a los labios y le dijo: “Bese los sagrados pies de su Redentor, báñelos con sus lágrimas, agradézcale los pasos que él ha dado para su redención, y en especial el haberle enseñado a amar los sufrimientos, para imitarle y seguirle con perfección ”. Le dio después a besar la llaga del pecho y le dijo: “Entre en la llaga del Sagrado Corazón, donde tenga un asilo seguro en la vida y en la muerte”. Mariana se detuvo a besar el Corazón de Jesús y de pronto sus ojos se fijaron en la corona de espinas la besó ardientemente y en este ósculo santo extasiada de amor y adoración su alma fue recibida por su Creador. .
El Venerable Hermano Hernando de la Cruz se puso en oración, y se mantuvo en ella por más de una hora. Cuando volvió del éxtasis expresó con grande alegría a la familia de Mariana: “No tenéis por qué afligiros por la muerte de esta dichosísima joven, porque ha ido al cielo sin pasar por el purgatorio, y con tantos merecimientos que le sobran muchos para distribuirlos a los pobres que quedamos acá. No lloréis, pues ya tenemos una piadosa intercesora en el Cielo”.
Corta es la vida, demasiado corta en la que vamos cruzando un espinar inmenso inacabable. Qué lejanos los lauredales de gloria, que esquivos los oasis del amor, inalcanzables los tesoros y riquezas. ¡’Vanidad de vanidades y todo vanidad”! ”! ¡A veces, en la mitad de la vida se hace la noche plena de la muerte y comienza la eternidad! ¡Dios Omnipotente! Y entonces la sanción, la justificación de nuestras obras ante el tribunal inapelable, justiciero, sabio.¿ Por qué no hacer buena y fuerte, activa y soñadora la vida? Así deberíamos hacerla, aun sin los temores de la muerte, y sólo en vista de su brevedad trágica.
Mariana de Jesús subió por la montaña de la vida, como Jesús, con la Cruz sobre los hombros; con bondad dulcísima en el alma, con heroísmo en el carácter, y llegó a la cumbre para ser coronada de gloria. Sus ojos que anhelaron claridades eternas, se habrán abierto a soles indiferentes; sus ojos que no se deleitaron en la vanidad, se habrán extasiado con celestes visiones, su corazón que palpitó de amor a Cristo habrá gozado de él con plenitud de amor, y el amado habrá sido su felicidad única. Dios …Jesucristo…Amar, anhelar la vida eterna y encontrarse por fin en posesión del solo objeto que ha obsesionado el ser con el atractivo inigualado de su belleza y el encanto apasionador de su gracia… Dios. ..Jesucristo.... Si el amor en esta baja tierra constituye la felicidad suma se comprende a qué alteza de atractivo, a qué ardores de extática pasión debe llegar el amor de la belleza soberana, de Quien es excelsitud de la gloria, del poder, de la ciencia … La posesión de Dios sin temor de perderlo … Aunque otro motivo de felicidad existiera, bastaría éste para la dicha plena de las almas.
Es el Cielo cesación de todo mal y posesión de todo bien en grado eminentísimo, Posesión eterna de felicidad sin temor de pérdida; realización de la dicha a que aspirarnos, y que apenas por instantes vislumbramos. Comprendemos mejor el dolor porque lo hemos sentido y muy menos la felicidad, porque raras hemos poseído. Y qué felicidad tan encumbrada que “ni ojo vio, ni oído oyó, ni corazón humano sintió lo que Dios ha preparado para los que le aman”. La plenitud de de dicha. Asombro del ser en toda su integridad. La inteligencia absorta en las grandiosas leyes que contempla el corazón; embriagado en inefables delicias. Una juventud eterna que constituye sobrehumana alegría; ligereza etérea que anima y conforta con la veloz emoción del vuelo; fulgor que enardece con sus rayos.de indiferente brillo. Ambiente de mutua felicidad en que la ajena dicha es complemento de la propia y la perfección ajena contribuye a enaltecer la propia. Luego, sentirse absolutamente. bueno, con una naturaleza que ha llegado a su perfección y feliz, amando y gozando eternamente.
FUNERALES DE MARIANA DE JESÚS
A los veintisiete años y seis meses de edad, la Azucena de Quito, Mariana de Jesús Paredes y Flores entraba en la inmortalidad, el 26: de laño 1645.
La infausta nueva de la muerte de Mariana se divulgó en Quito con rapidez extraordinaria. ‘‘Ha fallecido la Santa” se decían, y oleadas de gente irrumpían la casa del duelo para honrar sus mortales despojos.
La muerte no había causado estragos en ese cuerpo santificado por la penitencia; pues que el rostro se hallaba tibio y sonrosado, y flexibles los miembros: un copioso sudor flamantísimo bañó el sagrado cuerpo. Su hermana Jerónima y su sobrina Juana enjugaron ese sudor con algodones, para distribuirlos a la multitud que pedía ávidamente una reliquia. La multitud se hacía tan compacta y solicitaba algo que hubiese pertenecido a la Santa, que la familia condescendió con el clamor unánime, y despojó al cadáver del hábito franciscano que llevaba de mortaja; Io redujo a pequeños pedazos, y los distribuyó a la multitud. Fue necesario hacer lo mismo con el segundo hábito con que la vistieron; mas como el fervor y el entusiasmo del pueblo crecían por momentos, la familia se vio obligada a pedir una guardia para que detuviera la invasión y cuidara del orden de la casa.
Al siguiente día, 28 de Mayo, debían ser los funerales. La conmoción fue tan grande y tan extraordinaria que jamás se había visto en Quito cosa semejante”. La población en masa se dirigió a la casa de la Santa, y se formó un cortejo tan suntuoso que fue, sin duda, lo más grande que admiró esta ciudad.

El 28 de Mayo, por la tarde, se sacó el cadáver de la casa mortuoria para trasladado al templo de la Compañía, “Las calles y ventanas del trayecto estaban literalmente atestadas de gente. Sin invitación previa, concurrieron el Exmo Sr. Obispo con todo el Cabildo, el Corregidor y otras autoridades, las Comunidades religiosas sin excepción alguna.
Iba el santo cuerpo en hombros de sacerdotes revestidos de sobrepelliz que se cambiaban con frecuencia, para darse el honor de conducirlo. Insisten los relatos sobre la fragancia que aromatizaba las calles que iba recorriendo el suntuoso cortejo.
En el templo de la Compañía de Jesús, áureo poema de real arte, desde la fachada en la que el cincel creador ha dominado la piedra, y la ha tornado dócil como cera, para imprimir en ella bellezas ideales, hasta los muros interiores del templo, recubiertos de oro, y los altares maravillas arquitectónicas; en este augusto templo, secular morada de la virtud y la ciencia, donde creció y se fortaleció el gigante espíritu de Mariana de Jesús. Aquí se exaltó la apoteosis de la virgen quiteña; esta iglesia guarda sus cenizas y venera su imagen, en una bellísima capilla que le está dedicada.















ARTÍCULOS EN VARIAS REVISTAS NACIONALES

A la santa memoria de la Señora Doña
“Victoria María Chávez de Torres”
en el primer aniversario de su fallecimiento


IN MEMORIAM

Es cruelísima afición de la muerte la de pasar destrozando lozanas flores, recogiendo frutos opimos: juventud, talento virtudes....Será, tal vez, que en su obra de recolección cosecha lo más hermoso, lo que floreció muy pronto, aquello que perfectamente cincelado debe brillar en la gloria del reino de Dios?
Indudablemente; los buenos, los que tienen luz en alma, oro en el corazón, se mueren, se nos van… Victoria María Chaves de Torres, la gentil y cultísima dama, la artista de alta inspiración musical, a quien la vida ofreció pródigamente sus ricos frutos selectos: belleza, amor, talento, virtud; deja en una hora trágica al pequeñuelo adorado, al esposo, al padre ilustre y emprende el eterno viaje de la tumba. ¡Misterios de la vida!.
¿Es el atractivo del más allá, esplendente de purísima luz, sonoro de música divina, pleno de amor, el que hace que las almas excelsas y videntes se desprendan de los lazos de la tierra para volar hacia ese océano de belleza? Pero; ¿y los que se quedan?.
¡Desventurado padre! Es tan pequeño el consuelo que podemos ofrecerle; porque el dolor se comprende, se siente, pero no se mitiga con palabras. Comprendemos su desolación inenarrable, sabemos como es grande y honda la herida de su corazón.
¿Quién habrá de contar ni de medir los caminos del dolor? Su poderoso martillo destroza sin cesar, asombra su constancia, es inmensa su fuerza; las sorpresas que sabe dar conturban,
Sus refinamientos enloquecen; ¿estará alguno libre de su poder, podrá alguno huir del brazo férreo de su tiranía?
En esta hora de duelo, en que una mano cariñosa entreteje la Corona Fúnebre de Victoria María Chaves de Torres, vayan también estas rosas, pálidas de emoción y húmedas con roció de lágrimas, a besar devotamente la tumba recién sellada de la noble amiga.
Las siguientes palabras de Bossuet resplandecerían de verdad en su sepulcro: “No tiene censura ante Dios ni los hombres; porque su vida fue no solo irreprensible sino rica en cristianos ejemplos, en virtudes tan raras que regocijan al Cielo y a la Tierra”.
Descansa en paz, amiga nía del alma, porque tu virtud fue digna de las miradas de Dios y de las inmortales coronas de su reino.

Ambato 1922

EL VIENTO
Un rumor de alas, y de hojas y de aromadas brisas le precedía, y cuando se acercaban, las cabelleras de los árboles gigantescos se abatieron, y las flores se inclinaron saludándolo. No hubo nada que a su paso no hiciera demostraciones de un asombro pueril. Torbellinos de polvo se lanzaron a una danza embrujada, y el viento como un rey, un rey soberbio y fuerte, venia cabalgando, bebiéndose el espacio, maestrísimo jinete de un brioso corcel.
La otra mañana, contra su costumbre, se detuvo a conversar en un campo de trigo. Anhelante estuve por saber qué decía; por qué las espigas, inquietas, afirmaban o negaban con sus rubias cabezas.
Cuantos quisieran preguntar al viajero, a él que las bellas ciudades y las casas visita, si le miraron unos ojos amados, si escuchó por acaso un suspiro u oyó que musitaban un nombre…
No sé si por enferma o por triste, una tarde me quedé en mi cuarto; él entonces entreabrió la puerta y tiró algo muy leve en la alfombra. Viento, le interrogué, me traes quizá algún recuerdo precioso? Sin responderme sacudió los cristales, y murmuró algo que no pude saber. Cuando abrí la ventana, advertí algo muy divertido: Unos señores no le saludaron cuando pasó, y él, muy descortés, les arrancó el sombrero, y allá lejos, bien lejos, lanzó un silbido.
¡Oh amigo indiscreto!
Octubre de 1934























VIDA DE MARIANA DE JESÚS
POR
VICTORIA VÁSCONEZ CUVI (Introducción de Zoila Ugarte de Landívar)


¡UN PROEMIO, un liminar, la portada de un libró, y de qué libro!, del que repite la voz dulce y persuasiva de Victoria Vásconez Cuvi, del que trasunta su alma y nos trae el perfume de su vida de armiño, de su fe alta y clara, en señal de aspiraciones infinitas…no es un prólogo, es un recuerdo cariñoso a la memoria de la ausente.
Victoria Vásconez Cuvi, la galana autora de Ensayos Literarios, de ¶Problemas educativos, de Actividades domésticas y sociales de la mujer, poseída de ese milagroso sentimiento que no exige comprobación; porque le basta creer, aparta de intento sutiles especulaciones de orden filosófico; el análisis prolijo, inquisitivo, que tras la apariencia de los seres y de las cosas busca la verdad oculta, la realidad que esconden; despójase de su peplo olímpico, ciñe la túnica bíblica, calza la sandalia peregrina, suelta el cálamos áureo, que tan brillantemente supo cincelar la frase, la lírica, la de conceptos hondos; y aprestando la pluma de ascéticos perfiles, sigue “la ruta ascendente, sin declives por do va presurosa Mariana de Jesús, y en lenguaje diáfano y sencillo nos pinta con embeleso: las acendradas virtudes, la blancura sin mácula de la Azucena montañesa que nació para santa, vivió santa y murió santa.
Para refrescar su sed ardiente de administración devota por la virgen quiteña, que vino a esta tierra de miserias, predestinada por el cielo, bajo la luz augural de un ramillete de estrellas, sus manos de orfebre labraron la ofrenda votiva de oro fino, que hoy queda en su santuario.
Con brillante realismo describe en cortos y expresivos rasgos el medio ambiente colonial del siglo XVII, y ente dos capítulos floridos el primero y el último, enmarca magníficamente la figura angélica y heroica de la Azucena de Quito, tallándola con la ufanía del creyente que ve culminar su fe en el ápice casi inaccesible de la perfección.
Pone de relieve las dos grandes características de Mariana: su espíritu de penitencia y su caridad ilimitada que al alejarla de la vida exclusivamente contemplativa, equilibró en su ser, como en mística balanza lo anímico y lo corpóreo, lo espiritual y lo terreno.
Paso a paso, si1ente y reverenciosa, sigue las huellas que van tiñendo de púrpura la empinada senda, penetra en las moradas místicas de Mariana, en sus éxtasis fervientes, huye de la existencia y apaga su sed en el manantial inagotable donde canta el agua de la Vida Eterna.
Síguela encendida de fervor, en sus fugas al alcanzar de las revelaciones, suspendido entre el cielo y la tierra, envuelto en niebla fúlgida, que solo entreabre su velo para los espíritus dilectos.
Allí, con mano suave palpa las rosas laceradas que abrió ramilletes dé expiación por culpas nunca cometidas, el cilicio y la disciplina, y llena de amorosa piedad, narra la vida portentosa de la virgen criolla, flor del Ande, que nació de la cumbre altanera de la abrupta, empinada serranía-
Con acierto de artista, no penetra Victoria en el jardín mirífico donde florecen los rnilagros; detiénese en el pórtico para no romper la línea concisa del retrato.
No recarga el colorido de la dramática leyenda y, apenas si refiere parcamente los más notables prodigios, de entre los infinitos que atestiguaron los coetáneos de la santa.
Tierna, dulcemente, con ademán litúrgico, trémula de emoción, alza muy arriba como una hostia candeal, el ícono portentoso, rútilo de reflejos de bienaventuranza, rnientras ella se recata en la sombra de su modestia, se hace parva y mínima, y, de propósito, olvida las galas retóricas para no desflorar la nativa candidez del terna, el prístino candor conque los biógrafos culteranos de otros días supieron revestirlo.

Qué bien se ve que el lírico relato tuvo por móvil principal y único, la devoción fervorosa sin sombre de vanagloria por la Santa quiteña, guardiana fiel de esta amada ciudad, fiadora suya ante la Divina justicia.
Toda la fe cristiana de Victoria, reafirmada en su corta y santa vida de virtud, de calidad y tolerancia, palpita en su palabra convincente.
Su pluma transmutada en evangélico pincel, pinta con brillantísimos colores, las maravillas celestiales como ella las soñó en sus éxtasis de Santa.
Haces de radiaciones fugitivas remuévanse una y otra vez, en la trémula fulguración magnética de aurora boreal maravillosa, que despliega y recoge su portento con plasticidad alucinante.
Un torrente de elocuencia se desata… Vibran todos los mundos, refulgen todos los soles, ábrense los cielos y entre rompimientos de luces inmortales emerge cándida y pura la Azucena de Quito, aureolada de gloria inmarcesible en presencia de su Dios, segura de poseerlo eternalmente.
Ante el espléndido cuadro supraterreno que deslumbra; ciega de espacio y de luz, Victoria ya no puede contener la natural fluidez de su dicción, rica de color y de hondo sentimiento.

Con arrobos de iluminada, temblando corno los querubines con temor y temblor, contempla estática el magnífico fondo coruscante la visión beatifica y ante el soberbio miraje surge el canto victorioso de la supervivencia.
Toma su u verbo los arrebatos audaces de los grandes visionarios, la majestad profética, el vértigo de la inspiración.
El himno palingenésico, polífono y vibrante; incendio de soles, torbellino de alas, espiral sublime de refulgencias astrales que dora y bruñe los horizontes etéreos, sube, con ímpetu gigante, con vértigo prepotente de altura hasta tocar las cumbres inmortales.
Es una eclosión de rosas de fervor lanzadas al infinito; escala de ansias celestiales tendida como puente luminoso entre lo perecedero y lo eterno, por la que sube ingrávida la fe.
Con esta oda triunfal, con este magnífico salmo jubiloso, cierra Victoria su deliciosa hagiografía mariana.
Quiso dejar en la retina y en el alma una epifanía de claridades sin ocaso, la imagen victoriosa de la supervivencia del espíritu, la certeza de la inmortalidad.
La esencia psíquica se fuga a veces de la cárcel grosera que la aprisiona y penetra inconscientemente en el campo de las premoniciones.
Parece que Victoria hubiera leído su destino con segura clarividencia, cuando con suave presentimiento dice: “A veces, en la mitad de la vida se hace la noche plena de la muerte.”…
No logró Victoria ver publicada su dulce leyenda, blanca de lirios abiertos con el alba, cándida e ingenua como una saga nórdica cristianizada.
La flor se nos ha deshojado… .... Nos queda su perfume en este lírico romance, que sabe a fruto silvestre, que tiene ingenuidades de Medioevo sencillez evangélica; nos queda el exvoto afiligranado por su fe, pulido con la pulcritud delicada de su alma de selección; nos queda la traslúcida claridad de su ser, la vigorosa fuerza de su talento, el batir postrimero del ala vencedora que se remonta a los espacios infinitos donde no mengua el sol....
El libro queda abierto, es un breviario póstumo que con suavidades la dulce voz de Victoria, la voz querida de la ausente.
Zoila Ugarte de Landívar





EL MAL DE VIVIR

Es indudable que los grandes problemas de nuestro siglo son problemas educativos. La época nuestra necesita renovarse, transformarse, cambiar hondamente de tendencias, para poder sentir la necesaria alegría de la vida.

«Todo aquello que en los seres o en las cosas nos es indiferente o nos irrita, es sencillamente algo no comprendido, y bastaría hallar la razón verdadera de las cosas, para considerarlas afectuosa e indulgentemente», dice Guyau.

Aconseja Rodó a la Juventud de América el desenvolvimiento gradual de todas las facultades, entusiasmo y esperanza; condena no sólo el desdén ante la vida, sino lo que es aun más, la absorción de la personalidad por un solo trabajo o por un ideal aislado. ¿Hay algo más bello ni que extienda una onda de más noble serenidad sobre la vida que el aspirar a poseer un espíritu sutil, amplio y vibrátil, apto para sentirlo y comprenderlo todo? Nuestro yo debe ser precisamente ambicionarlo la miniatura más completa posible del mundo y de la humanidad.

En la emoción compleja de la vida es necesario que ocupe su lugar la tristeza como la alegría y el entusiasmo, pero no, en manera alguna, que constituya un sentimiento poderoso y único. Cae la noche y adormece la naturaleza, pero frente a ella, cerca de ella, viene la sonriente luz del alba; aún las tiniebla pavorosas se alegran con los besos de la luna y las estrellas. Así seguramente, junto a la tristeza inevitable de la vida, se encuentra la alegría corno rayo de sol, o rielar de luna o titilar de estrellas.

La tristeza continua es sugestión y hábito; sugestión del libro bello, pero enervante, contagio de las almas enfermas; es también un hábito semejante a los otros. «Entre los más graves defectos de nuestra literatura moderna, se debe incluir el de poblar más cada día ese círculo del infierno, en que se hallaban, según Dante, aquellos que en el transcurso de su vida lloraron, cuando podían estar alegres». Y el dolor es espirituoso; aun su perfume, la melancolía, «el placer de estar tristes’, guarda sutiles venenos. No nos servimos del dolor, nos emborracharnos con él, lo tomamos en altas dosis como el vino, o el alcaloide o un vicio cualquiera que nos encadena. Es, pues, gravísimo error de concepto el de creer que la vida es siempre triste, cuando es un conjunto de emociones.

El dolor, ¡Dios mío!, siempre el dolor para cincelarnos, para quitar rudezas o sombras del espíritu. «Dolor, nunca confesará que eres un mal». Cómo habías de ser un mal cuando eres el grito y el martillazo que va más allá que la conciencia para hacer sensible nuestro procedimiento erróneo; un mal, porque nos demuestras la mezquindad de nuestra condición; porque te esfuerzas en concedernos, mediante el anhelo, algún bien necesario, porque nos haces gustar el deleite divino de poseer aquello que fue nuestro apasionamiento y nuestro ideal. ¡Y tú, oh magnífica nostalgia de infinito que nos torturas! Hombre perdido, que lavaste tu honor en el cristal del llanto, que te desgarraste el pecho con el arrepentimiento saludable, y contemplaste la virtud en una cumbre, engalanada como dulce reina atrayente; crees que el dolor no te ha hecho grande y fuerte y dueño de cualidades magnánimas?

Pero, a qué arrojarse en la pena como el desesperado en el mar? La vida
es la resolución, muchas veces lógica de variadísimos problemas, es el acto de heroísmo que triunfa de las resistencias luchamos con inteligencia y valor para vencer, o caemos cobardemente para ser arrastrados por el torbellino. Otra de las fases de la tristeza es
su esterilidad absoluta, la tristeza es absurda, porque debemos huir del dolor y nos entregamos a él.

Infundir en las generaciones nuevas alegría y esperanza, es hacer grande obra de misericordia; infundir alegría es dar la más preciosa dádiva, el tesoro más dulce, y aunque esto parezca
imposible, es no obstante hacedero. ¿Como? Formando desde los primeros años, con infinito cuidado, hábitos puros y generosos, nobles ideales: fe en Dios, confianza en sí propio, paciencia, valor, serenidad; luego amor por todo, familia, patria, arte. En una palabra, desarrollando las tendencias elevadas que necesariamente producen alegría y gobernado los instintos inferiores que fatalmente ocasionan tristeza. Y algo más:
descubrir el secreto de alegrarse con los goces sencillos que hacen felices a las aImas delicadas y explorar el tesoro que Dios dejó en el fondo de nuestro ser. «En cada vida hay una mina de oro escondida. hay una fuente clara, hay un rosal de flor. Y es preciso descubrirlos, explotarlos, hacerles producir toda la felicidad que son susceptibles de dar. Debemos atenernos con tenacidad
agradecida a nuestra felicidad especial>>
dice Martínez Sierra.

Y algo más. Precisa apartar de los niños, de los jóvenes, de todos, la tristeza. «Nada hay más contagioso que las lágrimas». Lloremos en la soledad nuestra pena y no causemos jamás, sin un grave motivo, ningún dolor. Si no podemos alevemente herir el cuerpo, menos podremos dañar el alma. Y no se diga que es necesario ensayar a sufrir. No, es a alegrarse racionalmente, elevadamente, a lo que se debe acostumbrar a los hombres.

Pero de aquí a los mimos y desvaríos de una educación mal entendida, dista mucho. Hay que corregir, pero con la intención de educar, y la buena educación, por regla general, no es dolorosa. Y la pena merecida justamente, prisiones, cárceles y calabozos infectos? ¡Qué penas!, propias de caníbales y fieras. Predomina hoy el concepto racional de la pena que corrija, reeduque, regenere. No se regenera envileciendo, torturando; escuela y hospital deberían ser las cárceles, casas de trabajo, de meditación y de plegaria.
Pero si la mano del padre, de la madre no ha preparado al hombre el camino de la felicidad, ¿dónde encontrarlo? En ti, en ti sólo, en tu idea creadora y en tus fuerzas. Eres libre, tienes heroísmos latentes; tienes en ti «una mina de oro, una fuente clara y un rosal en flor». Descúbrelas, utilízalas, pero quiere, quiere sobre todas las cosas. ¿Para qué te sirve la vida con sus inmensas fuerzas, el talento con sus múltiples recursos, el mundo con sus enormes puertas, la humanidad con sus brazos abiertos de ternura o debilidad?

Si el mundo no te ayuda, ayúdate tú; si te desprecia; ¿qué importa?, el desprecio por los seres o las cosas es atributo de los mezquinos, sé tú mejor que el vulgo; si caíste una vez, levántate al instante, si diez, si veinte, levanta con más brío; harás el hábito de alzarte siempre sobre los tropiezos del camino.




LA CRUZ ROJA Y LA MUJER

La mujer debe formar en las filas de la Cruz Roja; va ella a un puesto que su razón le señala y su voluntad ambiciona. Restañando la sangre del soldado; cuidando con amor fraternal del patriota caído en honrosa lid; defendiendo la salud, la vida y la moral del pueblo con la divulgación de la higiene, la lucha contra el alcoholismo, la morfinomanía y otros vicios sociales, ocupa la mujer el puesto que le corresponde.
Cuando el soldado, ese generoso hermano nuestro, que hace del valor su profesión, de la patria su culto; cuando el soldado que escuda la soberanía nacional, la libertad y el derecho caiga herido en los campos de honor por defender sus ideales, allá irá la Cruz Roja y con ella la mujer, a cuidar con infinita solicitud de esas vidas, cálices de amor, como de martirio y de gloria.
Soldados son también los patriotas que forman en las filas cuando la la libertad y la justicia necesitan su apoyo; soldados los niños e nuestros colegios, puras hostias que se elevan cual inmenso ofertorio de belleza y gloria; soldados nuestros universitarios, que se lanzan al fuego como los jóvenes oficiales de Francia, en uniforme de gala, con guante blanco y penacho en el sombrero: ¿Qué honor más alto para la mujer que pagar con caudales de bondad aquella vendimia opulenta de sacrificios, torturas y agonías, de entre las que resurge inmortal glorioso el arcángel de la justicia y del triunfo?
Otro de los fines de la Cruz Roja es el de buscar el mejoramiento social protegiendo a la infancia. ¡Los niños! Racimos primorosos de amor, trigal de las emociones más puras, Vergel de lirios, las esperanzas duermen en su sueño, la fortuna les canta una suave canción primaveral, el dolor se esconde lejos de su cuna para no asustarles con su fealdad, ni nublar con llanto el azul tan puro de sus ojos. ¡Patria!, tus esperanzas y tu fuerza son ellos, tu porvenir y tu nombre lo guardan ellos, la ciencia futura, la paz y la guerra, de ellos será; las cosas tendrán una nueva interpretación en sus almas. Ellos van hacia un futuro distinto, de seguro, más bello que el nuestro, ellos van a las nuevas conquistas del ideal.
La Cruz Roja quiere extirpar el mal, donde quiera que se halle, quiere despertar la conciencia social de los pueblos en materia de higiene y debe la mujer con su abnegación ayudarle a realizar estos fines. ¿Quién cuidará de los niños con solicitud más encantadora? ¿Quién mejor que ella, enseñará al pueblo a amar con pasión el sol, que neutraliza la acción microbicida, que devuelve a los nervios la tonicidad y los glóbulos rojos a la sangre? ¿Qué insinuación más sutir que la suya para llevar a los pobres seres fatigados a refrescarse en las tibias y perfumadas auras de nuestros campos y montes? Ella enseñará a familiarizarse con el agua, una de las más benéficas maravillas de Dios; el agua diáfana que purifica, el agua cantora que alegra, es uno de los mayores elementos de salud porque es alma de la limpieza, que es al mismo tiempo, esencia de la higiene.
La mujer excitará la generosidad de las clases ricas para que fabriquen moradas capaces de albergar hombres, mujeres y niños, y no rincones húmedos y oscuros, madrigueras de parásitos, ávidos de destruir al ser humano que se aloja en ellos.
La Cruz Roja, luchará sirviéndose de los medios que estén a su alcance, contra el alcoholismo, la morfinomanía y otros vicios sociales. ¿Para que surja el derecho y sea pura la sangre del heroísmo, no ha de estar emponzoñada por el vicio; el derecho no brota de cerebros débiles ni mora en corazones que hicieron del placer su dios; la grandeza no florece en los niños que traen atávicas mansillas, ni es rica la sangre en los cuerpos que hacen raquíticos la pobreza y el hambre. Restañar la sangre de millares de heridas es luchar contra el vicio y despertar la conciencia social. Luchemos por arrancar sus víctimas al vicio. La vida es bella porque es pura y buena, porque hay cerebro pletórico de ideas y corazón ánfora de gentiles amores.


MADRE PATRIA

Ecuador, nuestra alma llena de admiración contempla tu naturaleza a la que Dios regaló soberbias cumbres níveas como frentes alabastrinas y pensativas; cielo azul que copian los más bellos , los más dulces ojos; sol espléndido semejante a regia cabellera, aire tibio que tiene suavidad y caricia.
¿Qué simiente rica no vivirá en tu suelo, qué tesoro preciosos no esconden tus entrañas? Desde los altos calores descendientes al suave clima de floridos valles y al polar ambiente de tus inmensos y solitarios páramos.
Ecuador, es grande nuestro orgullo por la homérica gloria de tu pasado; fuiste amo de héroes máximos, musa de excelsos poetas. <>
¡Dulce patria!, cuánto te bendecimos porque eres madre de una bella raza, idealista y fuerte. ¿Degenerarán los alcaloides, los negros vicios, el pesimismo denigrante y estéril, el prestigio de tu raza?
Agricultor, ¿por qué desprecias y abandonas lo tesoros que Dios prodigio a la feraz naturaleza ecuatorial? Trigo, frutas, cacao, tagua, ceibo, quina, paja toquilla, algodón, café, tabaco, pesquería, minas de oro y petróleo, finísimas maderas; cuando esto y no otra cosa forman la riqueza y el poderío de los pueblos industriosos y fuertes?
Estilista, desarrolla y pule tu rica lengua; estudia su estructura delicada y elimina los defectos con que la afean gentes sin patriotismo ni ciencia.
Médico, pregona el mal que el vicio y el alcaloide hacen en contra de la salud del pueblo: enseña la higiene que precave de la enfermedad y asegura el vigor de la raza.
Gobernante, refrena con mano firme los desvíos del pueblo. No vaya tu tolerancia a permitir que se altere el orden ni se corrompan las buenas costumbres. Si la razón no alcanza a realizar el progreso, sea la fuerza inspirada por la justicia, ilustrada por la sabiduría, la que consiga realizarlo.
Mujer, instrúyete y sé pura; guarda para alegría y gloria de tun hogar todo tu amor, tu honor y tu salud. Es axioma por antiguo y por cierto, vulgar, que a la importancia de sus mujeres corresponde la importancia de los pueblos.
Ecuador, que recibiste de la madre España la moral de Jesús, la doctrina que civiliza al mundo: no arranques la perla mejor de tu corona, la fuerza más grande de tu cetro; consérvala con el mismo celo con que guardas tu lengua nativa y el honor nacional.
¿Y qué? alegre mozuelo que pasas la vida en las delicias de la fiesta, que debería ser recompensa del trabajo y momentáneo olvido de preocupaciones, ¿dónde está tu obra y el tesoro que ofreces a la patria con tus manos pletóricas de vida?
Y tú, niña gentil, responsable también de tu destino y del destino social: ¿dónde está tu obra?
¿Por qué otras naciones antes que la nuestra han de ir a la vanguardia de las ciencias, de la industria, del capital? ¿Por qué no creamos nuestras propias normas en vez de ser imitadores?
Bienvenidos los apóstoles de las nuevas ciencias y los nuevos rumbos, que han de descubrirnos las auroras de futuros días y que han de irradiar en los espíritus el sol de su optimismo y su ¡justicia sincera!
Pero no divaguemos. El más alto deber patriótico del hombre y de la mujer, está en su perfeccionamiento individual, en su completo desarrollo armónico. Aspiremos a ser bien educados, educados de verdad y podremos amar y engrandecer a la patria.
Y será entonces la obra fuerte, inmensa, única, fraternal, por ser la obra de todos para su hogar grande y bello, la patria; será la patria por sobre todas las aspiraciones y ella será la suma de todos los ideales.

BELISARIO QUEVEDO

SIEMPRE vi un gran hombre en Belisario Quevedo, desde que, niña aún, en mi ciudad natal, que fue la suya, le miré tantas veces grave, austero, sereno y en floreciente juventud. Se distinguió su lozana existencia por la severidad de sus costumbres, por su carácter de heroico temple, que supo sostenerlo inflexible, indomable en todos los momentos de su vida; se, distinguió esa juventud por su inteligencia precoz, su juicio reposado, su cumplimiento del deber a toda prueba, a plena conciencia, y era además, brillantísima gala su modestia ingénita, completa en medio do tantos merecimientos. Afable, culto, desinteresado, era, según gráfica frase do un admirador suyo. “el símbolo del deber, el emblema de la humanidad depurada de vicios.” De patriotismo y abnegación acrisolados, a los cargos que se le confiaron dedicó su vida, y no sólo cumplió el deber en ellos, sino que realizó, cuanto realizar podían su noble idea y generoso corazón. Por esto, a su paso se abre el hondo surco y se derrama la escogida siembra, que produce riquísima cosecha.
Tuvo la audacia, casi la temeridad de la palabra. En los Congresos, ante un pueblo o una multitud, dijo la verdad, la verdad desnuda. Lanzó el reprocho a cualquiera, sin miramiento alguno. ¡Jamás le intimidaron los fuertes! Sorprende la franqueza de Quevedo, luchando siempre por la verdad o la justicia.
Paladín del deber y la verdad, lo arrebató la muerte cuando su acción podía ser más intensa, su idea más luminosa, su enseñanza y su ejemplo necesarios. Estudien nuestros jóvenes la vida de este ilustre ecuatoriano, hagan renacer su espíritu, imitando sus nobles hechos y cívicas virtudes; aprendan que para ser grande, hay que ser bueno y fuerte, y luchar por el deber y la verdad.
Quedan de Belisario Quevedo sus obras: El importante texto de Historia Patria y numerosos estudios filosóficos y sociológicos. Cuántas veces pensamos que hubiera podido ser un gran historiador, porque sus cualidades para esto eran relevantes. Queda su patrimonio, legado en su mayor parte a la Sociedad Jurídico—Literaria y a la Artística e Industrial de Pichincha, y, como último recuerdo, la brillante actuación suya en el Rectorado del Colegio Vicente León. En el corto tiempo de tres años, regeneró ese establecimiento; hizo de sus comprofesores modelos de puntualidad; introdujo el orden y la armonía entre los estudiantes, reedificó el plantel; empezó la construcción de un teatro, pidió a Europa mobiliario para este y aparatos importantes de laboratorio químico; estableció la Imprenta, el museo, la biblioteca pública; fundó la “Revista del Colegio Vicente León”, dio impulso a los paseos y deportes tan recomendados en la educación moderna, firmó el contrato para el Monumento del Filántropo latacungueño. ¿No hubiera sido Quevedo un buen Estadista, un economista ejemplar?
Venga pronto para este preclaro ecuatoriano la gloria; venga solícita y nimbe su cabeza y ciña su oceánica frente con resplandores y laurel.
Quito, 1923,

EL PAPÁ
Mucho se elogia, con razón, la obra bella y. suprema de la maternidad; pero se dice muy poco del padre, de papá, que es en la vida de los niños y los jóvenes, la más cumplida bendición.¡ El padre!, ¿quién como él en toda la amplitud de la tierra, quién más bueno y desinteresado? ¿Dónde podemos hallar un ser que merezca más que él todo nuestro cariño? La madre con la dulzura de su amor alegra los dolientes caminos o con su piedad cura las lacerías del alma, pero el papá abre las duras senda de la existencia, lucha heroicamente contra los innumerables enemigos que se oponen a nuestra felicidad, trabaja siempre para llevar. a sus hijos el pan y satisfacer las múltiples y cada día más complejas necesidades de la vida diaria. E! padre s el único que quiere, que puede, que sabe decirnos la verdad de nuestros actos reflejados en su conciencia serena, esa verdad que los demás la deforman o la ocultan, cuando con sus lisonjas no nos conducen por extraviados caminos. Él, con mirada clarividente penetra la tiniebla del futuro y arranca de su sombra el milagro que significa para el hijo bienestar y alegría.

Y con las niñas, qué exquisita solicitud para su educación. La debilidad de ellas está escudada por su fuerza, la poca ciencia de ellas por su vasto saber. Oh, cuánto debemos a papá, que es aquí abajo el representante de la bondad de Dios.

Hoy sobre todo, cuando la hora presente tiene para la joven complicaciones sin número, cuya urgencia y gravedad fueron desconocidas para nuestras madres; hoy, cuando según el pensar de un ilustre feminista, la mujer debe ser “un poco hombre”, la acción educadora del padre es de altísima importancia para ella.

Niños, ofreced a vuestros padres bellas rosas de amor. Rogad al Señor que prolongue y torne alegres y tranquilos sus días, Que vuestra juventud dé vigor y lozanía a su vida; que vuestra ciencia nueva dé alas y esplendor a la suya; el nombre de ellos abrillante con los prestigios del vuestro y la virtud de ellos se mire aquilatada, en. la vuestra.






SR. DR. DN. ALEJANDRO MATEUS
HONRAMOS nuestras columnas con el retrato del benemérito Arcediano de la Iglesia Metropolitana, Reverendísimo Señor Doctor Don Alejandro Mateus.

Para apreciar debidamente la insigne personalidad del doctor Mateus, hay que estudiarla en sus múltiples aspectos.

Sacerdote lleno de profunda piedad, de caridad acendrada y de un amplio espíritu apostólico para la propaganda y defensa de las verdades de su religión. El es uno de los sacerdotes ecuatorianos, que ha acaudalado mayores conocimientos así en las disciplinas y ciencias eclesiásticas como en otros importantes ramos del saber humano.

Su carácter se ha encumbrado con elevación gigantesca en el extenso y hermoso campo de la acción socia. Es el fundador de la importantísima obra del Catequismo Dominical, eminentemente educadora, que la ha sostenido con incansable ardor por, más de cuarenta y tres años. Es el fundador y director de la Asociación Protectora de las Iglesias Pobres, que cuenta de vida un tiempo igualmente largo. El estableció la Escuela Profesional de Mujeres, el Patronato de Obreras, la Biblioteca Ambulante y un sinnúmero de obras encaminadas a la conquista del bienestar social.

Entre estas nobilísimas actividades adquiere inconfundible relieve la de escritor
docto, experto polemista católico, filólogo consumado y formidable defensor de las verdades de su fe por todas las formas posibles por las que es dable, trasmitir el pensamiento: la cátedra sagrada, la conferencia, el libro, el folleto, la hoja volante.
Inteligencia vasta y poderosa, extraordinaria erudición, carácter de incontrastable perseverancia: Apóstol, educador y modelo acabado del hombre que ha consagrado su existencia a la acción social, inmensamente benéfica, es el Reverendísimo señor doctor don Alejandro Mateus.






BOLÍVAR

La gloria de Bolívar, que con el pasar del tiempo ha de ser gloria universal, se debe al concurso de aptitudes que se reunieron en grado máximo en el Libertador.
Su genio enfocaba el horizonte de los siglos para mirar en luminosos caracteres los hechos que habían de suceder la alteza de su pensamiento divisaba allá, muy lejos, no las cosas vulgares ni mediocres, sino las magníficas y grandiosas que correspondían a su ideal de Libertador, porque si dio vida independiente a la América quiso también gobernarla y llevarla a felices destinos con sus sabias previsiones de legislador, sus altos dones de estadista y sus profundas concepciones de filósofo. Esta clarividencia insuperable ha de colocar siempre a Bolívar entre los pocos fundadores y conductores de pueblos. “El futuro de América fue totalmente previsto por el Genio antes de la conquista como después de libertada América”. Casi no existe una idea de libertad, de legislación, de verdadero progreso para América que no hubiese pasado por la mente de Bolívar y que no la hubiera expresado en sus discursos y proclamas.

A la maravilla de su visión se unió en Bolívar, una voluntad de tal suerte templada que era capaz de dar vida a sus sueños, dominando los escollos que le oponían la naturaleza y los hombres. Heroico siempre, pues que de tantos y tan grandes adversarios sólo era dable triunfar a poder de heroísmo, más que heroísmo, condición imperiosa de triunfo fue el martirio, tanto más acerbo, cuanto que Bolívar dueño de grandes caudales, prodigo del oro en las fiestas galantes, habituado a las delicias del vivir señorial, se convirtió en el soldado de cuerpo recio endurecido al rigor de las campañas portentosas de veinte años. Luchaba con todo y contra todos, pues los perjuicios, lo abrupto de la tierra bravía, teatro de sus hazañas, y la miseria de los hombres volvían casi imposible de realizar su magno ensueño. Verdad que la Providencia puso junto a Bolívar superioridades de
excepción que como Sucre y otros Capitanes participaban de su exaltación y de su sacrificio sin límites. También en aquellos tiempos un huracán de libertad y una fiebre de heroísmo invadían las almas; pero la armonía del designio y la taumaturgia del triunfo la recibían del Genio.
A estos supremos dones se unieron como cualidades accesorias en el Libertador, el arte de sutil encanto y la gracia seductora de la palabra y de la acción, nativo encanto que heredó de sus antepasados que poseían las exquisiteces y refinamientos correspondientes a su rango y fortuna. Su sensibilidad se había ahondado con el estudio, los viajes y el dolor, un dolor proporcionado de la alteza suma de sus ideales.
Que inmenso poder de sugestión debió de ejercer el caballero Libertador, visionario genial, poderoso guerrero, orador, literato, poeta; él que poseía las artes mágicas de la sociabilidad más acendrada y la grandeza inconmensurable de su ideal altruista.

Pocos, como él, conocieron tanto el corazón y la psicología de las multitudes; los secretos que al individuo o a la multitud suelen mover en direcciones contrarias.
Y así corno podía inspirar y dirigir las muchedumbres, sabía dominar en sí mismo sus determinaciones y gobernar sus impetuosas pasiones. Imperioso, resuelto cuando así lo exigía la causa de la América, pero sufrido, tolerante, magnánimo cuando había que llevar por feliz senda los sucesos de la Patria y de la Guerra.

‘‘Casi todos los hombres de la Lucha Emancipadora eran movidos casi exclusivamente por el odio a España. Creador del odio como un instrumento, Bolívar empezó a crear la simpatía para el pueblo español cuando se vio triunfante, porque ese pueblo era indudablemente el llamado a poblar nuestros desiertos”.

No puedo representarme la personalidad de Bolívar sin ver aparecer en su torno las excelencias que nimban con fulgor de gloria la frente de los héroes, y por él y con él corno reviven aquella época y aquellos hombres, suprema eclosión de vida heroica, grandeza en el pensamiento dominador, brillo augusto de sublime virtud en las acciones. De este inmenso bullir de heroísmos resultó la libertad de un inundo

Bolívar trabajó siempre por la grandeza de América y la prosperidad de cada uno
de sus pueblos con amor a la democracia y absoluto sacrificio personal. Sus ideas fueron siempre grandes, sus sentimientos siempre generosos su conducta invariablemente noble. El interés personal, la pasión por el triunfo de un partido, el afán de lucro en los círculos políticos no han labrado nunca la grandeza patria ni han elevado a los hombres a las cumbres de la inmortalidad. El ejemplo de Bolívar y la dolorosa certidumbre sobre el error de nuestros procedimientos, han de servirnos de austera doctrina para venideras orientaciones.

En medio de un batir de laureles, vuelo de cóndores y tremolar de banderas llega hoy a esta Capital el monumento del Héroe, del grande por excelencia, del visionario sublime, mártir de la libertad, fundador de la Patria, Bolívar. Genio de América. El Ecuador desde la Emancipación le amó siempre, le veneró en todo tiempo; los ecuatorianos de hoy bendecimos la obra del libertador, admiramos al Genio, amamos con gratitud al Padre de la Patria y ambicionamos grabar su código de libertad su ley de amor como alma de nuestra legislación, nervio de nuestras costumbres…

En el carro alado de la gloria, recorre el mundo este hombre cumbre, este hombre sol, una de las más altas cumbres humanas, uno de los soles de mayor proyección en la historia. Va por el mundo presidiendo el cortejo de sus ideales, de sus hazañas, las más grandes que un hombre pudiera realizar en el espacio de la vida.

Bolívar que tuvo siempre en el Ecuador amor filial, gratitud, admiración sin límites, llega hoy al corazón de la República, a su gloriosa Capital, a vivir triunfalmente en el bronce perenne y en el mármol.

El Monumento grandioso para el que ha contribuido todo el Ecuador habla a las generaciones futuras de cómo es inmenso, imperecedero el culto que los ecuatorianos rendimos a Bolívar, Emulando los hombres de mañana esta virtud de la gratitud nacional, levantarán sobre sus hombros, más alto todavía, el Monumento del Genio. “Pasarán las generaciones y traerán nueva belleza, nueva verdad y nuevo heroísmo, y, sin embargo, verán como nosotros, que en la extensión de sus recuerdos de gloria, nada hay más grande que Simón Bolívar”.





POR LA MUJER
La educación femenina es la gran conquista que se ofrece a las miradas de la
edad presente. Los siglos que hasta aquí se han sucedido han contemplado la esclavitud de la mujer; ni ciencia, ni independencia, ni fuerza, ni trabajo para ella; patrimonio de la mujer, la ignorancia, la eterna tutela, el cultivo de su debilidad y el ataque formidable al trabajo.

El feminismo que ha venido al mundo, pausadamente, pleno de razón y justicia, no está como algunos presumen, ávido de obtener prerrogativas innobles ni de usurpar los derechos riel hombre. La mujer apta para todo, quiere ser libre; su inteligencia pide instrucción e ideales, su voluntad medios para alcanzarlos y su delicadeza leyes que la protejan. La educación tiende a hacer útil la vida de la mujer, a dar trabajo y protección a la obrera, asilo y defensa a la niña infeliz, consuelo a la anciana y enferma. El feminismo no llega zahareño, amenazador ni duro para el hombre, sino por el contrario, sonriente y fraternal, no quiere volver desapacible sino altamente grata su existencia; la mujer no quiere ser subordinada ni superior al hombre, sino su igual, capaz de comprenderle y ayudarle.

La emancipación de la mujer tiene su base no tanto en el apoyo de la sociedad, ni en las leyes que la favorecen, sino en las facultades de la mujer misma, en la eficiencia de sus ideales. Yo tengo fe inmensa en su virtualidad poderosa y estoy convencida de que es fuerte, aunque de ella se ha dicho es muy débil. Esperemos en el triunfo del feminismo que llegará rico de bienes para el futuro, de promesas para la humanidad. La mujer, lo mismo que el hombre, tiene una inteligencia que debe ser cultivada; se ha cansado por fin, de no pensar por sí misma, de no defender sus fueros y de ser consumidora de ideas y de recursos ajenos; ella quiere beber de las fuentes del ideal para amar las nobles causas, los grandes problemas y enterrar para siempre, el fárrago de frivolidad, de pueril sentimentalismo y enojosas preocupaciones, que han malogrado su vida. Sin dejar de ser bella, delicada, elegante, la mujer moderna cree que en el mundo hay algo más que el vestido, las joyas, los cortejos y placeres; ella cree firmemente que en el mundo hay conocimientos que adquirir, hay derechos que ejercer y deberes que cumplir. La mujer moderna no es ya la niña mimada que sólo gusta de presentes y comodidades que se le otorgan por gracia, sino el ser humano que aspira a ganarse la vida y a adquirir conocimientos con el afán bendito del trabajo; que ambiciona no sólo bastarse a sí misma sino aliviar a sus ancianos padres ayudar al esposo pobre o enfermo, satisfacer las necesidades de sus pequeñuelos, y contribuir para todo lo que sea servicio de su Dios y de su patria.

Tenemos fe de que la mujer que se esfuerza y que trabaja por conservar su dignidad no obtiene jamás el pan ni se viste de galas que le sacrifiquen su honra, porque ella quiere invadir todos los campos de la actividad, a fin de encontrar los medios para vivir con honor: Irá a extraer de la pródiga tierra, madre cariñosa, los productos que necesite; irá a la maquinaria, a la fábrica, a la oficina, a todas partes, más nunca a sacrificar su dignidad ni por todos los tesoros de la tierra.
Olvide la mujer sus frivolidades y sus bagatelas para que recobre su libertad de pensar y su aptitud para el trabajo. Intervenga en la vida social y concurra a colegios superiores, donde aprenda filosofía, literatura, economía, ciencias, idiomas: Contribuya a fundar escuelas profesionales, donde la obrera aprenda las cosas fáciles que hoy absorbe el hombre sólo y que no obstante, son apropiadas para ella. Funde sindicatos obreros femeninos, porque el sindicalismo es un apoyo mutuo, una inmensa cohesión, una gran fuerza, que pone al trabajo y sobre todo al trabajador al amparo de injustas explotaciones.
La causa de la mujer es causa santa y debe consagrarse a defenderla con el conocimiento claro de su derecho y el cumplimiento fiel de su deber. A todas las mujeres les precisa el contribuir al prestigio de la causa feminista, unas con su idea o con su acción y otras con el ejemplar cumplimiento de sus deberes domésticos. Toda aptitud, habilidad o arte serán útiles, pues no es sólo la facilidad de entrelazar con la pluma un haz florido de ideas y sentimientos lo que ha menester para su triunfo un ideal; tanto como esto, necesita la buena voluntad, el espíritu activo y abnegado de las mujeres. Cada cual en su posesión y con sus aptitudes formará parte de la armonía, como las notas en la escala, los colores en la paleta o las flores del vergel. No es una sola nota la que produce el ritmo, ni un solo color el que matiza el cuadro, ni la flor única la que hace la gloria de los cármenes.
La reforma de la educación femenina es cada vez más profunda. No se trata de anular las gracias de la mujer, sino de perfeccionarlas; hemos leído repetidas veces: la mujer no necesita razonamientos, ni ciencia, pues le bastan su ternura, coquetería, intuición. Todo esto y mucho más, ¿le servirán primorosamente, verdad, pero no deberá despreciar la razón y la ciencia. Ignorancia y absurdos vendrán bien junto a la coquetería y la gracia? A los refinamientos de sensibilidad y de forma tratan de unirse hoy los progresos de la idea, el cultivo de la
fuerza física mediante deportes y gimnasia; no se suprimen las perfecciones adquiridas, sino que se desarrollan las facultades superiores atrofiadas.

Protestamos contra el concepto que atribuye a la mujer la sujeción y al hombre la libertad: de dos seres de la misma naturaleza, ¿ha de ser el uno superior al otro? ¿No desempeñan los dos importantísimas funciones, no son necesarios ambos a la armonía del mundo? ¿Por qué la mujer, en cualquier estado, madre o hija, esposa o hermana, ha de ser inferior al hombre? Habrá diversidad de funciones, pero no de naturaleza, y si existe la igualdad esencial, existen de hecho, los atributos esenciales que la constituyen: libertad, conciencia, honor. Si quiere que la mujer cumpla su deber, ha de cumplirlo con la conciencia de los seres libres.
Quito —MCMXXV


POCAS PALABRAS DE ARTE

Nos sentimos halagadas y al mismo tiempo inquietas al tratar sobre la belleza. Nada más puro, noble delicado. Tenemos en las manos una áurea madeja de rayos de sol, vemos las estrellas espejeándose en los lagos que tiemblan, las flores nos entregan el tesoro perfumado de sus cuerpos frágiles; murmullo en las cascadas, trino en las aves, sonrisa en los labios, amor y dolor en las almas; todo lo que vive bajo el manto del sol, toda la esperanza, la intuición y el misterio. Qué haremos con tanta belleza nosotras, pequeñas artistas abismadas en la contemplación de este mundo prodigioso, nosotras oscuras artistas que quisiéramos hacer del arte un engarce de palabras bellas como collares de perlas maravillosas y del alma un continuo florecer de emociones como rosas en la primavera.

Al modo que millares de espíritus pueblan los espacios; así los cielos y la tierra guardan enveladas legiones de las gracias. Pensador sacerdote, sacerdote artista, revelad a las multitudes el milagro de la belleza, descubrid su luz a los ciegos de espíritu, dádnosla para mitigar la aridez de los que caminamos fatigados.

La belleza, «mensaje de alegría», es armonía en la verdad, finura aristocrática en el bien, gracia ingenua o ternura exquisita en el amor, visión clara y emoción intensa en el arte, y además, el encanto vario, real o ficticio que podemos dar a todas las cosas.

El divino sentido de lo bello, el buen gusto, despoja a la existencia de su parte prosaica y vulgar, de su impuro egoísmo, de su dolor cruel; es como un arte buzo que del océano de lo real coge las perlas, o como enjoyador que aparta la escoria y luce la gracia del brillante. Debemos ser artífices de nuestra propia vida; adornar el cuerpo y el alma como un palacio, hacer nuestros la opulencia de la idea y los tesoros (le la distinción y llevar a nuestro jardín interior las rosas purísimas del bien. Debemos poseer el gran arte de cincelar la vi da, hacer del alma un vaso de emociones y espiritualizar el cuerpo para
que encuentren noble expresión el sentimiento y la idea. «Todos tenemos en el fondo del alma el tipo intelectual de perfección que es el secreto de nuestras invenciones.»

Platón creía que era conceder un inefable don el educar a los niños en tina atmósfera sencilla llena de cosas bellas. Oscar Wilde piensa que precisa dar a los obreros un ambiente de armonía para que realicen su labor de gracia, sin la rutina matadora de la inspiración. Dad belleza a todos, al niño para que crezca feliz y al obrero para que haga su trabajo con amor. Prodigad la belleza como luz el sol y agua clara las fuentes. « Cada uno de nosotros pasa sus días buscando el secreto en la vida; pues bien, ese secreto está en el arte.» Arrulladoras notas sedeñas de música, color que copia y revive la naturaleza, escultura que hace brotar del mármol o el bronce la estatua bella poesía, alma del universo; el arte innumerable y creador triunfa de las sombras que oscurecen su paso y en esa luz divina de belleza encuentra el espíritu su exaltación y la senda única del mundo ideal a que aspira, el mundo soñado de libertad y grandeza.







EL CARÁCTER EN LA MUJER
NOS parece que el estudio del carácter es de profundo y siempre nuevo interés, porque él ha sido y continuará siendo el más necesario y majestuoso poder: sabiduría, arte, virtud, fortuna se obtienen mediante esta fuerza. Los más grandes bienes están custodiados y defendidos por el carácter: honor, dignidad, instituciones sociales.

Quizá podamos establecer sólo dos grupos originarios: caracteres débiles y fuertes, seres con voluntad o sin ella. ¡Seres sin voluntad! cuando la vida es lucha y acción, cuando de un modo u otro debemos decidirnos; los débiles obedecen fatalmente a los temperamentos fuertes, se impone la voluntad del otro, de cualquiera, ceden a las circunstancias y la naturaleza; en tanto que el carácter se afirma, resiste, se obstina y triunfa.

Es un hecho comprobado que los niños no tienen voluntad propia, necesitan ser dirigidos, ceden a las primeras dificultades; lo mismo sucede con los débiles, y lo que es peor, conocen que el influjo a que obedecen es injusto y perndicial. El carácter vive sereno ante los hombres, la naturaleza y la muerte. «Si la naturaleza se opone, lucharemos con ella y la subyugaremos». «La guardia muere, pero no se rinde.

Es inmensamente desgraciada la suerte de los débiles, porque son víctimas predilectas del egoísmo de los otros, de sus propias pasiones y de los grandes males de la vida. Los pueblos donde no prevalece el carácter de los ciudadanos son vencidos por malas instituciones, costumbres demoledoras, degeneración social; la opinión pública enmudece y la barbarie pasa sobre la cabeza humillada de los pueblos.

El carácter, la fuerza de afirmar la personalidad propia, el arte del heroísmo, se adquiere y educa desde la infancia; la fuerza moral se gana, acumula y centuplica como el capital y la ciencia. Quién posee esta fuerza es gran espíritu, vencedor de sus pasiones y de las ajenas. El bárbaro valiente no dejará de ser bárbaro, el tigre que tiene el instinto de la destrucción no es un carácter, porque éste es ante todo, una fuerza consciente, justa, benéfica.

Predomina en algunos sistemas pedagógicos un vicio capital, capitalismo, el descuido del carácter. No se educa ni desarrolla el carácter y se muestra como excepción gloriosa lo que debería ser patrimonio general. El carácter se pierde o anula por haber quebrantado en demasía la voluntad de los niños, por haberla sustituido por la voluntad de los padres y por haberla dejado indisciplinada, indómita, sujeta a los desvaríos de la imaginación o al capricho de las pasiones. La voluntad humana y en especial la del niño no debe doblegarse a otro imperio que al de la razón y la justicia manifestadas a su conciencia infantil: pero hacer de los niños el juguete de voluntades o de caprichos ajenos, es a nuestra manera de ver, un atentado y el origen de la falta de carácter.
A los hombres no les cumple ser solamente razonables y justicieros, sino también responder al llamamiento de sus altas facultades. Todos y cada uno de nosotros siente la vocación al heroísmo, a la grandeza, a la gloria; sólo este fin satisface nuestro ideal y conquista la alegría, porque la tristeza y el fracaso no corresponden absolutamente al ideal ni al don inapreciable de la vida que poseemos. El progreso de la humanidad, el bienestar del mundo exigen para realizarse, el carácter.
A la mujer, sobre quien ha pesado desde tiempo inmemorial tanta injusticia, se le dio como distintivo la debilidad del carácter. «El sexo débil, la mujer», han sido siempre sinónimos de falta de voluntad. Hombres afeminados, se dice como para afrentar a los hombres.
Establecidos estos antecedentes, se desprende que la mujer es tan miserable como el hombre sin carácter, porque también ella tiene la obligación de ser honrada. La mujer, como los hombres, necesita valor para elevar su personalidad y conquistar su derecho. Son pocas, muy taras las que se imponen frente a las dificultades; cada una no es lo que puede ser, lo que debería ser, sino la resultante (le la labor de sus padres o de las circunstancias. ¿Cuántas son las que han formado su porvenir ellas mismas, su importancia, sin mérito? ¿Acaso nos es desconocido el prodigio de perfección que los Libros Santos atribuyen a la mujer fuerte? Para estos libros inspirados, la mujer fuerte reúne el cúmulo de las perfecciones.
Parece a primera vista, que la afabilidad fuera una protesta contra la energía y una negación de la fuerza. Nada más diferente. La afabilidad debería ser y es, casi siempre, compañera de los espíritus fuertes, porque significa la serenidad del que sabe dominarse y mostrarse igual por sobre las mudanzas de los seres y las cosas. La afabilidad es flor de cultura y suprema gracia del carácter.
Existen, y con mayor frecuencia de lo que se supone, caracteres abnegados. ¿Qué mano protectora reprime el demasiado ardor de esas almas para sacrificarse, sin reservar nada para sí y en cualquier estado de la vida? Yo contemplo como una dolorosa acechanza, la de la abnegación excesiva. «La caridad bien entendida desde casa, desde sí propio, para conservar su honor, su independencia, la comodidad necesaria, el decoro en todas las cosas. Me inclino a creer que en la abnegación absoluta, sin una máxima causa que la justifique, existe mucha debilidad, triunfa el egoísmo de los otros.
LA GUERRA ITALO-ABISINIA

INMENSA conmoción tuvo que haber producido en el mundo el llamamiento del Duce para la conquista de Abisinia. ¡Cuántas diferencias profundas entre los dos pueblos que iban a lanzarse a la guerra! No era difícil prever La suerte de Etiopia ante la superioridad de las armas italianas. Sin embargo de conocerla, el Negus y sus valientes tropas se alzaron heroicos a defender su Reino, su dignidad, su territorio, con una bravura que debió sorprender a sus agresores.
Reino caduco el de Etiopia, que no logró entrar de lleno en la civilización, en tanto que otros pueblos tomaban la delantera en ideales políticos, en armamento y técnica militar.

Cruenta fue la lucha, incontables ¡os sacrificios de los patriotas abisinios, arrollados casi siempre por el triunfante ejército de Italia. En vano la Emperatriz y la Princesa abisinias lanzaron su clamor implorando la piedad del mundo; en vano el Emperador protestó ante la Sociedad de las Naciones demandando justicia. A paso de vencedores proseguían las legiones romanas la inevitable conquista.
En Roma, Mussolini declaró enfáticamente la decisión del Gobierno italiano de anexar los territorios de Etiopia a Italia, y agregó que ante cualquier oposición ‘sus armas estaban listas a cambiar de frente”.
Al aproximarse las fuerzas italianas a la capital Addis Ababa, un último llamamiento heroico del Negus convocaba a todos los hombres capaces de tornar las armas, residentes en la capital, para que se aprestasen a defenderla e impidiesen la entrada del enemigo. Mas, toda resistencia fue inútil. Se consumó la conquista del pueblo abisinio el día 5 de mayo de 1936.

El 2 de mayo, el Emperador acompañado de su real familia y de treinta dignatarios etíopes, abandonó Addis Ababa, refugiándose en el puerto francés de Djibouti. Aunque el Negus no ha renunciado al trono de Abisinia, se cree que la decisión de abandonar el país equivale a una renuncia.

Desde el 30 de abril en que se aproximaban las fuerzas enemigas, Addis Ababa iba presentando el aspecto de ciudad abandonada. El éxodo de los habitantes se intensificaba por momentos. A esta desoladora situación se unió el terror que los bandidos abisinios sembraron en la capital con su pillaje y extorsiones. Basta decir que llegaron hasta la barbarie del incendio. Los bandidos se dispersaron cuando entró a la ciudad el ejército italiano al mando del General Pirzio Biroli.
El 4 de mayo, Addis Ababa se halla casi totalmente destruida por la ferocidad de los bandidos. Todas las Legaciones extranjeras han sido atacadas y han construido barricadas para defenderse.
El 5 de mayo, el Mariscal Badoglio informa al gobierno que a las cuatro de la tarde de ese mismo día ha entrado a Addis Ababa a la cabeza de diez mil soldados.
La bandera italiana fue izada con gran pompa en el palacio imperial de Haile Selassie. El Mariscal Badoglio, elevado a la dignidad de Virrey de Etiopia, por los importantes servicios prestados en la conquista de Etiopia, presenció con todo su Estado Mayor una imponente revista militar desde las explanadas del palacio.

De los discursos del Duce copiamos lo siguiente que viene al caso: “No es sin emoción ni orgullo que pronuncio la palabra definitiva: Etiopia es italiana después de siete meses de duras hostilidades. El imperio italiano es imperio de civilización y humanidad para todos los pueblos de Abisinia, un imperio conforme a las leyes de la historia romana”.

Los delegados de Inglaterra y Francia ante la Liga de las Naciones no omitieron esfuerzo para que fuera impugnada en la Liga la anexión de Etiopia a Italia, pero los representantes italianos, el barón Pompeyo Aloisi y sus compañeros, expusieron antes de retirarse definitivamente de la Liga, que consideraban sobremanera inútil toda discusión alrededor del problema etíope, puesto que Etiopia no existía.

El 9 de mayo se publicó el decreto en el que se declara que las poblaciones y territorios que pertenecían al imperio etíope son puestos bajo la plena e íntegra soberanía del reino de Italia. El título de Emperador de Etiopía es tomado para el Rey Víctor Manuel y todos sus sucesores.

Etiopia ha muerto. .. . El Negus inclina su imperial cabeza sobre el pecho y con los ojos entornados se abisma en la inmensidad de su dolor. .. . La gran Patria africana ha desaparecido, a pesar de haberse derramado a torrentes la sangre de sus hijos, a pesar del heroísmo de sus hijos. En el palacio imperial, arriado el Pabellón de los Reyes abisinios, ondea al viento izada al tope, la triunfal, la gloriosa bandera de Italia.











APOLOGÍA
















SALMO
(Klopstock)
A la señorita Victoria Vásconez Cuvi,
en prenda de acendrada amistad
y homenaje a sus virtudes e ingenio.
I
Giran las lunas de argentada lumbre
de las tierras en torno;
las tierras de los soles en contorno,
y de soles la inmensa muchedumbre
alrededor del Sol de los consuelos:
Padre nuestro, que estás allá en los cielos.
II
Todos aquellos mundos encantados,
que toman y dan luz en lontananza,
todos están de espíritus poblados,
más o menos perfectos que el del hombre;
pero creen y cifran su esperanza
en Dios: Santificado sea el tu nombre.
III
¡ Es El!, es el Eterno, El solo puede
gozarse, comprendiéndose a Si mismo;
El, que todos los bienes nos concede,
sembró del corazón en el abismo,
del infinito Bien el ansia ardiente;
Venga a nos tu reino, Dios clemente.
IV
Felices criaturas: sólo El cuida
presente y porvenir; oh cuán felices
somos en esta vida,
que con amor bendices:
Hágase, oh Dios, tu voluntad suprema
en la tierra y en el cielo, sempiterna.
V
Hace crecer y madurar la espiga,
Con el sol la manzana y uva dora,
Alimenta al cordero en los alcores
y al corzo de la selva en sombra amiga;
pero también su mano aterradora
vibra el rayo siniestro,
y el granizo cruel tallos y flores,
y animales del cerro y bosque umbrío
aniquila: El pan nuestro
de cada día dánoslo hoy, Dios mío.

VI

Más arriba del trueno y la tormenta
hay también pecadores?
Y la muerte separa violenta
a fieles amadores?
También allá el amigo
se muda en enemigo?
Perdona nuestras deudas te rogamos,
como a nuestros deudores perdónanos.
VII
Al Paraíso, término sublime
del que en el mundo gime,
se sube por camino de zarzales;
pero muchos mortales
vaguean por desiertos espantosos,
donde el placer a trechos ha sembrado
sus frutos deleitosos
para la sed del viajador cansado…
Y no nos dejes caer en tentaciones,
mas líbranos del mal los corazones.
VIII
Adoremos a Dios que el orbe rige,
y al derredor del sol en giro blando
otros soles dirige,
y otras tierras y lunas centellando;
que ha creado a las almas
y las dispone a recibir sus palmas;
que hace granar a la dorada espiga;
manda a la muerte; alivia la fatiga
del viajero perdido en el desierto
y le orienta al Empíreo en rumbo cierto.
De adoración en éxtasis concluyo:
poder, imperio, gloria .... todo es tuyo.
Juan Abel Echeverría.

En el álbum de la señorita
Ana Victoria Vásconez Cuvi
Afectuosamente


Dos estrellas que rielan suavemente,
en el azul de espacios siderales,
semejan bajo el lirio de tu frente
tus ojos de pupilas celestiales.

Ojos profundos de mirar de aurora
cuya expresión romántica, y divina,
traduce en sensación arrobadora
el ideal que al numen ilumina...

La bondad puso en ellos su dulzura
y la ilusión sus ósculos sedeños;
por eso tiene tu mirada pura
el hipnotismo azul de los ensueños...

Ojos profundos de fulgor radiante
abiertos para ver siempre a la cumbre...
tiñen tu hermoso y pálido semblante
del rosicler de su celeste lumbre.

Miosotis turquí de mis montañas
hallo en tus ojos, mágica Victoria;
ojos serenos donde, intenso, entrañas
un poema inmortal de amor y gloria!


Es que naciste, noble amiga mía,
para humillar las flores a tu paso:
te dio Minerva real soberanía
y la virtud su divinal abrazo.

Mas, yo que me comprendo con tristeza
visionaria de mundos imposibles,
sólo puedo cantar tu gentileza
en ritmos para el hombre, indefinibles.

Arranco hoy de mi plectro esta armonía
y llena de rubor y de sonrojos,
tímida te la ofrezco; amiga mía,
bañándome en el iris de tus ojos.

De tu álbum en la página dorada
guarda este ritmo y guarda mi memoria;
que yo tu imagen llevaré guardada
dentro de mi ardiente corazón, ¡Victoria!
En Alhelíes ---Mercedes Martínez Acosta


VICTORIA VÁSCONEZ CUVI
Por: Reginaldo María Arízaga-1942
Nunca podíamos omitir el nombre. de esta distinguida escritora ecuatoriana, en la Galería de Valores Ecuatorianos, puesto que sus libros y revistas y folletos nos están hablando elocuentemente de su clarísimo talento, de su vasta, refinada, cultura espiritual como un privilegio extraordinario, exquisito, con que se aureola su personalidad, en el mundo de las letras.

Victoria Vásconez Cuvi, ha escrito mucho y sobre variados temas de gran importancia nacional, como son los problemas educativos referentes a la mujer, en los que resalta el gran caudal de su sólida ilustración, la maravillosa maestría con que los plantea y resuelve, fundamentándose en los principios incontrovertibles de la sociología cristiana. Ella, con honda visión de nuestro panorama social, con conocimiento de causa, de los males que aquejan a nuestra sociedad, ha puesto el dedo sobre la llaga, en el proceso educativo de la mujer ecuatoriana.. Sus enseñanzas de alta sabiduría moral, pedagógica y estética, resonando están en el corazón de las juventudes femeninas del Ecuador, para convertirse luego en esencia de su vida práctica, en soplo vital de sus aspiraciones culturales y en soberana culminación de su pensamiento e ideal.

Su pluma y su talento, su tiempo e ilustración, los ha consagrado al cultivo de las letras, a la investigación paciente y tenaz de los problemas sociológicos que han preocupado y preocupan hoy a los hombres de Estado, a los conductores de la opinión nacional, a los maestros de juventudes y a todos los portavoces de las inquietudes del siglo actual. Y en toda esa labor de austera y metodizada investigación científica, ha salido airosa tan distinguida escritora, y ha marchado unísonamente en la conquista del ideal, de instruir y de educar a la mujer de América, en todos sus aspectos moralizadores y culturales, con Gabriela Mistral y Teresa de la Parra, dos grandes cerebros y corazones, que han hecho de su vida una perenne y luminosa cátedra de ciencia y de estética, de sacrificio y de poesía, vaciando su espíritu atormentado en sus conferencias y libros, para dárselo a gustar a los que tienen hambre y sed de sabiduría.
Sus estudios eruditos acerca de las ACTIVIDADES DOMÉSTICAS Y SOCIALES DE LA MUJER, así como los PROBLEMAS EDUCATIVOS, llamados así con
tanto acierto por su ilustre autora, le colocan a la cabeza de aquel núcleo de prestigiosas escritoras ecuatorianas, que son el legítimo orgullo de su Patria. En sus escritos campean la pulcritud y la elegancia del estilo, la solidez y profundidad de sus pensamientos, la finura y delicadeza de sus sentimientos y la lógica severa que guarda en sus raciocinios. Bien merecía cocarla en una cátedra de cualquier Universidad de América, para darle allí ocasión de expandir su espíritu facetado por los diversos campos del saber humano, especialmente, en la sociología, en la pedagogía, en la estética, en cuyas fuentes se ha abismado durante muchos lustros, para cristalizar sus pensamientos, en sus conferencias públicas y entregarlo a las alas victoriosas de la publicidad, dentro y fuera de los lares patrios, al par que crear nuevos estímulos para la integral perfección cultural de los centros docentes, donde se forma y educa la mujer ecuatoriana y de América.
Sus conferencia científicas, sus numerosos discursos, sus alocuciones patrióticas, que corren publicados en periódicos y revistas nacionales, prueban la excelsitud culural del espíritu de Victoria Vásconez Cuvi, en el decurso de algunos años de honda y porfiada labor científica y literaria.

En 1922, la ilustrada escritora ofreció al público un interesante libro titulado ENSAYOS LITERARIOS, que nosotros podríamos llamar poemas en prosa, puesto que él es un ramillete de flores de armiño y seda, de su jardín interior de belleza y armonías. Desde la nota vibrante, epopéica, hasta el idilio más dulce y conmovedor se ahondan triunfalmente en cada uno de sus períodos y cláusulas. Es que sus prosas son repletas de música interior del alma, ya que no es solo poeta, quien escribe versos, sino el que domina eI ritmo interior de las cosas, encendiendo en el alma la luz de la emoción. Victoria Vásconez Cuvi, conservó inédita una preciosa VIDA DE LA BEATA MARIANA DE JESUS, producción literaria en que se afinó su gusto estético, al par que el vuelo místico que toma su espíritu por las doradas cumbres del mundo sobrenatural, es imposible de expresarlo en estas descoloridas líneas. Y ese trabajo literario ha querido documentarlo prolijamente, sujetándose en todo a la verdad histórica, depurándolo en los troqueles de la hermenéutica rígida, a fin de que él se imponga, majestuoso y nítido, a los golpes más fuertes de la crítica constructiva y sapiente. Pero después de su muerte, dicho trabajo vio ya la luz pública. En estos últimos tiempos, ella y el conocido escritor Augusto Arias, han logrado darnos estudios completos sobre la vida de la Beata Mariana de Jesús .

En su vida de estudio, a Victoria Vásconez Cuvi, no pudo serle desconocida la biblioteca selecta de la renombrada escritora española Concha Espina, ni las prosas eruditas de María Edilia Valero, ni los artículos de costumbres de Angélica Palma, ni los artículos llamativos a la LIGA INTERNACIONAL DE MUJERES IBERICAS E HISPANO AMERICANAS, escritos por Elena Arizmendi. De ahí que su ilustración es variada y multiforme y sus escritos son recomendables. A todas esas ilustres mujeres, ha seguido Victoria Vásconez Cuvi en su apostolado de docencia y Arte; pero conservando siempre la nota típica de su donaire espiritual y de su originalidad.

En 1934, Victoria Vásconez Cuvi, queriendo ensanchar el radio de su labor literaria, se sumó a una prestigiosa constelación de escritoras de fuste, y desde, los primeros momentos, fundó una revista llamada ALAS, llevando la dirección de ella, con el acierto y la pulcritud propias de su mentalidad ALAS es la publicación de mayor resonancia literaria en el mundo femenino, de estos últimos lustros, en nuestro país. Allí leí un precioso poema EL VIENTO, sugestivo en su desarrollo integral. Es una filigrana de su ingenio
Victoria Vásconez Cuvi, la clásica escritora, la poetisa dulcísima e inspirada, cuando cruzaba el valle de la vida, sonriente y ufana de cumplir con su misión
cultural y artística, no menos que con la promesa de regalarnos con nuevas prosas y versos suyos; le sorprendió la implacable Segadora de vidas, en la alborada de su camino, y ahogó para siempre en su garganta la castalia de armonías...

Su nombre y sus obras quedan aun vinculadas a la brillante constelación de escritoras, como Zoila Ugarte de Landívar, fecunda y maravillosa poetisa en prosa, Mercedes Martínez Acosta, la dolorida artista del verso alado, Moraima Ofir Carvajal, inspirada poetisa de combate, Rosaura Emelia Galarza, cinceladora de prosas pulcras y emotivas, Angélica Martínez de Tinajero, diestra y brillante novelista, Zoila Rendón de Mosquera, la dulce evocadora de las gestas heroicas, María Natalia Vaca de Flor, ruiseñor de las tardes otoñales, autora de tantos poemas bellos y sentidos, que encarnan la nostalgia y el dolor del espíritu de América...





VICTORIA VÁS CONEZ CUVI

Por: Rafael Antonio Terán Varea.

VICTORIA VASCONEZ CUVI fue la buena compañera de Zoila Ugarte de Landívar, María Angélica Idrobo, Rosaura Emelia Galarza, en el grupo director de la Revista ALAS, que en realidad las tenía, porque la pluma femenina se alzaba en ella con ínfulas de vuelo y con los brazos abiertos para tenderse al infinito. Digna de ese grupo fue nuestra conterránea, que supo del placer femenino del cultivo intelectual, sin invadir campos ajenos, sin caer en la frivolidad ilustrativa, sin afán de exhibirse: sencillamente, como cuando se hace por vocación y deber; buenamente, con la bondad angelical de una flor que aroma; llanamente, como el humo que se eleva en el altar.
Es que: Victoria Vásconez Cuvi fue un alma buena. Eso dice su labor; lo mismo dice su vida.
Ahí está la prudencia de su tino especial para abordar asuntos complejos y serios, en ‘Problemas Educativos”;’ ahí, la delicadeza de pétalo en el folleto que contiene sus ensayos Literarios’; ahí su pulcritud espiritual de mujer inteligente en “Actividades Domésticas y Sociales’ de la Mujer”. Ahí sus artículos de colaboración en periódicos y revistas. .. Ahí, por fin, su folleto póstumo, ese trazo excepcional en que hay devoción y amor, al mismo tiempo que inspiración y elevamiento, esa selecta ofrenda —que resultó póstumo— dedicada a la !Vida de Mariana de Jesús”.
Delicadeza finura: esa fue la mesa de trabajo de Victoria Vásconez Cuvi. Cuando dedicaba a sus amigas uno de sus más interesantes folletos, el ¿aparecido el año de 1922, así dijo ella: “en medio del dolor de la vida, el cultivo del arte significa una dulce alegría; alegría sutil que no turba el ambiente sereno de mi soledad, esta soledad en la que anhelo refinar cada día, ennoblecer y purificar mi espíritu, para que, entre otros fines el arte mío, reflejo de mi vida, sea refinado también. De esta torrecilla de aislamiento contemplo la belleza por doquier, la belleza que deseo expresar con palabras pomposas y suaves, semejantes a armiño y seda”.

Así fue la vida, y así la labor de esta literata latacungueña: tenía su arte propio, refinado y pulcro, reflejo de su vida y fiel copia de su alma. Por eso la diestra y radical pluma de Zoila Ugarte de Landívar, no obstante su disidencia doctrinaria con la ilustre autora de “Vida de Mariana de Jesús”, pero, en consideración íntima de su valía y de la amistad con la compañera que se adelantó en el regreso, conmovida, dice en su proemio: “La flor se ha deshojado... Nos queda su perfume en este lírico romance, que sabe a frute silvestre, que tiene ingenuidades de medioevo, sencillez evangélica; nos queda el exvoto afiligranado por su fe, pulido con la pulcritud dedicada de su alma de selección; nos queda la traslúcida claridad de su ser, la vigorosa fuerza de so talento. el batir postrimero del ala vencedora que se remonta a los espacios infinitos donde no mengue el sol”.
Tal vez cuando pensaba en su trabajo póstumo, cuidadosamente pulido, la escritora latacungueña escribió con leve temor de presentimiento: “A veces, en la mitad de la vida se hace la noche plena de la muerte”. Así se dejo decir, quizá presintiendo su cruel enferme dad y su temprano fin. Mas, quienes en vida han volado triunfantes por las azules regiones, tienen un vue1o todavía prolongado después de su muerte.

(De “Lámpara Votiva”).








INSTITUCIÓN
PARA LA HISTORIA

EL GERMEN
Por: Luis Alberto Lanas Quintana
Secretario del colegio

Rompiendo y marginando con toda decisión ancestrales tradiciones y costumbrismos que mantenían a la mujer dentro del hermetismo del hogar, en octubre del año 1925, por primera vez, ingresa al Colegio Nacional “Vicente León” una señorita, quien anhelante de ampliar su cultura en las disciplinas de la educación secundaria, se matricula como alumna del Primer Curso de
Humanidades Modernas. Este noble ejemplo realizado en pos de la conquista dé superación educativa, es dado por la Srta. Beatriz Jiménez Baquero, como primera estudiante femenina del Colegio “Vicente León”. Desde entonces, vino realizándose el acrecentamiento, de año en año, de la asistencia de mayor número de mujeres al Colegio, hasta que, en 1962 el alumnado femenino sobrepasó de CUATROCIENTAS alumnas, circunstancia que vino constituyendo la imposibilidad de que este Plantel continúe funcionando con el carácter de mixto.

Ante motivos tan insubsanables, ya de orden pedagógico como social, ya también por la deficiencia de localidad, el Rector del “Vicente León” Dr. Augusto Maldonado Vásconez, preocupado por este grave problema que presentaba el mantenimiento de la coeducación en nuestro medio ambiente, de común acuerdo con el anhelo manifestado por el Comité de Padres de Familia del Plantel, presidido por el Sr. Luis Alberto Lanas Quintana, procedieron a desarrollar activas gestiones tendientes a la creación de un Colegio Fiscal Femenino en Latacunga, dirigiendo sendas comunicaciones a los Poderes Públicos y á la Representación Legislativa de Cotopaxi ante el H. Congreso Nacional, integrad por los Diputados Dr. Trajano Naranjo Jácome,

Dr. Gonzalo Zúñiga Alcázar y Sr. Augusto Dávalos Álvarez, y los Senadores Dr. Milton Eduardo Montalvo y Sr. Ricardo Andrade de la Peña.

Como era de esperarse los Representantes de Cotopaxi acogieron en toda su significación y valía la solicitud de creación del Colegio, y el día 25 de agosto de 1.962, el Sr. Ministro de Educación Pública, acompañado de los principales dirigentes del Ministerio del Ramo y de los Srs. Representantes de Cotopaxi, vinieron a la Ciudad de Latacunga, para tratar acerca de tan significativa aspiración de la ciudadanía de la Provincia, cual era el establecimiento de un nuevo Colegio Femenino.

La Comisión en referencia fue recibida en el Colegio “Vicente León” en donde, en Asamblea General del Consejo Directivo y del Comité de Padres de Familia, se trató sobre la división del Colegio Mixto, mediante la creación de un nuevo Plantel que, por sugerencia y expreso pedido del Presidente del Comité de Padres de Familia, debía llevar el nombre de la destacada intelectual y virtuosa dama latacungueña, Srta. Victoria Vásconez Cuvi, honra de la cultura nacional y máximo honor también para su tierra natal, Latacunga.

Una vez admitida la conveniencia improrrogable de la creación del Colegio y su nominación de “Victoria Vásconez Cuvi”, el patriota y meritísimo Ministro de Educación Pública, don Gonzalo Abad Grijalva, con noble inspiración y honda comprensibilidad de las necesidades educativas de la Ciudad y la Provincia, dicta la Resolución Ministerial siguiente: 2-2-1-2,- El Ministerio de Educación Pública, CONSIDERANDO:

QUE, en la ciudad de Latacunga, funciona el Colegio Mixto “Vicente León”, cuyo alumnado etá integrado por un considerable porcentaje de Srtas., quienes actualmente, por razones de orden material, reciben sus clases en local aparte;

QUE, las conveniencias técnicas y pedagógicas, aconsejan la creación de un Colegio Femenino en dicha Ciudad, que se dedique a la formación integral y específica de la mujer de la Provincia de Cotopaxi;

QUE, las circunstancias anotadas se suman a la petición unánime y reiterada de todas las fuerzas vivas de la Ciudad y de la Provincia que coinciden en solicitar el establecimiento de un Plantel de Enseñanza Secundaria, exclusivamente femenino; y,

QUE, a más de los antecedentes precitados, que son razón suficiente para que el Ministerio acceda a tal requerimiento, pesan en su determinación y prestigio culturales, que siempre han caracterizado a la expresada Ciudad,

EN USO de las atribuciones que le concede el numeral 11 del Art. de la Ley Orgánica de Educación.

RESUELVE:

Art. 1 °_CREAR en la Ciudad de Latacunga, a partir de la presente fecha, el Colegio “VICTORIA VÁSCONEZ CUVI”, con las Secciones de Humanidades Modernas, Comercio y Administración y Manualidades Femeninas, cuyo personal docente estará integrado por todos los Profesores designados con aplicación a las partidas correspondientes a las Secciones de Comercio y Administración y Manualidades Femeninas del Colegio “Vicente León”, más los que fueren necesarios de la Sección Humanidades Modernas, cuya permanencia definitiva en el Colegio creado, se legalizará a través de los traspasos de crédito, que este Ministerio solicitará en las respectivas proformas presupuestarias para 1963.
Art. 2°.—TRASPASAR al Colegio de Señoritas “Victoria Vásconez Cuvi” la propiedad del edificio que Así es como, en el momento presente, el Colegio Nacional “Victoria Vásconez Cuvi” ha venido a llenar una grande e insuperable necesidad ambiental, su creación constituye un positivo beneficio y un triunfo de la cultura local y nacional, el número de alumnas fundadoras pasan de CUATROCIENTAS, esperándose que para los años subsiguientes la cifra irá en progresión ascendente inevitable, requiriéndose la urgente ampliación del edificio que en los momentos actuales ya es deficiente y estrecho; pues, para el año próximo, de no extenderse la construcción, no habrá cabida para todo el alumnado que quiera ingresar al Plantel. Hay la corriente violenta e incontenible de la marcha evolutiva que ha determinado nuevos rumbos en la ubicación de la mujer, que con razón y con justicia le corresponde en la convivencia social y humana.
Quienes han contribuido en una forma u otra con sus patrióticas y atinadas gestiones para la creación de este Plantel Educacional, son acreedores a la gratitud ciudadana; y, en forma especial consignamos el debido reconocimiento para el muy ilustre y dignísimo educador, Dn. Gonzalo Abad Grijalva, quien desde el ejercicio de sus elevadas funciones, como dirigente máximo de la cultura nacional, en su calidad de Ministro de Educaci6n Pública, llevó a efecto el Decreto de creación del Colegio Nacional “Victoria Vásconez Cuvi”.

Primera Sesión celebrada por la Junta de Profesores y Superiores del Colegio Nacional
“Victoria Vásconez Cuvi”, el día 10 de
Octubre de 1 962

Se instala a las 10 y 30 a.m. bajo la Presidencia del Dr. Trajano Naranjo Jácome, y la asistencia del siguiente personal: Srta. Beatriz Jiménez Baquero, Srta. Laura Bassantes León, Sra. Irene de Ronquillo, Sr. Luis Rampani, Sr. Rodrigo Bonilla, Srta. Mercedes Cevallos Donoso, Dr. Raúl Coronel Arellano, Lcdo. Plinio Fabara, Srta. Elba Hidalgo, Sr. César Moya, Sra. Eulalia Miño de Quevedo, Sr. Hugo Cajas, Sra. Olga Berrazueta de Martínez, Sra. Hilda Gallo de Hernández, Srta. Mélida Gallardo, Lcdo. Luis Chiliquinga, Srta. Fabiola Mejía, Srta. Olga Orbea, Dr. Marco Polo Quevedo. Srta. Judith Zúñiga, Srta. Lilia Naranjo, Sra. Flor de Zúñiga, Srta. Hilda Bedoya, Srta. Gladys Naranjo, actuando el suscrito Secretario ad-hoc, por designación de la Junta General.

El Dr. Trajano Naranjo lleva la palabra para exponer que por designaci6n del Supremo Gobierno ha sido honrado con el cargo de Rector del Colegio, por lo cual tiene mucha satisfacción en ponerse a las órdenes del Profesorado, solicitándoles a la vez su decidida y valiosa colaboración para alcanzar todo el éxito anhelado para el prestigio y engrandecimiento del Colegio.

Luego para el desenvolvimiento, de la Sesión se designa Secretario ad-hoc al Dr. Raúl Coronel, quién entra de inmediato al ejercicio de la labor encomendada.
De inmediato se procede a la elección del Consejo Directivo que regirá el Presente Año Lectivo, y el Sr:
Rector Consulta si la votación debe hacerse secreta o nominal.
El Sr. Luis Rampany pone de presente su felicitación al Sr. Rector expresando la complacencia de todo


el Profesorado por la acertada designación; pues el dinamismo, preparación y experiencia que caracterizan al Sr Dr Naranjo, constituyen bases sólidas para la mar cha exitosa del Plantel. En cuanto a la votación para elegir el Consejo Directivo se pronuncian porque ésta sea secreta, y que la e1ección de los vocales se la haga tomando en cuenta a las tres Secciones del Colegio.

El señor Lcdo Fabara expresa su complacencia por la designación de Rector del nuevo Colegio, y en cuanto a la sugerencia del Sr Rampany está de acuerdo.

El Sr César Moya expone que su criterio era el de que la votación sea nominal, ya que este procedimiento era más democrático; además todas las personas que toman parte en esta elección son capacitadas y no se dejarán influenciar al consignar su voto. Para proceder a elección solicita que se dé a conocer la nómina del Profesorado, indicando la sección en la que prestan sus servicios, y de esta manera conocerse la sección a la que van a representar los que salieren electos
Se hacen breves observaciones al rededor del procedimiento de la votación y se acuerda la elección nominal y secreta.
El Señor Rector ordena, se tome votación para ocales principales, dando el siguiente resultado por mayoría de votos.
PRIMER VOCAL: Lcdo PLINIO E FABARA
SEGUNDO VOCAL: Dr RAUL CORONEL ARELLANO
TERCER VOCAL Srta: LAURA BASSANTES L.
Los designados entran de inmediato a la posesión de su desempeño, mediante promesa que les toma el Sr Rector.
A continuación se procede a elegir los vocales suplentes, resultando elegidos por mayoría de votos las siguientes personas:
PRIMER VOCAL SUPLENTE: Srta.ELVA HIDALGO
SEGUNDO VOCAL SUPLENTE: Sr, LUIS RAMPANI C.
TERCER VOCAL SUPLENTE: Dr MARCO POLO QUEVEDO
De seguido el Sr. Rector pide se torne votación para la formación de la terna de Vicerrector que debe enviarse al Ministerio de Educación para el consiguiente nombramiento; Realizada la votación da el siguiente resultado:
PRIMER PUESTO: Dr. EUCLIDES SALAZAR, con 15 votos SEGUNDO PUESTO. Srta. BEATRIZ JIMENEZ B., con 13 votos TERCER PUESTO. Dr. RAUL CORONEL A., con 15 votos
Una vez realizada la elección de los integrantes del consejo Directivo, el Sr. Rector, en vista de no haber otro asunto de que tratarse agradece a los señores asistentes a la Junta General, y da por terminada la Sesión.
El Rector El Secretario Ad-hoc
Dr. TRAJANO NARANJO Dr. RAUL CORONEL ARELLANO


Primera Sesión del Consejo Directivo del Colegio Nacional Victoria Vásconez Cuvi Celebrada el día 10 de octubre de 1962

A las 12 y 15’ minutos de la tarde, la preside y declara instalada el Sr. Rector- Presidente del H. Consejo Directivo, con la asistencia de los siguientes miembros: Lcdo. Plinio Fabara, Srta. Laura Bassantes y Dr. Raúl Coronel. A petición del Sr. Rector y por no haber Secretario Titular, actúa el Sr. Profesor Rodrigo Bonilla Acosta, en calidad de Secretario ad-hoc.
El Sr. Rector manifiesta su enorme complacencia por la acertada elección de los señores miembros de la Junta de su Presidencia y confía que gracias a la decidida colaboración y patriotismo será posible llevar adelante la delicadísima misión de organizar y poner en alto el nombre de este Nuevo Colegio, y desde ya agradece por el apoyo que sabrá encontrar en todos y cada uno de sus miembros. Luego, indica que se ha permitido convocar a esta reunión con el objeto de proceder a la designación de Secretario del Plantel, al respecto pide que los señores Miembros se sirvan dar nombres de personas capacitadas y de solvencia moral para el desempeño de este importante cargo en el Colegio.
El Lcdo. Fabara indica que sería del caso que el señor Rector sea quien elija la persona que deba acompañarle en sus funciones como Secretario.
El Sr. Rector agradece por esta demostración de delicadeza del Sr. Fabara, e insiste que el H. Consejo Directivo sea quien efectúe la designación.
El Dr. Raúl Coronel, acogiéndose a las palabras del Sr Rector, indica que se permite sugerir el nombre del Sr. Dn. Luis Alberto Lanas Quintana, para el desempeño de tan delicadas funciones como lo es el cargo de Secretario del Colegio, y pone de presente los antecedentes que distinguen al Sr Lanas Quintana, persona esencialmente conocida por todos y cada uno de los integrantes del Consejo Directivo y que ha servido con eficiencia y corrección en varias instituciones de prestigio en la localidad. Esta sugerencia del Dr. Coronel, acogida por unanimidad y se resuelve la designación del Secretario del Colegio Nacional “Victoria Vásconez Cuvi al Sr. Dn. Luis Alberto Lanas Quintana, acordándose pasarle el consiguiente nombramiento.
El Sr. Rector expresa su complacencia por esta acertada designación, e indica que de inmediato se le oficiará al Sr. Lanas dándole a conocer el particular.
A continuación informa que ha conseguido de la H. Cámara de Diputados asigne la suma de $ 25 000,00 (veinticinco mil sucres) corno
aporte para el Colegio y que era necesario que se proceda a la elaboración de un presupuesto de gastos urgentes de impostergable necesidad para la efectiva marcha del Plantel, además pide que se fije los sueldos que deban percibir tanto el Secretario como los señores Profesores interinos que vienen prestando sus servicios desde octubre.
El Lcdo. Fabara sugiere que el sueldo de Secretario sea de 1.ooo,oo (mil sucres) y que a los Sres. Profesores debía asignarles un sueldo equivalente al básico del Magisterio, o sea de $ 8oo,oo (ochocientos sucres) .- Se aprueba.
Rector solicita que se haga constar b en actas respecto a la Profesora de Educación Física no se hacía el nombramiento, ya que de acuerdo con el Ministro de Educación se había resuelto que ese sueldo reciba el Sr. Rector, por la imposibilidad de que a fin de año se haga constar en ningún Presupuesto el del Sr Rector. Manifiesta además que había aceptado el alto honor de la Rectoría del Colegio “Victoria Cuvi”, con propósito de servirlo ad-honórem, pues la asignación que le correspondía dejaba a órdenes del plantel.
El Lcdo. Fabara agradece en forma muy cumplida a nombre del Consejo Directivo por este gesto tan desinteresado y propio del Sr. Rector.
El Dr. Raúl Coronel y la Srta. Laura Bassantes manifiestan que este agradecimiento debe hacérselo de manera pública por intermedio de la prensa local y el Diario “El Comercio”.
El Sr. Rector ruega que no se haga trascender a la ciudadanía tan pequeño aporte y pide que cualquier sugerencia se haga en otra sesión que no esté presente. De inmediato solicita que el H. Consejo Directivo le conceda licencia por el tiempo que dure la 1egislatura, pues tenía que reintegrarse a las labores de la Cámara en su calidad de Diputado. Para este objeto anota que de conformidad con las disposiciones legales y reglamentarias, quien debía sustituirle, a falta de Vicerrector, era el Primer Vocal del Consejo Directivo. Considerada la petición, se concede la licencia solicitada por el Dr. Naranjo, debiendo sustituirle el Primer Vocal. Lcdo. Plinio Fabara.
Luego, por sugerencia del Sr. Rector se acuerda que la Comisión que deba elaborar el Presupuesto de gastos esté integrada por el Sr. Rector y Secretario del Establecimiento.
El Lcdo. Fabara indica que el Sr. César Moya Sánchez, a pedido del Sr. Rector ha formulado el Horario General del Establecimiento, y solicita que se haga constar en actas el agradecimiento del Consejo Directivo, por este valioso servicio prestado.
Por no haber otro asunto de que tratarse, el señor Rector, Presidente del H. Consejo Directivo, deja expresa constancia de su agradecimiento por la concurrencia de los señores miembros a esta sesión primera del Colegio Nacional VICTORIA VASCONEZ CUVI y la declara terminada, a la una y media de la tarde.

El Rector Presidente del H. Consejo Directivo El Secretario Ad- hoc
DR. TRAJANO NARANJO J. J. RODRIGO ONLLA A.

Acto Oficial de la Ceremonia Inaugural del Colegio Nacional
“Victoria Vásconez Cuvi”
En la ciudad de Latacunga, día martes, 6 de noviembre de 1.962, a las 10 a.m., previa la respectiva convocatoria general, en el local del Colegio Nacional “Victoria Vásconez Cuvi”, con la presencia del Sr. Ministro de Educación Pública, Don Gonzalo Abad Grijalva, altos funcionarios de la Administración Pública que forman la comitiva, autoridades locales, representantes del Clero Secular y Regular, delegaciones de los Colegios Secundarios de la localidad, numerosos padres de familia, Cuerpo Docente y Administrativo designado para el Colegio, delegaciones de los diversos Centros Culturales, Instituciones Sociales y Obreras del lugar y ciudadanía en general, se da comienzo al acto inaugural oficial del Plantel, con el siguiente Orden del Día, que da a conocer a la concurrencia el Sr. Secretario del Establecimiento, don Luis Alberto Lanas Quintana:
1 °—Himno Nacional, coreado por las alumnas;
2°.—Honores del alumnado del Plantel al Sr. Ministro de Educación y su Comitiva;
3°.—Intervención del Sr. Rector del Colegio, Dr. Trajano Naranjo Jácorne;
4°.—Palabras del representante del Comité de Padres de Familia, Sr. Vicente Atiaga Bustillos;
5o.—Palabras de la Srta. Elsa Jurado, alumna del
VI Curso de Comercio y Administración;
6°.—Entrega de un ramo de flores al Sr. Ministro de Educación, por la alumna Srta. Elsa Gordillo;
7°.—Posesión de la Srta. Vicerrectora del Establecimiento, Dña. Beatriz Jiménez Baquero, quien llevará la palabra a la concurrencia;
8°. —Intervención del Sr. Ministro de Educación, declarando solemne y oficialmente inaugurado el Colegio Nacional “VICTORIA VÁSCONEZ CUVI”.

En conformidad con el orden programado, el Dr. Trajano Naranjo, pleno de emoción cívica, en su carácter de Rector—Fundador del Colegio, hizo ponderación de la trascendencia y significación social y cultural que revestía el acto de inauguración oficial del nuevo Plantel Femenino de Educación Secundaria, con la intervención del Sr. Ministro de Educación Pública, Don Gonzalo Abad Grijalva, quien ha prestado su invalorable contingente y decidido apoyo, como destacado Funcionario y Educador que ha hecho positiva y eficiente labor en beneficio del mayor desenvolvimiento de la cultura nacional.
Hace igualmente una relación y análisis de las prendas espirituales e intelectuales que adornaron a la Patrona del Establecimiento, la Srta. Victoria Vásconez Cuvi, virtuosa y distinguida latacungueña que por su talento y elevada cultura, merecía en justicia la inmortalización de su nombre, con la supervivencia eterna a la que está destinado este Plantel de Educación integral de la mujer ecuatoriana.

Termina demostrando su mayor entusiasmo por
servir en tan noble causa de la cultura, ofreciendo que todo su empeño y decisión estarán al servicio del Colegio para que en breve tiempo se halle enrumbado por los canales del mayor éxito y eficiencia educacionales de la juventud femenina.

Continuando con el desarrollo de Orden del Día, se vierten conceptuosos y elocuentes discursos, todos relacionados con la importancia que revestía el acto de la apertura de un nuevo Colegio, satisfaciendo de esta manera una de las más nobilísimas aspiraciones de orden social en beneficio de la culturización’ femenina.

La Srta. Beatriz Jiménez Baquero, con viva emoción, al posesionarse de su elevado cargo de Vicerrectora-Fundadora del Colegio, en conceptuoso y brillante discurso; puso de relieve su hondo reconocimiento por el alto honor dispensado, a la vez la decisión que le asistía para saber responder con plenitud en la difícil y delicada tarea de dirigir y enrumbar juventudes.

Como culminación de los emotivos y lucidos discursos, el Sr. Ministro de Educación, con elevada concepción de orden cultural y educativa, puso de relieve que el acto inaugural del Colegio “VICTORIA VASCONEZ CUVI” determina para él un singular honor, pues le ha correspondido abrir la primera página de este importante Centro Educacional que se ha venido constituyendo uno de sus más grandes anhelos en el desempeño del Ministerio, habiendo el día de hoy coronado con satisfactorio éxito esta inauguración, que es el fruto del
mancomunado esfuerzo desplegado por el Gobierno Democrático y las valiosas gestiones realizadas por el Sr. Rector del Plantel, Dr. Trajano Naranjo J., junto con ‘- demás HH. Legisladores de la Provincia y el Comité d Padres de Familia.

Continúa el Sr, Ministro exponiendo que, siente íntima satisfacción al observar en estos instantes la gran complacencia reflejada en los rostros de padres de familia - y el alumnado por tan magno acontecimiento; todos saben de los esfuerzos y sacrificios que han determinado la creación de este Colegio; que, después de muchos años de lucha y de espera, venciendo innúmeras ;:dificultades de orden administrativo y económico, se levanta en estos instantes, con destino a la posteridad, un nuevo Templo del Saber y la Cultura; por esto, en mi calidad de Ministro de Educación, me siento plenamente satisfecho al inaugurar este nuevo Colegio, Centro de Formación Femenina, donde la mujer aprenderá las normas de buena ciudadana, de buena madre, formando buenos hogares al calor de íntima responsabilidad y dignidad humanas, como fruto de una vasta y bien orientada preparación que tan sólo se alcanza en un Colegio Secundario. Para mí es motivo de orgullo, como Ministro de la Cultura, poner al servicio de la juventud de Cotopaxi, de todo el País este nuevo Establecimiento Educacional, para lo cual cl Gobierno ha puesto todo su afán, satisfaciendo el justo anhelo y legítimas aspiraciones de la mujer latacungueña. La erección de este Colegio bajo el nombre de una ilustre y virtuosa dama hija de esta tierra privilegiada, la Srta. Victoria Vásconez Cuvi, constituirá su evocación, la bandera de noble guía y estímulo moral y patriótico, para la mejor y eficiente marcha, en la supervivencia eterna del Plantel, corno ya lo viene haciendo el Colegio “Vicente León”. Es mi mayor anhelo que el nombre de VICTORIA VÁSCONEZ CUVI sirva siempre de inspiración palpitante, que dirigentes y estudiantes de este Centro Educacional, sepan siempre enrumbar sus actos hacia la conquista del mayor y más creciente prestigio y grandeza del Colegio. Que este nuevo Colegio no sea un Plantel más corno muchos, es mi deseo que día a día alcance la superación y renombre anhelados, en el concierto de la vida cultural y educativa del País.

Señor Rector del Colegio, Señores Padres de Familia: en este solemne instante que acogerá la historia de la vida latacungueña como una de sus más brillantes páginas, tengo el grande honor y complacencia íntima de entregaros a vosotros esta grandiosa y trascendental obra de cultura que por mucho tiempo esperaba Latacunga y que el Ecuador entero esperaba para la formación de la mujer. Doy término a mi intervención, declarando solemne y oficialmente inaugurado el Colegio, a nombre y representación del Gobierno de la República.

El brillante y elocuente discurso del Sr. Ministro fue motivo de merecidos y prolongados aplausos, dándose por terminadas las intervenciones oratorias y la ceremonia inaugural del Plantel.

A continuación el Sr. Rector del Colegio, en cordial y exquisito acto de cultura, hizo el brindis de la clásica copa de champaña a toda la concurrencia.

En la presente reseña, se deja constancia que el personal Directivo, Administrativo, Docente y de Servicio con el cual se inaugura el Colegio “VICTORIA VÁSCONEZ CUVI” es el siguiente:

CONSEJO DIRECTIVO:
Dr. Trajano Naranjo Jácome, Rector-Profesor.
Srta. Beatriz Jiménez Baquero, Vicerrectora- Profesora.
Lcdo. Plinio Fabara, Primer Vocal, Profesor.
Dr. Raúl Coronel Arellano, Segundo Vocal, Profesor.
Srta. Laura Bassantes León, Tercer Vocal, Profesora.
Sr. Luis Alberto Lanas Quintana, Secretario.
PROFESORADO:
Sr. Dn. César Moya Sánchez, Sr. Dr. Euclides Salazar Pazmiño, Sr, Luis Rampani Cobo, Sr. Dr. Marco Polo Quevedo, Sra. Irene Fernández de Ronquillo, Srta. Josefina Escobar Oquendo, Srta. Mercedes Cevalbs Donoso, Sra. OIga Berrazueta de Martínez, Sr. Hugo Cajas, Sr. Rodrigo Bonilla Acosta, Sra. Hilda Gallo de Hernández, Srta. \Vilma Landívar, Sra. Fabiola Mejía de Berrazueta, Sr. Adalberto Galeas D., Srta. Elva Hidalgo Moscoso, Sra. Eulalia Miño de Quevedo, Srta. Olga Orbea, Srta. Martha Yerovi Moya, Srta. Mariana Sánchez Mena, Srta. judith Zúñiga Alcázar, Srta. Luisa Parodi Mangani, Srta. Mélida Gallardo Chico, Lcdo. Vicente Zambonino, Sr. Alberto Salazar, Lcdo. Luis Chíliquiriga, Sr. Luis Proaño, Lcdo. Moisés Gutiérrez, Sr. Alonso Gutiérrez.
AYUDANTES DE SECRETARIA:
Srta. Hilda Bedoya y Srta. Violeta Sánchez.
PERSONAL DE INSPECCION:
Srta. Lilia Naranjo Escudero, Inspectora General; Sra. Flor Jácome de Zúñiga, inspectora; Srta. Gladys Naranjo y Srta. Magdalena Martínez, Auxiliares de Inspección.
PERSONAL DE SERVICIO:
Manuel Canchignia y Simón Izurieta, Conserjes; Luis Alfonso Tipán, Jardinero.


EL VICTORIA VÁSCONEZ CUVI DE DE NUESTROS DÍAS

Desde su fundación, esta Institución se posicionó en los corazones de de la población cotopaxense, especialmente, latacungueña. En 1962 tenía 396 estudiantes y desde ahí, cada año ha crecido la población educativa hasta llegar a 3000 en estos tiempos. El optimismo y civismo a la vez parece que no tenía esta perspectiva, los prohombres, gestores del nacimiento de este imponente templo docente no se imaginaron, en lo mínimo la grandeza que iría fraguando en el devenir de los años. Sin ser exactos, más o menos son ciento cinco mil mujeres que han forjado su espíritu, han iluminado su inteligencia y han desarrollado su porvenir, en estos cincuenta años de florecimiento del Victoria Vásconez Cuvi. Sin tratar de sisarle nada a nadie, porque el mérito de este emblemático colegio se ha construido con el tesón de los padres de familia, con el carácter de las estudiantes, con la sabiduría de sus profesores, serios, honestos, leales y apóstoles del magisterio que a veces ayuna, pero que encuentra el mejor de los placeres en el ejercicio de función denodada; claro, el amalgama de estos factores, actantes, protagonistas y desinteresados han regado semillas en los surcos de estos cincuenta años y han recogido la mies con satisfacción y alegría; esa arista tomada de su principal fuente, de la inspiración de su patrona, pues, ella, invocaba con ternura y carácter que se crease una Institución para que en ella se eduquen las mujeres, pedido, ruego, clamor o profecía pero al final comprobamos una aspiración.
CRONOLOGÍA DEL VICTORIA VÁSCONEZ CUVI
1962 Fundación, del Colegio “VICTORIA VÁSCONEZ CUVI”, con las Secciones de Humanidades Modernas, Comercio y Administración y Manualidades Femeninas. Acuerdo de Creación No. 2212 del 08de septiembre de1962.
1972 Creación de la sección nocturna. R.M. 2482 del 23 de septiembre de 1972.
1989 Creación de la especialidad de Informática en la sección diurna R.M. No. 974 del 28 de diciembre de 1989.
1996 Se convierte en Instituto Técnico Superior: Acuerdo Ministerial 4402 del 23 de julio de 1996.
1998 Se transforma em Instituto Tecnológico: Acuerdo Ministerial 3715 de 20 de Julio de 1998
De acuerdo a una planificación sistemática y con La finalidad de aprovechar infraestructura, equipo docente, administrativo, de servicio y el prestigio adquirido, se dividió en jornadas de trabajo por secciones. Bachillerato en la sección matutina. Educación básica en la sección vespertina. Y por La noche la sección superior y nocturna. Por mandato de La ley de Educación Superior, en unos días, dejará de ser Instituto Superior y continuará como colegio. Hay otra novedad, al sierre de esta edición, de igual manera por mandato superior, deja de ser femenino para dar cabida a la coeducación. En el año en el que se publica este libro, se han matriculado once varones, uno en educación básica y diez en el bachillerato. Aún así, este nuevo modelo, no romperá la filosofía, el carácter, tradición, gallardía, empeño, dedicación, compromiso que tenemos con la sociedad y continuarán ejerciendo los que nos releven.
La gloria es tal que apenas en cincuenta años, los victorianos hemos sido protagonistas de verdaderas transformaciones en la ciudad, provincia y el país, basta recordar las hazañas que estudiantes, al amparo de sus tutores maestros han logrado en los campos: científicos, culturales, deportivos y sociales de la patria.
En todos los puntos cardinales, las victorianas se encuentran desempeñando funciones importantes, enriqueciendo la vida, provocando desarrollo, trayendo esperanza, sea en el campo de la medicina, el derecho, los negocios, las finanzas, educación, político. Mientras la bondad humana, el acervo de científico y tecnológico de los docentes y la confianza de los cotopaxenses se evidencien, El Victoria Vásconez Cuvi trascenderá en el tiempo y en el espacio.













Contenido
PRELUDIO 5
VIDA DE ANA VICTORIA VÁSCONEZ CUVI 7
VICTORIA VÁSCONEZ CUVI--- ENSAYISTA 10
VICTORIA VÁSCONEZ CUVI---FEMINISTA 12
VICTORIA VÁSCONEZ CUVI.- PERIODISTA 15
ENSAYOS LITERARIOS 17
Para mis amigas 18
A Leonor en su primera comunión 19
Clarines y cornetas 20
A un aviador 21
Vicente León 22
Por la Gota de Leche 24
Canción de primavera 27
Por la mujer 30
Un mendigo 35
Dolor eterno 37
De la verdad 38
Tristeza 40
Salve 42
Caridad y patrotismo 44
Abdón Calderón 46
HONOR AL FEMINISMO 47
La conferencia 48
El trabajo 53
ACTIVIDADES DOMÉSTICAS Y SOCIALES DE LA MUJER 57
Prologo 57
PROBLEMAS EDUCATIVOS 82
MARIANA DE JESÚS 89
Preámbulo 90
Breves noticias acerca de la infancia y adolescencia de 92
Mariana de Jesús 92
Tres ideales 96
Muerte de Mariana de Jesús 103
Funerales de Mariana de Jesús 105
ARTÍCULOS EN VARIAS REVISTAS NACIONALES 107
In memoriam 108
El Viento 110
VIDA DE MARIANA DE JESÚS 111
El mal de vivir 114
La Cruz Roja y la mujer 117
Madre Patria 119
Belisario Quevedo 121
El Papá 122
Sr. Dr. Dn. Alejandro Mateus 123
Bolívar 124
Por la mujer 127
Pocas palabras de arte 129
El carácter en la mujer 131
La guerra Italo-Abisinia 133
APOLOGÍA 135
Salmo.- Por Juan Abel Echeverría 136
En el álbum.- Por Mercedes Martínez Acosta. 138
Victoria Vásconez Cuvi Por Reginaldo María Arízaga-1942 139
Victoria Vásconez Cuvi Por: Rafael Antonio Terán Varea. 142
INSTITUCIÓN PARA LA HISTORIA 144
El germen 145
Primera Sesión celebrada por la Junta de Profesores y Superiores del Colegio Nacional “Victoria Vásconez Cuvi”, el día 10 de Octubre de 1 962 148
Primera Sesión del Consejo Directivo del Colegio Nacional Victoria Vásconez Cuvi Celebrada el día 10 de octubre de 1962 150
Acto Oficial de la Ceremonia Inaugural del Colegio Nacional 153
“Victoria Vásconez Cuvi” 153
EL VICTORIA VÁSCONEZ CUVI DE DE NUESTROS DÍAS 157
CRONOLOGÍA DEL VICTORIA VÁSCONEZ CUVI 157



1 comentario:

  1. Hola. Agradezco el aporte, ¿existe la posibilidad de ver digitzalidas las obras de Vásconez?

    ResponderEliminar